No sé ustedes, pero yo ya terminé con este sexenio. Y me doy de santos que el sexenio no haya terminado conmigo (aunque sí lo hizo con más de 70 mil mexicanos). Tendría que haber hecho un balance del sexenio de Felipe Calderón, como oportunamente lo están haciendo la mayoría de mis colegas, pero francamente, qué flojera. Tras varios centenares de textos dedicados a su presidencia estos seis años, mis neuronas se niegan escribir una más. La mediocridad de su equipo y la mezquindad del personaje no son precisamente fuente de inspiración, ni siquiera para ser denostados. Mientras seguimos en espera de conocer el gabinete con el que se estrenará Peña Nieto, primer indicador real de lo que podríamos esperar de su sexenio, me permito adelantar algunas de las situaciones que seguramente no veremos en la próxima administración. A falta de mayor información sobre lo que se nos viene, podríamos comenzar a descartar lo que no se nos viene. No veremos al Presidente vestido de soldadito. Creo que después de todas las caricaturas que ridiculizaron al Comandante Felipe Calderón con su uniforme de guerra, a Peña Nieto le deberían quedar muy pocas ganas de disfrazarse de militar. Los mal pensados dirán que su negativa obedecería a razones estéticas (el verde oliva le sienta mal al bronceado facial), pero el asunto tendría que ver con la necesidad de alejarse de una imagen presidencial belicosa que tanto le gustó a su antecesor. No habrá una visita presidencial a la FIL de Guadalajara. Estoy seguro de que a estas alturas el Presidente se ha tatuado en el cerebro una docena de títulos literarios (me refiero a EPN, no a Calderón, quien hace días está perdido en el maratón de inauguración de obras inconclusas, que sólo él cree que están terminadas). Incluso es probable que Peña Nieto se haya dado a la tarea de leer algunos de estos títulos. Pero no creo que vaya a correr el riesgo de que una visita a la FIL desate de nuevo el recuerdo del video viral que generó en diciembre de 2011 sus titubeantes respuestas. No hablará inglés en público. Peña Nieto hizo el equivalente a tercero de secundaria en una escuela en Maine, Estados Unidos. Pero no debe haberlo practicado mucho desde entonces. Su manejo del inglés es más que suficiente para una visita turística o para hacer las compras en un mall de Dallas. Pero la última vez que intentó leer un discurso en Estados Unidos, el resultado fue terrible. Aunque leía en inglés su auditorio habría necesitado subtítulos para entenderle. Y cuando intentó improvisar debió consultar con el traductor. No lo veremos en los campus universitarios. Otro territorio vedado para el próximo Presidente. Salvo que se trate de su alma mater, la Universidad Panamericana, vinculada al Opus Dei, Peña Nieto se cuidará de volver a asomarse a un auditorio académico. Se supone que los de la Ibero no eran resentidos sociales ni morenitos (como llegó a decir un priista para defender a su candidato) y así le fue. Circula un tuit que sugiere a Peña Nieto tomar posesión en el baño de la Ibero. Más allá del ingenio chocarrero, el autor identifica bien el epicentro de las pesadillas del cuarto de guerra del Presidente: los jóvenes y su impacto en redes sociales. No visitará Tierra Caliente Michoacán. No sé cuanto tiempo tarde un Presidente mexicano en recorrer las rancherías en las que el narcotráfico hoy en día es la ley, pone y quita presidentes municipales y cobra los impuestos. Desde luego siempre cabe la posibilidad de que los militares tomen por asalto un poblado durante unas horas para que el mandatario pueda tomarse la foto. Pero incluso eso es de alto riesgo para la seguridad del Presidente. No buceará en Cozumel. La buena noticia para los pobladores de esta hermosa isla es que el Estado Mayor no acordonará calles y arrecifes para que el Presidente pueda contemplar los peces de colores o rodar en bicicleta –y caerse– entre los palmares, como lo hacia Calderón. Cada mandatario tiene su propio sello a la hora de vacacionar. Peña Nieto gustaba de Miami y de Europa, pero seguramente habrá de optar por un paraje nacional durante los próximos seis años. En la Riviera Maya esperan que ahora les toque a otros. Mi lista de lo que seguramente no hará Peña Nieto dista de ser exhaustiva. Mientras esperamos el 1 de diciembre, solicitaría algunas sugerencias para ampliar esta modesta contribución a la anti-agenda del próximo Presidente. www.jorgezepeda.net