Este viernes se cumplen cuatro días de que se informó oficialmente la localización sin vida del periodista Gregorio Jiménez de la Cruz, y el secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez sigue en su cargo. Cuatro días y Amadeo Flores Espinosa continúa despachando como titular de la Procuraduría General de Justicia. También la errática vocera María Gina Domínguez se mantiene inamovible al igual que el ineficiente secretario de Gobierno, Erick Lagos Hernández. Son 96 horas y Javier Duarte de Ochoa sigue allí, ocupando la silla estatal que le quedó grande.
Los cuatro primeros tienen rodeado al gobernante en turno y son los causantes de que la sensación de hastío y repudio hacia su desastrosa gestión ya no sea cuestión local, sino que recorra el país de punta a punta. La opinión pública nacional coincide en que hay un gobernante fallido en Veracruz que no puede y no quiere garantizar las condiciones de seguridad pública para los ciudadanos. Hay una autoridad de adorno que no es capaz de respetar ni hacer respetar el libre ejercicio periodístico, y aún más, que se convierte en cómplice del acoso hacia los comunicadores.
Un gobernante que ha permitido –o tal vez, ordenado- que sus colaboradores retuerzan la ley para no allegar justicia a las víctimas, que camina sobre un cementerio en que se convirtió la entidad y que maneja un doble discurso porque desmiente que sea realidad la inseguridad que todos sufren pero él mismo anda rodeado con 30 guardaespaldas porque teme ser víctima de lo que tanto niega. Un mandatario que permite que cualquiera pueda arremeter contra un periodista sin que haya consecuencia.
En las redes sociales crece como espuma la iniciativa ciudadana para exigir que Duarte se vaya de la administración estatal. “#HastaQueRenuncieDuarte…” es la petición lanzada en el portal www.change.org para recopilar firmas que respalden la petición para echar al cordobés. Entre los comentarios que se manejan en el ciberespacio hay uno que retrata fielmente lo que acontece en la entidad. Lo escribe el periodista Álvaro Delgado: “Lo más oprobioso de la matanza de periodistas en Veracruz es que no pueden y no renuncian”.
El gobierno de Duarte es un emblema de impunidad, de inacción y de colusión (con los que agreden a los periodistas), señalan los analistas de toda la nación. La petición de su renuncia va seguida de una frase que se repite por todos lados, desde los espacios de opinión periodística hasta en las marchas en las calles y plazas públicas: “No les creemos”. Está tan desprestigiada la fiscalía veracruzana que nadie le otorga ni siquiera el beneficio de la duda pero se lo han ganado a pulso, son garantes de la impunidad, protectores de los agresores y atacantes de las víctimas.
Vaya que el veredicto sobre el crimen del periodista Gregorio Jiménez no sólo es insultante sino se presta a la burla pues dicen lo mató una vecina por “venganza personal”. De Regina Martínez dijeron que fue su “novio”. ¿Quién será el próximo “chivo expiatorio” para los casos que se lleguen a presentar?, ¿el compadre, el de la tienda de la esquina, el cartero? Es el repertorio burdo del desprocurador Amadeo Flores Espinosa, que provoca la risa pero alimenta el repudio hacia su patrón, Duarte de Ochoa.
Es muy posible que la marea de repudio en las redes sociales no sea tomada en cuenta por la administración duartista. Quizás Duarte de Ochoa no renuncie. Tal vez no tenga la sensibilidad suficiente para hacer una depuración de su equipo y despedir a los ineptos – Flores Espinosa, Bermúdez, Lagos y Gina Domínguez-. Y muy probablemente sólo recurra a imitar a los avestruces, enterrar la cabeza en la tierra para no ver lo que se desmorona a su alrededor. Sin embargo, la exigencia para que se vaya ya es un precedente nacional, ya lo marcó y lo perseguirá en el resto de su sexenio. Ya la historia lo marcó.
Las voces críticas del país y las más calificadas le estarán recordando que está en un cargo que le quedó grande. Que su estadía en la gubernatura es espuria, no por la forma en la que llegó -que también fue muy cuestionable- sino porque no ha cumplido con el compromiso de cumplir la ley y hacerla cumplir. Duarte de Ochoa ya no representa a los veracruzanos. Está terriblemente disminuido, ya perdió la credibilidad y el poco respeto que algunos le concedieron por el estatus de gobernador.
