La Reforma Política incluyó la paridad en las candidaturas para los Congresos locales y para el federal. Es decir, para las siguientes elecciones, los partidos deberán elaborar y proponer 50% de mujeres y 50% de hombres, sin posibilidades de hacer las muy conocidas triquiñuelas del pasado, entre las que destacó las de las muy mal llamadas juanitas. La reforma, sin embargo, no dice nada sobre cómo debe integrarse el Consejo del nuevo Instituto Nacional de Elecciones (INE).
Ahora, la tarea para la que se han organizado muchos grupos, es para capacitar a las que pueden estar en las listas. Parece una tarea urgente, y lo es; pero no dejemos que nos enturbien los prejuicios: tan mal preparadas están ellas como ellos. Ni mujeres, ni hombres cuentan con los recursos teóricos y prácticos para hacer bien la tarea encomendada: representar al electorado. Es entonces importante que los partidos hagan esa parte de la tarea: capacitar a sus cuadros.
Es muy importante que la institución que va a organizar todo el proceso y vigilar que los estados cumplan con las normas, esté conformada de manera paritaria. En su Consejo, del que ya anunciaron que se formará con once integrantes, deberemos ver a 5-6 mujeres y a 6-5 hombres. Y, por supuesto, con las capacidades para hacer bien el difícil trabajo de organizar elecciones.
Entre las muchas capacidades que deben tener, una que resulta tan importante para ellos como para ellas es la clara conciencia de que las mujeres somos seres humanos y estamos en situación de desigualdad, especialmente en la esfera de la política. Esto, que hasta parece broma, ha sido constatado por la historia una y otra vez. Resuenan con chocante insistencia frases como “en cuestiones de poder, las mujeres son inferiores en capacidad a los hombres”, y ya desde 1881, Susan Anthony interpeló al Congreso de Estados Unidos diciendo: Señores, ¿somos personas las mujeres? Lo grave no es sólo que se diga, sino que se ha legislado para impedirles acceder a sus derechos, y en muchas ocasiones la organización de las instituciones se hace de manera que obstaculiza que ellas participen en igualdad de condiciones en la toma de decisiones.
La igualdad, principio que reconoce a todos los ciudadanos capacidad para los mismos derechos, debemos construirla. Si hemos sido capaces de crear sistemas tan desiguales, es obligatorio comenzar a desactivarlos. La lucha por los derechos de las mujeres se refiere a la igualdad de género, es decir, a asegurar la igualdad de hecho y de derecho entre mujeres y hombres, para romper con el esquema que otorga mayor valor y prestigio a los roles y comportamientos atribuidos a los hombres, pero limitando al mismo tiempo los campos de actividad de las mujeres. Aquí topamos con otro reto: erradicar o al menos disminuir la violencia que se ejerce contra las mujeres tanto en los Congresos como en los partidos.
Es urgente asumir el reto de incorporar la perspectiva de género en la vida política y la justicia mexicana, para acelerar la participación de las mujeres y mejorar la igualdad de facto con los hombres. El Presidente está haciendo su parte. Las y los legisladores deben hacer la suya y esta es una muy importante oportunidad para demostrar sus valores democráticos. Seleccionen en paridad y a personas con conciencia de igualdad de género