Catón
Columnista
“Ven a la cama, guapo”. Así le dijo Pirulina, muchacha sabidora, a Candidito, doncel de inocencia angelical que a sus 25 años se había conservado virgen. ¿Por qué le hizo tal invitación? Porque Candidito la visitó en su departamento y le llevó un ramos de flores. Jamás en su agitada vida había recibido Pirulina un obsequio similar, de modo que el detalle la conmovió profundamente. Le dijo a Candidito: “Nadie me había traído flores nunca. Para corresponder a tu gentileza te llevaré a mi lecho”. No voy a describir lo que ahí sucedió: eso sería convertir este cuento en un relato pornográfico. Sólo diré que al terminar el erótico deliquio Candidito saltó de la cama y empezó a vestirse apresuradamente. Pirulina, pese a su mundanidad, se azaró al ver aquello. Le preguntó al muchacho, inquieta y apenada: “¿Acaso te ofendí, Candi, o hice algo que lastimó tu pudicia o tu candor?”. “No –respondió prontamente Candidito al tiempo que se encaminaba, veloz, hacia la puerta-. Voy a traer otro ramo de flores”… Siempre que va a Coahuila el presidente López Obrador tiene frases de encomio para don Francisco I. Madero. Ayer las repitió en Torreón. Yo aplaudo esas menciones, pues siento que son sinceras las palabras de AMLO sobre el Apóstol de la Democracia, palabras que lo comprometen a ceñir todos sus actos al ejercicio democrático. También citó a Carranza y a Lázaro Cárdenas, quien en la Laguna, dijo, consumó la obra de la Revolución. He de recordar de nueva cuenta al general Francisco Coss, gran revolucionario coahuilense. El Presidente Cárdenas le preguntó su opinión sobre la reforma agraria y el reparto de tierras a los campesinos, medida que afectó grandemente a los agricultores que con su trabajo de muchos años habían hecho de la comarca lagunera un emporio algodonero. Respondió Pancho Coss: “Mi general: a mí me gusta levantar a los caídos, pero sin tumbar a los que ya se levantaron”. Bueno sería que el Presidente actual conociera esas palabras y las aquilatara. Por lo pronto me congratulo de que López Obrador vaya a Saltillo, mi ciudad natal… Ya conocemos a Afrodisio Pitongo: es un hombre proclive a la concupiscencia de la carne. Un amigo de su misma calaña le preguntó: “¿Por qué saliste sólo una vez con Dulciflor?”. Explicó el lascivo galán: “Me dijo una mala palabra”. Quiso saber el otro: “¿Qué mala palabra fue ésa?”. Respondió Afrodisio: “Fue: ‘No’”… El chascarrillo que ahora sigue pertenece a la categoría de los llamados “chistes crueles”… El cocodrilo le dijo a su hijo más pequeño: “Algunas vez tendrás mucho dinero”. “¿Cuándo, papá?” –preguntó lleno de ilusión el cocodrilito. Respondió el cocodrilo. “Cuando seas cartera”… Doña Pasita tenía un perico. Por las mañanas lo sacaba a la ventana que daba a la calle a fin de que recibiera el sol y el aire. Cierto día un candidato a alcalde empezó a perorar en la plaza. “Ustedes me conocen, paisanos” –empezó. “¡Sí! –gritó el perico-. ¡De ratero!”. La gente celebró con risas el comentario del loro. Atufado continuó el político: “Saben que nunca miento”. Gritó el cotorro: “¡Nomás cuando hablas, méndigo!”. Las carcajadas de la gente rubricaron otra vez la intervención del pajarraco. Los guaruras del candidato fueron con doña Pasita y le dijeron: “Si no mete usted a su perico le retorceremos el pescuezo. Y al perico también”. Asustada, doña Pasita no sólo quitó al loro de la ventana: lo echó al corral de las gallinas. Lo vio el gallo y fue hacia él con evidente intención libidinosa. “¡Momento, señor mío! –lo detuvo el cotorro con imperioso ademán-. ¡No soy una de sus pelanduscas! ¡Soy un preso político!”… FIN.