• El actual gobierno hizo lo único que podía hacer: tomar medidas preventivas y tratar de cerrar lo menos posible el país y asumir que vivimos en un México donde no se puede dejar meses confinadas a millones de personas.
JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
Columnista
Ayer comenzó, por lo menos en el calendario, pero creo que también a partir de la exigencia económica y la voluntad política, el verdadero proceso de desconfinamiento en buena parte del país, incluso en la Ciudad de México, a pesar de que todavía existe un alto grado de contagios.
Es un buen momento para detener un poco las máquinas del enojo, la polarización y el hastío que han marcado estos meses. Seamos serios, más allá de las inconsistencias de López-Gatell o de los arrebatos declarativos, lo cierto es que nadie sabe qué va a pasar en el futuro inmediato ni en México ni en el mundo, pero lo que sí sabemos es que después de la mayor crisis económica y social que hemos sufrido todos en el último siglo, fuera de los periodos de guerra, nada puede seguir igual.
Cambiarán muchas cosas, y dudo también que, como algunos creen, lo que vayamos a tener sea una suerte de florecimiento espiritual y sentido colectivista. Lo que tenemos hoy es una brutal crisis económica, con millones de desempleados, empresas cerradas y una violencia latente que ha estallado en las calles de muchas ciudades del mundo, en algunos casos en forma espontánea, en muchos otros, provocada.
Lo que queda del 2020 será para México y para el mundo un año muy difícil. Lo malo es que el 2021 puede ser peor si no se adoptan las medidas necesarias, con el agravante de que, en nuestro caso, tendremos las elecciones más grandes de la historia del país.
De alguna forma es un momento en el que el país, la sociedad, debe atrincherarse, en el mejor sentido de la palabra, para poder sobrepasar una tormenta que agitará todos los rincones.
Cuando decimos que nada será igual es porque veremos, en los próximos días, semanas y meses, muchas cosas inéditas: desde el poder y, seguramente, también desde la sociedad. Pero es un error pensar que no hay salida ni a la crisis ni a la polarización creciente.
La administración López Obrador ha tenido una tortuosa, por decir lo menos, administración de la crisis sanitaria, con una manipulación de cifras y una cantidad de mensajes contradictorios sorprendente. Pero creo, aunque sea políticamente incorrecto decirlo, que hizo prácticamente lo único que podía hacer: tomar medidas preventivas en el límite de lo posible, tratar de cerrar lo menos posible el país y asumir que vivimos en un México donde no se puede dejar meses confinados a millones de personas que viven del empleo informal y de una economía de subsistencia.
Los países con condiciones similares al nuestro que cerraron completamente sus economías (y algunos aún las mantienen cerradas) no han tenido resultados demasiado diferentes a los nuestros, en general han sido peores.
Claro que las cosas se podrían haber hecho mucho mejor, que se podría haber previsto un plan de contingencia desde mucho antes, que se podrían haber dado mensajes más coherentes, incluso desde la propia Presidencia. Pero si vemos cómo está concluyendo el proceso, aunque falte mucho para que la pandemia nos abandone, creo que hemos tenido menos daño estructural del que se podía esperar.
Por supuesto que tenemos un millón de desempleados formales y 12.5 millones de personas que no tuvieron ingresos en abril pasado, pero por eso mismo la opción de mantener el país y la economía cerrados simplemente no es viable.
Paradójicamente, no haber cerrado por completo, da la oportunidad de establecer algunas medidas de recuperación más rápidas. Eso chocará con las convicciones oficiales de no otorgar ningún plan de ayuda emergente a empresas y trabajadores, al igual que con la idea, ya muy presente y anacrónica, de volver a ejercer un monopolio estatal en el sector energético. Se necesitarán enormes inversiones, las cuales, sin romper con los esquemas actuales, no llegarán, como no llegan desde hace meses. El T-MEC, que puede ser un instrumento muy positivo, sobre todo si se profundiza la desincorporación de Estados Unidos y China en términos productivos, quién sabe si alcance.
Vendrán tiempos nuevos y nuevos conflictos políticos, no nos engañemos. El presidente López Obrador no dejará que la crisis lo arrase y desde lo político y lo económico trabajará para ganar las elecciones del 2021 y recuperar la iniciativa. Como también lo harán sus opositores. Pero hay que hacer un alto, así sea momentáneo en el camino: el actual ambiente de polarización y confrontación está muy adelantado respecto a los tiempos políticos y es absolutamente contraproducente en un momento tan crítico como el que vivimos.
Optemos, en estos días y semanas, y ése debe ser un compromiso también del propio Presidente, por la moderación, permitamos reabrir el país con el menor estruendo posible, tratemos de que esos millones que han perdido todo o casi todo con la pandemia, incluyendo sus seres queridos, tengan tiempo, ellos también, de recuperarse. Necesitamos, todos, un poco de oxígeno y de reflexión.