Recurriendo a las palabras del tabasqueño Andrés Manuel López Obrador, se podría decir que terminó como “un bulto” que nadie quiere cargar, que estorba hasta para quienes lo pusieron. Un bulto que molesta en Los Pinos, en el PRI, entre los empresarios, los religiosos, los hombres de ciencia, los activistas y que ya no soportan los veracruzanos. El “HastaQueRenuncieDuarte…” ahí estará vigente, como una piedra en el zapato, una espina enterrada que le recuerde que nadie lo considera digno de ser gobernante. No es su lugar y los veracruzanos nunca merecieron tal calamidad. Hasta que renuncie o hasta que se vaya -no importa que sea en el 2016 porque al final lo tendrá que hacer y será por la puerta de atrás-, sólo es cuestión de esperar.
VERGÜENZA DEL GREMIO
Por cierto, además de que los diputados priistas y ex conductores de Televisa Veracruz, Ana Guadalupe Ingram y Tonatiuh Pola nunca se condolieron por el secuestro y homicidio del compañero Gregorio Jiménez, también asumieron actitudes que verdaderamente asombran por su extrema zalamería. Recurren sin pudor a la felonía. Por ejemplo, Pola Estrada declaró que la Procuraduría “ha resuelto satisfactoriamente todos los casos”- de los asesinatos de los diez periodistas en el gobierno de Duarte de Ochoa, de acuerdo a una entrevista dada el mismo martes cuando se encontró el cuerpo sin vida del compañero.
Para el quejumbroso legislador todos los crímenes están esclarecidos, no hay impunidad, nunca hubo “chivos expiatorios”, los compañeros fallecidos descansan en paz y fueron honrados al hacerles justicia. Aún más, exige que ahora “no se politice” el caso de Gregorio Jiménez con el fin de “golpear al gobierno y a las instituciones”. Y lo extremo es que Pola afirma que hoy “cualquiera te mata por unos pesos, no sólo a los periodistas sino a todos los ciudadanos”, en un intento de justificar la muerte de Gregorio Jiménez y restarle responsabilidad a las autoridades estatales. ¿Qué decir de las declaraciones de Tonatiuh? Únicamente que el gremio está avergonzado de haberlo contado entre los suyos.
Afortunadamente personajes como Pola Estrada son pocos pues en contraparte se puede presumir que la mayoría de los colegas veracruzanos se sumaron a la exigencia para que se buscara a Gregorio Jiménez e incluso salieron a las calles tanto para clamar por su regreso como para repudiar la ola de agresiones contra la prensa. Es encomiable la decisión valiente de reporteros, camarógrafos, fotógrafos, redactores, columnistas y articulistas de marchar y apostarse en plazas públicas o frente a oficinas de gobierno.
El ejemplo lo pusieron los colegas del sur del estado -de Coatzacoalcos, Minatitlán, Acayucan, Jáltipan, entre otros- que no dudaron en expresar públicamente su clamor a favor de Jiménez de la Cruz y su rechazo a los funcionarios duartistas que maniobraban por minimizar el caso. Ellos lo hicieron pese al riesgo de estar en la mira de los delincuentes y desafiando la orden dada desde Palacio de gobierno a sus jefes, los directivos o propietarios de medios de comunicación, para que fueran sancionados o despedidos si participaban en las movilizaciones.
Compañeros del norte del estado, de Xalapa y de la conurbación Veracruz-Boca del Río se unieron a esas movilizaciones sobreponiéndose a los amagos de los facinerosos. Claro, hay descastados que están a sueldo y los critican, llenándolos de injurias y descalificaciones, pero son los menos y sus voces carecen de credibilidad. Por lo tanto, no causan mayor impacto, son vergüenza del gremio, nada más. La generosidad de salir a las calles pese al clima de miedo y hostigamiento es digna de reconocerse. El gritar a Duarte y a sus ineptos colaboradores: “¡No les creemos!”, es una actitud valiente, responsable y sobre todo, solidaria. A ellos no les debe preocupar que vociferen los empleados de los poderosos pues están enalteciendo al gremio.
Es verdad que los periodistas no deben estar como protagonistas de la noticia, su oficio es atestiguarla y contarla. Sin embargo, las condiciones actuales de Veracruz los obliga a dar la cara por los compañeros caídos y a exigir que se detenga la ola de ataques. Es a lo que ha orillado el contexto delictivo en la entidad y la inexistencia de un gobierno fallido, a salir a las calles para exigir justicia y el derecho de realizar el quehacer informativo sin que por ello tengan que pagar con su vida.
Todos están dando una lección de honorabilidad y decoro. A ellos nuestra gratitud al igual que a los editores que han permitido difundir el reclamo reporteril, exigir justicia para Gregorio y se han solidarizado con el gremio que hoy está bajo metralla. Los directivos y propietarios de las empresas periodísticas que se han negado a ocultar la noticia y a reprimir a sus colaboradores, como lo exige palacio de gobierno, también están dando una lección de dignidad.