Por Andrés Timoteo / columnista
LAS ‘FÁTIMAS’ DE VERACRUZ
Desde hace trece años México está inmerso en una espiral de tal violencia que ésta ya se “normalizó”, es decir, que son tantos y a diario los hechos de sangre –como las ‘ejecuciones’ que son asesinatos con sello de la mafia y los ‘levantones’ o secuestros cuyas víctimas terminan en fosas comunes, sus cadáveres arrojados en algún paraje o nunca se les vuelve a ver- que ya difícilmente sorprenden.
Sin embargo, hay ocasiones que el País vibra de indignación cuando ocurren situaciones que muestran el nivel de maldad al que se ha llegado. En estos días, los mexicanos están conmocionados por dos casos de feminicidio, el de Ingrid Escamilla, poblana cuyo esposo la asesinó y desolló, y el de la pequeña Fátima de 7 años quien fue plagiada, aparentemente con engaños, por una mujer cuando estaba frente a su escuela en la delegación Xochimilco de la Ciudad de México.
La madre de la niña se retardó para recogerla del colegio, los encargados del mismo dejaron a la pequeña afuera donde fue abordada por su captora. El cuerpo de Fátima apareció varios días después con signos de violencia -habría sido violada y torturada y hay versiones de que hasta le extirparon algunos órganos- en el interior de bolsas de plástico. ¿Quién la torturó y la mató? La identidad de los verdugos es un misterio y las autoridades han dado muestras de omisión en lugar de eficiencia para esclarecer ese crimen atroz.
Esos son los dos de los últimos feminicidios, pero el país está plagado de ellos. México se ha convertido en una tierra de muerte para las mujeres, ya se ha dicho muchas veces. Durante el 2019 se cometieron 976 asesinatos de féminas y en lo que va de este 2020 ya suman 250 feminicidios, es decir la cuarta parte de todo el año pasado en apenas 49 días. Entonces, este año se avizora como terrible en cuanto a la numeralia de los crímenes por odio de género.
Veracruz cerró el año pasado con 157 feminicidios y en el mes y medio de este 2020 ya van 12 y contando. El mes de enero, la entidad volvió a colocarse como la que tuvo el mayor número de agresiones contra mujeres de todo el país. Y Veracruz tiene sus “Ingrids” y “Fátimas” que en su momento dolieron mucho. Una niña asesinada recientemente fue la pequeña María Magdalena en Atzalan.
La pequeña de doce años fue baleada el 12 de enero pasado por elementos de la Secretaría de Seguridad Pública estatal que hasta el “tiro de gracia” le dieron. Están asimismo las decenas de mujeres, muchas de ellas adolescentes, que han sido ultrajadas sexualmente y asesinadas en el área boscosa de Jalapa conocida como El Santuario de las Garzas.
Ahí se presume que es sitio de caza y tiradero de uno o varios asesinos en serie. Un caso emblemático relacionado a esa área verde fue el de la estudiante de la famosa “Prepa Juárez” de Jalapa, Gabriela Benítez, de 17 años, secuestrada en junio del 2011 y su cadáver se localizó allí tres meses después con signos de haber sido violada y estrangulada. Nunca se atrapó al responsable y el caso fue manoseado por el entonces procurador duartista, Reinaldo Escobar Pérez.
Hay otros asesinatos a lo largo del estado que se perdieron en el tiempo pues nunca fueron castigados sus perpetradores. Córdoba tiene, por ejemplo, a Abigail Luna Bautista quien el 27 de junio del 2014 fue atacada sexualmente y ahorcada con un cable en el interior de su propia vivienda de la Colonia Antorchista. Su violador y asesino fue un vecino, identificado como José Alfredo Tepepa García, quien huyó tranquilamente del lugar y hasta la fecha sigue prófugo.
En unos meses se cumplen seis años de ese feminicidio y no hay justicia para Abigail. La procuraduría en el sexenio duartista nunca buscó al criminal, la fiscalía del yunismo tampoco y ahora en el nuevo régimen ni por asomo hacen algo para desempolvar la carpeta de investigación.
También en el 2014, la niña Karime Reyes de cinco años, y su tía Mónica Reyes fueron secuestradas el 7 de julio en Coatzacoalcos y sus cadáveres se localizaron dos meses después, el 5 de septiembre, en una tumba clandestina cavada en el patio de una vivienda. Ellas fueron asesinadas a martillazos por sus verdugos.
Así hay un sinnúmero de feminicidios en el olvido aquí en Veracruz y lo peor es que también se ha normalizado la inacción judicial y la impunidad para los feminicidas. A veces, los funcionarios en lugar de allegar justicia se dedican a criminalizar a las víctimas -las asesinadas sin importar que sean menores de edad y a sus familiares- y apostarle a la desmemoria. Es la normalización de la violencia, acompañada de la desidia y negligencia oficiales.
BODAS DE PLATA
En medio de la tragedia feminista, hay una noticia amable que tiene que ver con ese sector de la población: celebró sus Bodas de Plata el mujerío que desde 1995 asumió el papel del Buen Samaritano con los migrantes que pasan por la zona centro trepados en ‘La Bestia’, el tren carguero que viene del sur, dándoles comida y agua, en un inicio, y después ampliando la ayuda a medicamentos, un lugar de reposo temporal y asistencia jurídica.
