RESISTIR ES DESOBEDECER
Ayer jueves se cumplieron 66 años del asesinato del pacifista Mathatma Gandhi, icono mundial de la resistencia pacífica, la que practicó en su natal India y con la cual logró su emancipación del Imperio Inglés que la mantenía como una colonia.
Más de seis décadas después sigue imborrable la lucha de Gandhi que sin llamar a las armas movió a toda su nación. Hoy la resistencia de Gandhi contra el imperialismo, la imposición, el saqueo de los patrimonios locales, la destrucción del medio ambiente y el exterminio de la identidad de los pueblos es una urgencia para el mundo que presenta situaciones caóticas de despojo de la dignidad humana y del derecho a la autodeterminación de las naciones.
La filosofía de Gandhi también está presente hoy con los llamados a la desobediencia civil como un arma de la colectividad contra los gobiernos formales y los “de facto”, es decir los grupos de poder financiero, político, religioso e incluso delictivo que son los que ponen y quitan autoridades y deciden el futuro de la población. Quizás la faceta más globalizada de estos poderes fácticos es el llamado “Estado Corporativo Mundial”.
Estas son las empresas transnacionales que dominan el orbe y no tienen lealtad hacia ninguna nación y su único credo son las utilidades económicas a costa de lo que sea, de pisotear a quien sea. La resistencia hacia ese “Estado” conduce invariablemente a la desobediencia, la cual ya está vigente en las movilizaciones ciudadanas en varios puntos del planeta como “Los Indignados” y “Los Ocupa” que se han volcado a las calles y plazas públicas en España, Estados Unidos, Gran Bretaña, Egipto, Ucrania, Grecia y en menor medida en algunas naciones latinoamericanas para rechazar el modelo de cosas y la delincuencia fomentada desde la cúpulas del poder.
Y claro, la resistencia a través de la desobediencia también incluye a los comunicadores, medios informativos y a la comunidad intelectual que actualmente se encuentra, en gran parte, coludida con los poderes fácticos, según afirma el periodista norteamericano Chris Hedges, Premio Mundial de Periodismo en Derechos Humanos en los años 2009 y 2011.
Hedges sostiene que en casi todos los países se registran “golpes de estado en cámara lenta” pues las corporaciones transnacionales se han apoderado de todos los hilos del poder, convirtiendo a los gobiernos en títeres y dejando a la ciudadanía en la impotencia. Y esas transnacionales tienen como aliados a los intelectuales que se someten, “que se han vendido”, poniendo su talento al servicio del Estado Corporativo en lugar de colocarse al lado de los ciudadanos.
“No desafían las estructuras de poder, se esconden detrás de las disciplinas académicas arcanas, convirtiéndose en figuras que no contribuyen al bien común ni al enriquecimiento del discurso civil”, expone al aludir a los intelectuales orgánicos que enmudecen a conveniencia pese a que sus mentes preclaras los debería obligar a ser conductores de ideas que ayuden a liberar a las mayorías de la tiranía de esos grupos de poder.
El otro gran aliado es la “prensa vendida” -término completamente válido y vigente en el mundo, en México y por supuesto, en Veracruz- porque los medios informativos “están completamente corporatizados, se vendieron y sólo unas cuantas empresas controlan lo que ven, escuchan y leen los ciudadanos, e imponen una especie de uniformidad de opinión insulsa de manera muy efectiva”.
Todo periodista que no se ajuste a los patrones informativos impuestos, se convierte en un paria. “Si te atreves a hablar abiertamente sobre las estructuras del poder, si desafías la manera cómo están construidas esas estructuras y desafías el crimen y las actividades ilícitas que comenten las empresas transnacionales, te sacan del sistema y tu voz no vuelve a ser escuchada”, denuncia el comunicador que durante dos décadas fue corresponsal de guerra en 50 países.
Y resume pronosticando que el Estado Corporativo Mundial se tornará más represor y más intolerante porque hay un movimiento, también mundial, que llama a la desobediencia civil como última opción de la ciudadanía cuando padece un gobierno e instituciones fallidas, porque las sometió y las transformó en sus sirvientes. Estos últimos en lugar de representar al pueblo lo dejaron en la indefensión o peor aún, se convirtieron en instrumentos de persecución y castigo contra los que desafían a los poderes de facto.
La reflexión anterior es perfectamente válida en lo que actualmente predomina en México. La mayoría de los medios de comunicación, sobre todo los electrónicos, están sometidos a intereses de grupos de poder alternos a la autoridad formal. En Veracruz la situación es más precaria porque la mayor parte de la prensa obedece a las estructuras tradicionales de poder, es decir al gobernador o alcalde en turno, que son los que fijan la línea editorial de las empresas periodísticas. Es decir, es la prehistoria dentro de la globalización. Todo un caso pues se vive como en el siglo pasado aunque se tenga la tecnología del futuro.
