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Mujeres grandes de todo a todo

Superiberia

¡Qué lata damos las mujeres!, pero la burra no era así. Desde las cavernas tratamos de reivindicarnos, es decir que los (y las) demás nos vean mejor, respeten y amen lo que somos, tan queribles, imperfectas, solidarias, amorosas. Estamos un poco fatigadas de andar por la tierra gritando en los pocitos de agua y a la orilla del mar:  ¡quiéreme!, porque esa es la fórmula secreta descubierta por su servidora y a veces da resultado. No obstante, surge algún manifiesto por demás expresivo que deja ver la situación de emergencia humana, existente aún hoy en la filas apretadas de nosotras las doñas y sobre todo si somos de la  horrible denominada “la tercera edad”. ¿Qué es eso? Es una arruga desconocida a la hora de maquillarte por la mañana… es el brazo y el antebrazo cuando lo levantas estando acostada y descubres espantada unos extraños colguijes que ayer no tenías. Es algo arrugadito en el pecho combatiendo tu medalla de la Guadalupana o la preciosa joya de a mentiras que compraste una tarde lujuriosa en Venecia.  ¿Qué está pasando cuando el hombre de la casa no se comunica contigo y si le llamas no responde? Se llama edad. Lucesitas emergentes por todos lados. No puedes ir al concierto en Bellas Artes porque ya sabes que a la nocturna salida tienes que hacer espera de media hora afuera del Correo Mayor donde huele a caño y los transeúntes te ven con desconfianza, tú y el bastón. Es la edad. Claro, yo tenía auto con chofer… ya no. Por supuesto poseía mi boshito… ya no. Etcétera.  Sobre tan espeluznantes temas dos periodistas temerarias han hecho un libro encuestado entre señoras mayores. Señoras grandes… 26. Patricia Kelly y Alicia Ibargüengoitia.  Te entrevistan y te equivocas porque sólo hablas mal de las mujeres “grandes” influenciada por la severidad de tus tías y toda tu familia femenina tan guanajuatense y católica. No eres la niña arrodillada ante la bondad de una abuela culta y misericordiosa. Por el contrario te has pasado la vida oyendo el no para cualquier asunto familiar. ¿Cómo puedes amar en la distancia a esas represoras respetabilísimas vestidas de negro? Pero la Kelly y la Ibargüengoitia han editado un libro excepcional de veras magnífico, lleno de noticias interesantísima desde la mirada experta de ochentonas, digamos, ejemplares, trabajadoras, lectoras, abiertas a todo, que no juzgan sino comprenden. 26 señoronas  como Fela Fábregas, Anilú Elías, Olga Harmony, Kena Moreno, Rosario Ibarra de Piedra, Elena Poniatowska, Guadalupe Rivera, Ema Valdelamar…  y así. 

Fui a la presentación del libro y me quedé estupefacta del buen trabajo periodístico, de la editorial Sincronio, del avance de las mujeres ya no viejas, sino grandes sin garras peyorativas. El libro se lee de corridito con pasión, recibiendo las lecciones de vida y empezando a comprender esto catastrófico que es envejecer ya sin la manía de “la dignidad”, sino simplemente lo que no tiene remedio y sí paz, serenidad, a veces sabiduría. Claro que lo ideal es no achicharrarse con los años, pero ¿qué se le va a hacer? 

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