Hoy tienen un albergue para 150 personas y diariamente preparan 300 kilogramos en almuerzos, parte de ellos son arrojados en bolsas a los migrantes a bordo del ferrocarril.
Son Las Patronas, un grupo de mujeres originarias de Amatlán de los Reyes que, en el poblado Guadalupe, conocido por todos como La Patrona, comenzó la labor solidaria para con los caminantes en suelo ajeno.
La comunidad es icónica por el nombre y por la ubicación, a orillas de la vía ferroviaria por donde transitan cientos de migrantes viajando “de mosca”, es decir pegados, agarrados de donde se pueda a los vagones. Allí, en La Patrona, inició una labor tan necesaria y noble que ha sido reconocida a nivel internacional. El sábado hubo fiesta en el poblado, celebraron misa y dieron un ágape comunitario.
El padrino de las Bodas de Plata fue el sacerdote Alejandro Solalinde, el ángel caído, absorbido por la “cuarta transformación”, pero a quien nadie le puede escatimar el mérito de apuntalar durante años las labores de auxilio y defensa para con los migrantes centroamericanos.
La fecha del aniversario también es representativa: 14 de febrero, Día del Amor y la Amistad. Y Las Patronas tienen nombre y apellido, las fundadoras son Leonila Velásquez y su hija, Norma Romero, quienes fueron secundadas por una docena de mujeres: Bernarda, Rosa, Nila, Tere, Toña, Karina, Blanca, Doña Tere, Julia, Lupe y Mariela.
Ellas son madres auxiliadoras, feministas -han socorrido a varias mujeres ultrajadas sexualmente-, enfermeras, cocineras, celadoras, empáticas, solidarias, consoladoras y restauradoras. En pocas palabras, honran el nombre prestado por La Patrona.
DEJÓ HACER, DEJÓ PASAR
El 5 de junio del 2019, el senador por Veracruz, pero de origen hidalguense, Ricardo Ahued, asumió la Administración General de Aduanas. Han pasado ocho meses y no hizo gran cosa para limpiar la corrupción en esa área como había prometido el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador. A Ricardo Ahued el tiempo le ganó y quedó en evidencia por haber tolerado la permanencia de personajes acusados de permitir el tráfico de narcóticos en los puertos.
Se trata de Abel Cárdenas Lara y Guillermo César Calderón directores de los puertos de Progreso en Yucatán y Tuxpan, respectivamente, donde el propio Sistema de Administración Tributaria documentó el tráfico de efedrina y fentanilo, dos de las drogas sintéticas más demandadas en la actualidad, así como de carne de vaquita marina, totoaba y pepino de mar, especies en peligro de extinción y protegidas por leyes mexicanas e internacionales.
Esto sucedió durante los ocho meses que el hidalguense a estado a cargo de la Administración General de Aduanas, y pese a que estos actos de corrupción y colusión con el crimen organizado salieron a la luz desde el 23 de enero -la primicia la tuvo el columnista del periódico “El Universal”, Salvador García Soto- ninguno de los implicados ha sido oficialmente relevado de los cargos.
Sorprendido por la filtración en la prensa, Ahued solo atinó a señalar que “no se tolerará corrupción” en esas instalaciones y que “habrá consecuencias si se llega a comprobar algún ilícito”, pero de ahí en fuera ha guardado silencio sobre el asunto. En el altiplano, los conocedores de los vericuetos en las aduanas y los negocios ilícitos que en ellas se hacen dan dos hipótesis: una, Ahued toleró ese trasiego y, dos, nunca se dio cuenta.
Cualquiera de ambos supuestos es delicado porque lo ubican como cómplice o como mal funcionario en cuyas narices cometen delitos. Los enterados afirman que simplemente aplicó la máxima del filósofo francés Vicente de Gournay: “Laissez faire, laissez passer” –“Dejen hacer, dejen pasar”-. Es decir, se hizo de ‘la vista gorda’.
Eso es lo grave del asunto y no la ‘cortina de humo’ que la semana pasada fue difundida sobre que cobija en la dependencia federal a dos priistas -fidelistas y duartistas- de apellido Yunes, el exalcalde de Perote, Juan Manuel Velásquez Yunes, quien también tiene un parentesco político con Ahued, y Oliver Aguilar Yunes, fallido candidato a la diputación por Veracruz en varias ocasiones y que lleva varios años trabajando para el Sistema de Administración Tributaria.
No, esa especie fue difundida para atajar el tema del tráfico de droga en dichos puertos dado ya bajo la gestión de Ahued Bardahuil en aduanas. Eso de honesto es pura faramalla del también exalcalde de Jalapa y apodado el “rey del plástico chino”. Vaya, y todavía algunos lo ven como el “candidato natural” para la gubernatura en el 2024 y como el personaje más aventajado para convertirse en un gobernador sustituto si hay cambios en diciembre venidero. No se miden los acomedidos futuristas.