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El PAN desconfía de sí mismo

Superiberia

 

En un lapso de tres días, dos lapsus dejaron ver lo que atiza el subconsciente del panismo:

Domingo 23 de marzo. Puebla, Puebla.— El alcalde de esa capital, el panista Antonio Gali Fayad, toma el micrófono en el mitin de apoyo a Gustavo Madero -el presidente de Acción Nacional con licencia, quien busca reelegirse- y proclama: “El 18 de mayo ganará el PRI, ganará Madero”.

Miércoles 26 de marzo. Mérida, Yucatán.— El senador Ernesto Cordero, ex secretario de Estado y retador de Gustavo Madero, afirma, voz en cuello, ante auditorio lleno: “Yo quiero ser presidente del PRI para ordenar ese legado de miles de mexicanos que desde 1939 han construido un país”.

Sin pretender hacerle al sicoanalista, está claro que los bandos hoy enfrentados en el PAN no están pensando en su partido sino en el que los expulsó del paraíso el año pasado.

Muchas de las figuras prominentes de Acción Nacional están verdaderamente obsesionadas con el PRI, al que aman odiar con la intensidad que sólo muestran los entusiastas de clóset.

Hubo un tiempo en el que el PAN tenía identidad. Es cierto, los panistas eran muchas veces objeto de mofa. No los bajaban de mochos y de místicos del voto.

Pero al menos en aquellos días Acción Nacional no intentaba copiar a nadie.

Su democracia era caso de estudio y hasta de referencia y respeto. Sus debates se realizaban a puerta cerrada. Y los candidatos derrotados en procesos internos no osaban gritar fraude.

El PAN pasó de ser un partido de ingenuos soñadores a uno de gente enojada.

Sólo un grupo de gente enojada cruza acusaciones como lo hicieron ayer los equipos de Madero y Cordero. Sólo en un partido que ha perdido su identidad puede haber tantas referencias a otro partido -el PRI- en una campaña por renovar su dirigencia.

¿Acaso los panistas carecen de ideas propias que pudieran servir como eje de la discusión interna? Parece que sí.

En 1989, Acción Nacional se tenía la suficiente confianza como para emprender una negociación con un Presidente de la República señalado como espurio a cambio de sacar adelante reformas que consideraba importantes para el país.

En 1988, su candidato presidencial Manuel Clouthier sabía que no tenía nada que perder haciendo campaña en una playa de Veracruz, sin otra prenda que unas bermudas, y afirmando que su rival del PRI le había robado su programa.

Acción Nacional era un partido que, aún con los rasgos de solemnidad que le heredaron sus fundadores, esencialmente no se tomaba demasiado en serio.

¿Qué pasó con aquella Ana Rosa Payán, con aquel Vicente Fox? ¿Qué le hizo el poder a panistas como ellos y qué le hizo el poder al PAN? ¿Cuándo empezó a ser Acción Nacional el refugio de bribones como Sergio Estrada Cajigal y Armando Reynoso?

De ese PAN a ratos inocentón, pero siempre inconfundible no queda ni sombra. Sus principales figuras hoy hablan como si su biógrafo los observara por encima del hombro y actúan como si su vida pública y su vida privada fueran el ying y el yang.

Éste es un PAN que en el gobierno quiso ser como el PRI y ahora, de vuelta en la oposición, se comporta como el PRD. Pero ha caído muchas veces en el ridículo tratando de calcar uno y otro modelos.

El PAN pensó que los electores le agradecerían abrir su proceso interno “a la militancia”. En realidad a quien se lo abrió -a menos que los bandos en contienda demuestren lo contrario- es a los mapaches y a los expertos del denuesto.

Hoy los panistas saben que quieren el poder, como el adicto anhela la droga, pero no saben para qué. Idos están los días en que el PAN apoyaba, desde la oposición, medidas que podían reforzar la imagen del gobierno si juzgaba que esas medidas convenían al país. Hoy el PAN puede votar incluso contra lo que dice creer, si calcula que eso le dará votos o se los quitará a otro.

Dudo que el electorado premie el espectáculo que los panistas están dando con su campaña abierta “a la militancia”.

A una parte de la izquierda le costó trabajo entender que a los votantes no les gustan los políticos con los guantes puestos. Por eso el PRD ha dejado de presentar falsos espectáculos democráticos y resolverá el relevo de su dirigencia nacional en el seno de su Consejo Nacional.

Pero eso pasa porque el PAN ha dejado de innovar y se ha dedicado a imitar las fórmulas de otros, incluso cuando los otros ya las han desechado por obsoletas.

Eso pasa porque el PAN ha renunciado a ser el PAN.

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