Pero también hay muestras de desobediencia no sólo en el ámbito periodístico -donde se cuentan con los dedos de una mano a los medios que no se han dejado someter- sino en la sociedad misma que está indignada con el desgobierno y los abusos imperantes. El último ejemplo de resistir desobedeciendo lo han dado habitantes de la Sierra de Zongolica y la región de Xico y Coatepec que se rebelaron contra el aumento abusivo en el precio del pasaje en las línea de autobuses Adelas y Excelsior, respectivamente.
En el caso de la región coatepecana tras un bloqueo vial se logró que haya un acuerdo para dar marcha atrás al aumento en la tarifa pero en Zongolica pese a las movilizaciones el gobierno estatal protege al cacique Mario Zepahua y entonces es más fácil que los manifestantes reciban una paliza para que no vuelvan a bloquear carreteras que se detengan los abusos del concesionario. A nivel rústico, los empresarios transportistas son parte de ese Estado Corporativo que está sometiendo a las autoridades.
Desobediencia también es el tema que ha acaparado los espacios informativos en el último mes: el surgimiento de grupos de autodefensa para repeler a los delincuentes ante el fracaso -por incompetencia o complicidad- de los tres órdenes de gobierno formal, y también la efervescencia en las redes sociales donde se expresa el ciudadano cuestionando la omnipotencia de gobiernos formales y de facto. Por eso las odian y por eso intentan censurarlas como en Veracruz que está por resurgir la persecución contra tuiteros y feisbukeros azuzada desde palacio de gobierno.
Así, los filósofos de la actualidad coinciden que los desobedientes son un grupo poblacional que crecerá significativamente en el futuro inmediato.
Éste se nutrirá, sobre todo, de los jóvenes que llevan en los genes la rebeldía y que a lo largo de la historia siempre han sido el motor de las revoluciones.
EL OFICIOSO
Primero pregonó que se instalarían “chicharras de pánico” en los restaurantes de la zona conurbada Veracruz-Boca del Río para cuando los delincuentes -los llamados Motorratones y la Banda del Machete- volviera a cometer asaltos, la policía llegara inmediatamente. Nunca se hizo nada, al contrario, cada vez que ocurría un atraco los policías bermudianos tardaban hasta una hora para arribar al sitio, dando tiempo de escapar a los maleantes.
Después se olvidó que es un representante popular y que le pagan por estar del lado del pueblo, al promover una defensa a ultranza del titular de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), Arturo Bermúdez cuando quedó exhibido porque sus “policías acreditados” secuestraron y presuntamente asesinaron al cantante amateur Gibran Martiz y a otro jóvencito. Ahí sí hizo uso de su cargo como presidente de la Comisión de Seguridad Pública y se negó a llamar al funcionario para que diera una explicación al Poder Legislativo pese al crimen que resonó a nivel internacional.
Y ahora vuelve a salir para desacreditar a empresarios y ciudadanos que se quejan de la inseguridad y violencia que imperan en el estado y peor aún, afirma que en la entidad serán innecesarios los grupos de autodefensa porque tanto él como Bermúdez están formando “consejos ciudadanos” para enfrentar a los malosos a los cuales se les impedirá que “traspasen las fronteras” del estado para afincarse.
La cultura general no es su fuerte y este señor ha de pensar que Veracruz es un país y por eso llama “fronteras” a los límites territoriales. Además, los grupos criminales no están buscando llegar a territorio veracruzano pues hace tiempo que están aquí. ¿Es o se hace? Tales son las perlas verbales del diputado rojiazul, Ramón Gutiérrez de Velasco, hoy convertido en vocero y defensor oficioso del desacreditado Bermúdez Zurita.
Un lector puntilloso, de esos que nunca faltan, afirma que no debe extrañar la peculiar camaradería entre Gutiérrez de Velasco y Bermúdez Zurita pues en ellos se cumple el refrán de que “Dios los hace y ellos se juntan” porque ambos son insufribles pues se creen que Veracruz no los merece y están hechos a mano. En Francia se diría que “Ceux qui se ressemblent, s´asemblent”, o sea: los que se parecen, se juntan.
Gutiérrez de Velasco dice que “habla con la verdad” pero miente a cada momento con tal de defender lo indefendible. ¿Quién le cree a tan desacreditado vocero? Nadie. No sólo por la fama que arrastra sino porque la propuesta de establecer consejos ciudadanos como opción contra el crimen, después de que fallaron sus “chicharras de pánico”, no es más que una estrategia para que el tema se pierda en el mar de la burocracia y la inacción.
Para nadie es un secreto que si se pretende que un asunto delicado nunca se resuelva hay que crear una comisión o un consejo. Eso es lo que se busca ahora en Veracruz e intentarán meter en ese consejo a todos los que puedan, desde empresarios hasta religiosos aún cuando la responsabilidad de evitar que el crimen se asiente y de castigar a las bandas de maleantes son las instituciones de gobierno. Esos famosos consejos ciudadanos no es más que un show para distraer la atención de la gravedad del caso, una tomadura de pelo, pues.