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El hombre que pudo ser Presidente

Superiberia

No ha sido fácil la vida de quienes se quedaron a un paso de obtener una candidatura a la Presidencia de México. Sobre todo cuando ésta tenía el triunfo garantizado, como ocurría en los tiempos del antiguo régimen.

La mayoría de quienes se quedaron a la orilla durante esa etapa tuvieron muchos problemas para reinsertarse en la política. Casi siempre tuvieron que esperar un sexenio para buscar acomodo y, generalmente, ni así lo encontraron.

Le pasó al ex regente Javier Rojo Gómez, a quien Miguel Alemán ganó la candidatura a fines de 1945. Después de un sexenio en la banca, el presidente Adolfo Ruiz Cortines lo mandó a Japón como embajador y, posteriormente, Gustavo Díaz Ordaz lo designó gobernador del territorio de Quintana Roo, un cargo que en ese entonces era equivalente a ser enviado al Lejano Oriente.

Le pasó al también ex regente Fernando Casas Alemán, a quien Adolfo Ruiz Cortines rebasó para quedarse con la postulación. Entre los dos veracruzanos había una pésima química, y lo único que encontraría después Casas Alemán en el tablero de la política serían las embajadas.

Le pasó a Gilberto Flores Muñoz, quien ya sentía la candidatura en la bolsa, pero la perdió con Adolfo López Mateos. En 1976, el presidente José López Portillo lo sacó del ostracismo y lo puso al frente de la Comisión Nacional Azucarera, cargo que ocupó hasta su asesinato en 1978.

Le pasó a Ernesto P. Uruchurtu, cuyos dos sexenios como regente se prolongaron casi dos años en el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, el hombre que le ganó la carrera por la Presidencia y que se dio el gusto de correrlo en 1966. El sonorense no volvió a ocupar cargos públicos.

Quizá la excepción de la regla sea Emilio Martínez Manautou, quien, sin embargo, fue marginado de la política mientras duró en la Presidencia su rival por la candidatura, Luis Echeverría. El tamaulipeco rehizo su carrera gracias al presidente José López Portillo, quien había sido su subalterno y lo invitó al gabinete. Posteriormente gobernaría su estado.

A Porfirio Muñoz Ledo también lo hizo secretario López Portillo, pese a que ambos habían competido por la nominación. No obstante, Muñoz Ledo se mantuvo en la cartera de Educación Pública apenas un año. Reinventaría su carrera política por fuera del PRI, donde finalmente obtendría una candidatura a la Presidencia, si bien testimonial.

A Javier García Paniagua le hizo muy mal quedarse a la orilla y ver partir a la nave del poder con Miguel de la Madrid a bordo. Es más, ni siquiera esperó el final del sexenio para botar la chamba en la Secretaría del Trabajo. Regresó a la jugada en el periodo subsecuente, pero sólo para ser secretario de Protección y Vialidad del DF y director de la Lotería Nacional.

La sucesión presidencial de 1987 fue sui géneris. La disidencia interna del PRI obligó al partido a celebrar una “pasarela” de precandidatos. El favorecido por el show fue Carlos Salinas de Gortari, quien sólo incorporó a su gabinete a uno de sus rivales por la nominación: Manuel Bartlett.

El 23 de marzo de 1994 fue asesinado el candidato presidencial Luis Donaldo Colosio. La sustitución del aspirante generó una gran polémica en el seno del priismo.

Muchos de quienes habían competido con Colosio por la nominación -como Pedro Aspe- estaban descartados por no haberse separado de su cargo seis meses antes de la elección. 

Desechada una reforma constitucional para brincar ese impedimento, el presidente Salinas elaboró 12 tarjetas con los nombres de quienes tenían posibilidades, legales y políticas, de sustituir al candidato asesinado.

Uno a uno, Salinas se fue deshaciendo de nombres: Fernando Ortiz Arana, José Francisco Ruiz Massieu, Fernando Gutiérrez Barrios, Sergio García Ramírez…

Al final quedaron dos tarjetas: las que tenían los nombres de Ernesto Zedillo, el coordinador de la campaña de Colosio, y Francisco Rojas Gutiérrez, el director de Pemex. Tras de hacer consultas, Salinas se decidió por el primero.

Como ya era tradicional, la banca aguardaba a Rojas. Estuvo en ella todo el sexenio, el último de la primera etapa del PRI.

En los años del PAN en la Presidencia, el también ex secretario de la Contraloría labró su retorno a la política activa. Fue diputado de 2003 a 2006; luego, presidente de la Fundación Colosio y, después, coordinador del PRI en la Cámara baja.

Al volver el PRI a la Presidencia, fue nombrado director de la CFE. Se ha hecho notar que su distancia respecto de la reforma energética del presidente Enrique Peña Nieto lo convirtió, el miércoles pasado, en uno de los primeros funcionarios del gobierno en ser removidos.

Lo cierto es que Rojas fue alcanzado por el sino de quienes, en la era del partidazo, se quedaron a un paso de la candidatura… y de la Presidencia.

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