Por Andrés Timoteo / columnista
ACTEAL Y LA IMPUNIDAD
Hace una semana, el 22 de diciembre, se cumplieron veintidós años de la masacre de 45 indígenas tzotziles en Acteal, Chiapas. Una década y siete años después la impunidad para los agresores y el dolor para los deudos siguen fulgurantes. No hay justicia ni reparación para las víctimas, entre las que se contaron niños y mujeres embarazadas que fueron asesinadas en el interior de un templo donde oraban y donde creyeron que los atacantes no se atreverían a ingresar.
El tiempo se encargó de evidenciar a todos los que contribuyeron por acción u omisión a que nunca se hiciera justicia. La cercanía del nuevo gobernante del País, el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador con las familias caciquiles de Chiapas que durante años explotaron a los pueblos étnicos y se enriquecieron con el saqueo de recursos, es un ejemplo. Hay familias de caciques muy allegadas al lopezobradorismo entre ellas la del exgobernador Manuel Velasco, hoy senador y cercanísimo a palacio nacional, cuyo padre y abuelo fueron caciques de horca y cuchillo en Chiapas.
Pero la ‘joya de la corona’ es que en el segundo cargo de importancia en el gobierno de México figura una de las cómplices que dieron impunidad a los responsables materiales de aquella matanza. Se trata de Olga Sánchez Cordero, actual secretaria de Gobernación, quien hace diez años siendo ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) votó para que fueron liberados los 18 integrantes del grupo paramilitar “Los Chinchulines” que cometieron la masacre.
Los mismos pobladores de Acteal se lo espetaron al Gobierno lopezobradorista al conmemorar los 22 años de la tragedia: “llevamos 22 años denunciando públicamente los hechos y diciendo que fueron planeados por el gobierno, pero las administraciones priistas y panistas han encubierto este crimen, protegiendo a los autores materiales e intelectuales, tratando de ocultar la verdad”.
“(Y ahora) si una de las ministras que votó en favor de la liberación de los paramilitares es la actual secretaria de Gobernación de Andrés Manuel López Obrador, Olga Sánchez Cordero, ¿qué podemos esperar de la administración actual? Los paramilitares liberados hace 10 años, lejos de ser castigados, han sido premiados”, aseguraron. La “cola” de los integrantes del gabinete Federal se extiende hasta Chiapas, por eso el silencio del mandamás sobre el tema. ¿Alguien lo oyó tocarlo en estos días?
2019, EL AÑO DE LAS MASACRES
Si el gobierno del priista Ernesto Zedillo escandalizó al País y al planeta por matanzas perpetradas, entre ellas Acteal y también la de Aguas Blancas en Guerrero en 1995 y la de El Bosque -también en Chiapas- en 1998- y se calificó al zedillato como “el régimen de las masacres” ahora en lopezobradorismo lo desbancó y por mucho. Este 2019 cierra con 16 masacres que tuvieron un saldo de más de 500 vidas pérdidas.
Por masacre se entiende, en el argot policíaco y militar, la muerte en el mismo espacio y tiempo de al menos una decena de personas. De esas 16 masacres en este año, diez han sido las más numerosas y dos se registraron en Veracruz: la de Minatitlán el Viernes Santo, 19 de abril, donde perecieron 14 personas y la de Coatzacoalcos -bar “Caballo Blanco”- el 27 de agosto con 31 muertos. Cuarenta y cinco decesos por las dos, la misma cifra que Acteal, triste coincidencia.
Otras relevantes por la cifra de víctimas fueron Aguililla, Michoacán con 14, Salamanca, Guanajuato con 15, Uruapan, Michoacán con 19 y la más reciente fue a principios de diciembre en Coahuila, principalmente en el municipio de Villa Unión, que cobró la vida de 25 personas. Tal vez la más mediática fue el asesinato de niños y mujeres en Bavispe, Chihuahua el 4 de noviembre.
Fueron nueve víctimas mortales en total, todas de la familia LeBaron -cuatro eran niños y dos eran bebés- que también evidenció la desidia e indiferencia del Gobierno Federal para atenderlo o al menos condenarlo. El mismo gobierno de López Obrador fue obligado a reaccionar ante la amenaza del presidente norteamericano Donald Trump de catalogar a los cárteles de la droga como terroristas -petición que hizo la familia LeBaron que tienen nacionalidad estadounidense-.
Las autoridades mexicanas no actúan contra los narcos y entonces entraría al quite las norteamericanas al aplicar sus leyes extraterritoriales. Eso puso a temblar al Gobierno mexicano por el impacto geopolítico de tal declaratoria, misma que se aplazó momentáneamente tras negociar -más bien ceder- a lo exigido por Estados Unidos. Se repite: quién lo iba a decir que los mexicanos tendríamos que agradecer a Trump que pusiera a trabajar a López Obrador contra los narcos.
El primer año del gobierno morenista rebasó por mucho la estela de sangre que dejaron otros sexenios. Por ejemplo, la cifra de asesinatos atribuidos a la injerencia del narcotráfico cierra en 32 mil mientras que al panista Felipe Calderón quien inició la llamada “guerra contra el narco” le reprochan haber acumulado en todo su sexenio 121 mil muertos. A ese ritmo y si no se cambia la estrategia de “abrazos, no balazos”, este Gobierno rebasará las cifras de Calderón y las del priista Enrique Peña Nieto juntos.
Ya muy lejos quedaron las estadísticas en los sexenios de Ernesto Zedillo, Carlos Salinas y Vicente Fox. Lo peor de asunto es que el baño de sangre se recrudeció por la decisión presidencial de no combatir al crimen organizado sino al contrario de prometer amnistía a los capos, de minimizar la belicosidad y salvajismo de los carteles con frases fútiles como “fuchi”, “guacala” y “ya chole” o la burla esa de que a los maleantes “los va a acusar con sus mamás y sus abuelitas” para que dejen de delinquir.
Ahí está el saldo de esa indiferencia y la inacción para combatir al crimen: 16 masacres terribles, 32 mil víctimas – a razón de casi cien diarias-, uno 10 mil desaparecidos -que se suman a los 40 mil que ya se tenían acumulados desde el 2007, aunque las autoridades se han negado a actualizar la estadística- y una nube de dolor y luto que invade a todo el territorio nacional. El 2019 fue el año de las peores masacres y lo más angustioso es que el 2020 no pinta mejor.