Por: Catón / columnista
Gansatole. Tal es el combustible usado por López Obrador en su gobierno. Con gansatole mantiene encendida la esperanza de la gente. Palabras en abundancia y promesas incumplidas le sirven al Presidente para dar la impresión de movimiento aunque ninguna obra visible dé concreción a su locuacidad de cada día y a su incesante prometer. Ahora nos anuncia la atención médica gratuita para todos los mexicanos, independientemente de su condición social.
Tal parece que el actual régimen cree que legislar equivale a hacer, y que la realidad puede transformarse por Decreto: bastará un Fiat lux para que el País quede iluminado; sólo se necesita decir “Hágase” para que las cosas se hagan. Mientras tanto, la situación se va deteriorando, y no a paso lento sino veloz. En lo que hace a la salud, por ejemplo, estábamos mejor cuando estábamos peor. El Seguro Popular fue suprimido de un plumazo –de pluma de ganso, por supuesto–, siendo que a pesar de sus fallas y carencias beneficiaba a millones de mexicanos.
En su lugar se inventó un Instituto de Salud para el Bienestar que hoy por hoy es un almodrote improvisado, nacido del mero prurito de no dejar ningún resto de los gobiernos anteriores. Destruir es muy fácil: las coces que da el poder mal dirigido suelen ser muy contundentes. Lo difícil es construir bien, de manera eficaz y duradera, siguiendo un plan razonable y razonado y sujetando las acciones a un programa que haga de las instituciones instrumentos de verdadero beneficio para la comunidad y no elementos de propaganda demagógica.
¿Atención médica gratuita para todos? A fin de lograr eso se necesitan recursos y organización. Ni una cosa ni la otra está aplicando AMLO al renglón de la Salud. Y con gansatole las cosas no se mueven… Hay tres palabras que un hombre odia oír de una mujer en el momento del acto del amor. Esas palabras son: “¿Ya está ahí?”. Y hay tres palabras que una mujer odia oír de un hombre en el momento del acto del amor. Esas palabra son: “Ya llegué, querida”… “No me gusta nada el aspecto de su esposa” –le dijo el ginecólogo a don Chinguetas después de revisar a la señora. “Bueno, doctor –se molestó el marido. El que usted le ve no es precisamente su mejor ángulo”…
Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, relató en la merienda de los jueves: “Ya estaba yo harta de hacer el amor con un hombre panzón, de modo que inscribí a mi esposo en un gimnasio. Ahora mientras él está en el gimnasio viene a mi casa un hombre que no está panzón y hago el amor con él”… Conocemos bien a Astatrasio Garrajarra: es un ebrio consuetudinario. Su anciana madre lo amonestó con cariñosa solicitud: “Hijo mío: el vino no te sienta”. “¡Cómo no, mamá! –opuso el temulento. ¡Hasta me acuesta!”… ¿Cuándo supo Pinocho que estaba hecho de madera? Cuando su mano empezó a humear… En el bar un tipo le preguntó con voz untuosa a una muchacha que no llevaba anillo de casada al dedo: “¿Cómo es que una linda chica como tú sigue soltera?”. “No sé –respondió ella. Ha de ser mi buena suerte”…
Los sobrinos de Himenia Camafría le pidieron que les hablara del tiempo en que fue joven. Contestó la madura célibe: “No me gusta hablar de mi juventud”. “¡Ah, tía! –le dijo, travieso, uno de los chicos. ¡Qué harías que no te quieres acordar!”. Replicó Himenia, hosca: “No hice absolutamente nada. Por eso no me gusta hablar de mi juventud”… El señor y su esposa estaban platicando. Comentó él: “Mi compadre Pitorrango es un consumado seductor. Tiene tanta labia, tanto poder de convicción, que siempre las mujeres acaban rogándole que les haga el amor”. Declaró muy digna la señora: “Yo nunca he tenido que rogarle”… FIN.