por Alberto Aziz Nassif
La suerte de la reforma laboral cambia todos los días. Por circunstancias extrañas, la semana pasada hubo una coincidencia en el Senado entre el PAN y el PRD para volver a integrarle lo que le quitaron. Los diputados aprobaron la reforma con la mayoría del PRI, PAN y PVEM, la izquierda votó en contra, pero esa mayoría de legisladores decidió quitar los temas de transparencia y democracia directa. Ahora la bandera de la discordia entre senadores y diputados, entre PRI y PAN, es la transparencia y la rendición de cuentas. Cualquier cambio que hagan los senadores abre la posibilidad de que la reforma sea congelada, como ya amenazaron los líderes “charros” en el Congreso.
Cada día la reforma laboral se vuelve menos importante y con menor sustancia. Resulta curioso, por decir lo menos, ver a esos viejos líderes que salen en la defensa de sus intereses, porque un posible cambio de reglas los amenaza. El humor es el que mejor captura el momento: la caricatura de Helguera presenta a Gamboa Pascoe, líder de la CTM, que se detiene con un bastón y dice “A nosotros no nos contrataron por hora, sino por siglo”. Esta capa de liderazgos aún sigue al frente, mueven el abanico del sindicalismo que antes era llamado oficial y que ahora se ha vuelto de protección patronal.
En la política mexicana se acumulan las contradicciones y los dobles juegos. El PAN, como partido en el poder, no hizo nada para cambiar las reglas de este tipo de sindicalismo; su alianza con Elba Esther será un costo con el que cargarán los dos presidentes panistas, Fox y Calderón. La exhibición de actos de corrupción al estilo Romero Deschamps será otra piedra en el zapato de ese partido que se desfiguró con el poder. Calderón, al cuarto para las doce, mete una iniciativa preferente al gusto empresarial y les complica la vida a los líderes “charros”, por los temas de transparencia y democracia. A estos liderazgos no les importó mucho el tope de 12 meses de salarios caídos o la flexibilización, aunque sí se logró ponerle algunas condiciones al outsourcing, pero eso de la transparencia de los contratos, intolerable y veneno al mundo de simulación que los mantiene. Los patrones quieren que la subcontratación no tenga condiciones y hacen lobby para quitar los candados.
En esta cadena de contradicciones los diputados panistas aprueban la reforma laboral mutilada, pero sus compañeros senadores le quieren reintegrar el paquete de democracia sindical y anuncian que se van con la izquierda. Pero habrá que verlos votar para creerlo, porque lo más probable es que se disciplinen y aprueben la iniciativa como hicieron los diputados. Si prospera la alianza PRD-PAN se complicaría el escenario y la reforma laboral podría entrar a un ámbito de pronóstico reservado.
El ejemplo de este proceso legislativo sirve para visibilizar los grados de captura en los que se ha metido el país. En cada asunto de interés público que se toque habrá grupos y personas que se sentirán amenazados. Hoy son los patrones y los líderes “charros” que no quieren que la transparencia haga visible la ficción de los contratos de protección con la que controlan el mundo laboral. Mañana pueden ser los partidos, en caso de algún cambio a sus privilegios económicos, y pasado mañana los monopolios en materia de telecomunicaciones. Prácticamente a donde llegue la transparencia se podrá ver qué tipo de interés particular se quiere conservar y reproducir.
Las batallas que vienen nos mostrarán una agenda cargada de intereses: Pemex, telecomunicaciones, reforma fiscal, autonomía al IFAI, nueva reforma electoral, entre otras; por eso seguiremos viendo manotazos legislativos. Hasta no ver la votación se podrá saber qué tipo de arreglos se hicieron y quién es quién. Hasta entonces, seguirán las presiones. De cualquier forma, no hay que hacerse ilusiones de que es la gran reforma y representa cambios importantes: no es así, seguirá la precariedad laboral y el autoritarismo burocrático. Se necesitaría garantizar el acceso público a los contratos colectivos y registros, el voto secreto y la obligación de votar los contratos para una democratización sindical en serio.
PD. Una tarea relevante del Senado será el nombramiento de los dos ministros de la Suprema Corte. Muchos ciudadanos exigimos, sin grandes esperanzas, que se elijan a los mejores perfiles, es decir, juristas con una trayectoria probada, una visión democrática de Estado, que no tengan esqueletos en el armario y que garanticen una labor independiente y autónoma en la SCJN. Uno de los candidatos con ese perfil es el magistrado Pablo Vicente Monroy Gómez.
Investigador del CIESAS