Córdoba.- María de Pilar, o Pili, como es conocida entre sus familiares y amigos, tiene 48 años. A su corta edad, cada día se ha convertido en un aniversario más, un regalo de la vida. La razón es tan compleja como dolorosa: un cáncer de pulmón está acabando con ella.
En septiembre, tras abandonar el tratamiento iniciado al momento de la detección del cáncer (hace dos años), tuvo una recaída que la ha llevado a una situación terminal. Pili sólo piensa ahora en una cosa: que a sus hijas de 12 y 18 años no les falta nada cuando no esté. “Ellas son las que me mantienen con vida”, afirma.
Las cifras son ambiguas y obedecen a esfuerzos aislados de organizaciones e instituciones de salud, pero se estima que el cáncer afecta a cerca de 114 mil mexicanos al año, la tercera causa de muerte en el país.
En el Día Mundial contra la enfermedad, El Buen Tono recoge la historia de María del Pilar, una realidad que se repite frecuentemente en los hospitales de la región. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en México fallecen 65 de cada 100 mil habitantes por cáncer. Una enfermedad desoladora.
Ira y desolaciòn
Pili inició un proceso de quimioterapia que mejoró temporalmente su estado de salud. Ante los buenos resultados, ella se confió y abandonó el tratamiento. Meses después tuvo una recaída y el cáncer se había extendido. El reporte médico ya no arrojaba muchas esperanzas.
La salud de Pili se fue deteriorando cada vez más. Los efectos secundarios de la quimio hicieron que, además de las dolencias por el cáncer, apareciera una úlcera gástrica que le impide ahora tolerar los alimentos. En pocas semanas, Pili ha pasado de pesar 70 kilos a 39.
Los nuevos tratamientos no han dado resultados y no hay ninguna parte en su pulmón que no haya sido afectada por el cáncer. “Yo me enojé, me dio coraje que además de estar gastando y todo lo que estaba tomando, no sirvió para nada (…) Sólo me dijeron que ya no tenía remedio y que era terminal. Me dio por llorar y me desesperé… hay ocasiones en las que ya no quiero seguir”.
ìNo me quiero internarî
Durante los dos años de tratamiento, Pili ha costeado unos tratamientos que pasan de los 5 mil pesos por consulta. Ahora sólo quiere pasar el tiempo que le quede con sus hijas. “Me dicen que me pueden enviar a una clínica en Xalapa, para que me atiendan… Yo no quiero ir. Prefiero morir al lado de mis hijas”, comenta con los ojos llorosos.
La vida de Pili y su familia ha cambiado por completo. Ella apenas puede levantarse o caminar, y su familia está pendiente de ella las 24 horas. La mayor de sus hijas es la que ha asumido la mayor responsabilidad en el cuidado de su madre, abandonando temporalmente sus estudios. “Mi hija la grande está consciente de lo que va a pasar, pero ella me dice que se va a buscar un trabajo para cuidar a su hermana”.
Temen llegue el momento
El aspecto de Pili es débil y extremadamente delgado. Ella dice que ya no cuenta el tiempo, no le importa. Su victoria es la familia y los meses que ha logrado mantener el pulso a una enfermedad voraz.
No va a dejar de luchar. Cada mañana abre los ojos pensando que tiene un día más para disfrutar. Pensando que es un día más para dar ejemplo a su familia. “No se mañana si voy a vivir, pero estoy conforme con lo que venga”.
Yessica MartÌnez Arguelles
El Buen Tono