Como te habrás dado cuenta, he parafraseado al gran escritor colombiano Gabriel García Márquez, haciendo alusión al título de su novela, “Del amor y otros demonios”, para designar este texto, pues me parece que, aunque aquella historia no tiene una total semejanza con el contenido de mi nota, el nombre resulta muy útil para reflejar con claridad la idea de que la CODEPENDENCIA puede llegar a ser no sólo un demonio, sino un verdadero infierno para las parejas que atraviesan por esta dolorosa situación… Bastante frecuente, por cierto.
Pero ¿a qué se refiere el término “codependencia”? Bueno pues se le puede definir como una conducta obsesiva (de uno o de ambos integrantes) que incluye una “adicción” hacia el otro, así como un fuerte sentimiento en el que se mezclan el ansia de posesividad y -como la palabra lo indica- una enfermiza dependencia emocional hacia él. Esta compleja condición psicológica no es tan difícil de identificar, ya que las personas afectadas suelen presentar -reiteradamente- ciertas manifestaciones emotivas de gran intensidad, tales como dramáticas escenas de celos y un apego desmesurado hacia su pareja, en forma compulsiva o descontrolada.
Por lo regular, en una relación así, el “codependiente” se convierte en alguien sumamente demandante y manipulador que pretende controlar la vida de su compañero por medio de chantajes, de imposiciones o inclusive de agresividad (verbal, psicológica y hasta física), utilizando recursos como el llanto, las súplicas, los reclamos, las amenazas o hasta los golpes. Arrebatos por los que más tarde -con un “gran arrepentimiento”-pedirá que se le perdone, prometiendo “firmemente” no volver a incurrir en ellos… para seguir después repitiéndolos cíclicamente.
Es muy notorio que en el esquema general de la codependencia, siempre están presentes los papeles de “la víctima” y “el verdugo”, mismos que pueden ser fijos o intercambiables entre los involucrados. Otra de las características de este tipo de relación tan dañina es la simbiosis que se establece entre los dos y que resulta ser un lastre, pues inevitablemente detiene el desarrollo personal de ambos en prácticamente todos los aspectos, generando en cambio una situación conflictiva en la que el dolor aumenta constantemente en una atmósfera asfixiante para ellos y para su entorno familiar más próximo.
En este modelo de “avasallamiento–sumisión”, cada uno de los integrantes busca (de manera consciente o no) autoafirmarse en el otro, desarrollando un miedo irracional ante la posibilidad de perderlo y de tener que vivir en un desamparo emocional que él considera insuperable. Esto explica que su temor a la soledad se torne tan desproporcionado. Y es entonces cuando sus argumentos para ejercer el control se expresan a través de frases como “Eres mi todo”, “Sin ti no soy nada”, “Me moriría si te vas”, o peor aún (en casos extremos): “Tú me perteneces” y “Si me dejas, te mato”. Por otra parte, también surgen sentimientos de culpa y rencor en cada uno, al percatarse del deterioro existencial que se va produciendo en ellos, dentro de este sombrío escenario en el que se alternan los roles de víctima y victimario.
Cabe mencionar que estos patrones de conducta, en buena medida, se aprenden del mismo contexto socio-cultural en el que estamos inmersos, a través de diversos medios tales como las canciones de amor y desamor, las series televisivas, las películas “románticas” e incluso los modelos de parejas en nuestro propio núcleo familiar.
Por otro lado, se debe resaltar que existe una gran diferencia entre este tipo de respuestas psicológicas insanas y el concepto de la fusión mística de dos Almas Gemelas, ya que en el primer caso, se hace referencia a la idea de que las personas son seres incompletos, cuya felicidad DEPENDE de que su otra “mitad” los complemente; mientras que con el segundo concepto, se asume que dos entes completos pueden tener un encuentro en esta dimensión terrenal, pero su unión trascenderá los aspectos físico y mental porque esencialmente habrán de contactarse espiritualmente y en sincronía con el Universo.
Conviene aclarar que la codependencia, como cualquier otro comportamiento “patológico”, se presenta en diferentes grados, y que los involucrados en este tipo de relación no siempre cuentan con los elementos para enfrentar adecuadamente este conflicto, por lo que se recomienda que acudan con un profesional en esta área para resolver su particular situación.
Finalmente, quiero compartirles un conmovedor texto de Thomas Gordon, en el que nos hace un planteamiento excepcional acerca de lo que puede ser una sana relación de pareja. Pienso que representa la antítesis de ese tormento infernal llamado Codependencia. Aquí está:
“Tú y yo vivimos en una relación que valoro y quiero conservar. Sin embargo, cada uno de nosotros es una persona diferente, con sus propias necesidades y el derecho de satisfacerlas. Cuando tú tengas dificultades para resolver tus problemas, trataré de escucharte cordialmente y ayudarte, con el objeto de que encuentres tus propias soluciones, en lugar de depender de las mías. De la misma manera, trataré de respetar tu derecho a escoger tus propias ideas y a desarrollar tus propios valores, aunque sean diferentes a los míos. Cuando tu actividad interfiera con lo que debo hacer para la satisfacción de mis necesidades, te comunicaré abierta y honestamente cómo me afecta tu conducta, confiando en que tú me comprenderás y ayudarás en lo que puedas. De la misma manera, cuando alguno de mis actos te sea inaceptable, espero que me comuniques con sinceridad tus sentimientos. Te escucharé y trataré de cambiar. En las ocasiones en que descubramos que ninguno de los dos puede cambiar su conducta para satisfacer las necesidades del otro, reconozcamos que tenemos un conflicto que requiere solución. Comprometámonos, entonces, a resolver cada uno de estos conflictos, sin recurrir al uso del poder o de la autoridad, para tratar de vencer a expensas de la derrota del otro. Yo respeto tus necesidades, pero también quiero que respetes las mías. Esforcémonos siempre para encontrar una solución que sea aceptable para ambos. Tus necesidades serán satisfechas y también las mías. Ambos venceremos y ninguno será derrotado. De esta forma, tú podrás continuar tu desarrollo como persona mediante la satisfacción de tus necesidades y yo también podré hacerlo; nuestra relación podrá ser lo suficientemente positiva para que en ella, cada uno de nosotros pueda esforzarse para llegar a ser lo que es capaz de ser. Y podemos continuar relacionándonos el uno y el otro con respeto, amor y paz mutuos.”
Tel. 117-0054
María Teresa Lezama Heredia
El Buen Tono colaboración