Por: Andrés Timoteo / columnista
A TIEMPOS EXTRAS
No hay que confundirse, la decisión de la bancada del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) en el Congreso Local para no aprobar la Cuenta Pública 2018 no tiene que ver con la desconfianza -que es real- sobre la actuación del extitular del Órgano de Fiscalización Superior (Orfis), Lorenzo Portilla o las extorsiones a alcaldes hechas por el diputado Erick Domínguez Vázquez, también morenista y presidente de la Comisión de Vigilancia a cambio de “limpiar” sus expedientes -que también son reales-.
Mucho menos obedece a que los legisladores morenistas están comprometidos con la transparencia y el cuidado de los dineros públicos, como melodramáticamente lo sostuvo el presidente de la Junta de Coordinación Política, Javier Gómez Cazarín. No, la razón de fondo es que en el resultado de las auditorías del Orfis no se tiene sustento suficiente para las denuncias penales contra los funcionarios del bienio anterior.
Pese a la algarabía hecha en la prensa sobre miles de observaciones y cuantioso daño patrimonial -llegaron a hablar de hasta 45 mil millones de pesos-, lo revisado arrojó meras observaciones a solventar y los daños reales al patrimonio estatal son mínimos. Ese es el trasfondo, que denuncias penales que han presentado hasta el momento y las que pretenden abrir no cuentan con una base sólida para llevarlas a buen término.
De ahí la orden de parar todo y darle tres meses a la nueva titular del Orfis, Delia González, nombrada ya a modo de la administración estatal, para hacer otras auditorías y presentar un nuevo informe sobre el ejercicio presupuestal aun cuando la ley no contempla extensiones temporales. El argumento se estrella con el marco legal y con la sospecha de que se fabricarán delitos.
Si la auditora González Cobos presenta un nuevo resultado en febrero, con un tiempo récord, y el mismo tiene desfalcos estratosféricos para llevar a los exfuncionarios ante el Ministerio Público todos recurrirán al amparo judicial con el argumento de que fue inflado para una persecución judicial y los expedientes se manipularon para ese fin.
Lo anterior sin contar que, ya de entrada, va violación de los tiempos establecidos legalmente para la aprobación de la cuenta pública da pie a recurrir a los tribunales. En pocas palabras, lo decidido por Morena sobre la Cuenta Pública 2018 consiste forzar a tiempos extras para rebuscar asideros judiciales contra los yunistas o inventárselos, aunque eso los entrampe en largos litigios. Aparentemente lo que hasta el momento tienen contra los del pasado son minucias que no se sostienen en los juzgados.
DÍA DE MUERTOS
Ayer llegaron los “muertos chiquitos”, aquellos que murieron siendo niños. Un día antes arribaron los nonatos, los que no alcanzaron el bautismo. Claro, esto conforme a la vieja doctrina eclesial que dice que se van al limbo, aunque ahora éste ha sido declarado inexistente -lo mismo que el purgatorio- pues no hay lugar intermedio entre la tierra, el paraíso y el infierno según las interpretaciones modernas de los evangelios.
Pero la magia de la fecha mantiene la tradición y la mesa estuvo puesta para esperar a los que dejaron el plano terrenal a destiempo. Las ofrendas de Todos los Santos están copadas de delicias para el paladar: pan rociado con terrones de colores, calaveritas de azúcar y amaranto, jarros con chocolate, frutas y colaciones de caramelos y, claro, no faltaron en algunos altares los juguetes para que se entretengan.
Los “muertos chiquitos” llegan en las alas de las mariposas, reza una leyenda indígena, y se divierten con todo lo que se coloca en el altar. Y si hay silencio total, se les puede oír porque como niños que son les es imposible la quietud. Hoy será el turno de los difuntos mayores a los que también se agasajarán con manjares y con algunos pecadillos hedónicos como el puro, los cigarrillos o algún alipuz.
La muerte para los mexicanos es fiesta más que tabú, ya se ha dicho, y adornarla con ofrendas, papel picado, coloridas catrinas y alumbrantes veladoras, sirve para hacerla más llevadera, convirtiendo la desolación en esperanza. En ese afán, es un festejo más para los vivos que para los muertos porque reconforta a los todavía terrenales de que la separación no es para siempre. Entonces, a celebrar a los muertos porque estamos vivos.
Pero como todo es dual en el universo, al festejo también le han encontrado el lado lóbrego, sobre todo a la divertida catrina, distorsionada de un tiempo a la fecha. La moda perversa es adorarla como si fuera una deidad que concede protección y dádivas. Le llaman la “Santa Muerte” o “Niña Blanca”, pero es un mero disfraz del satanismo. La muerte es un tránsito, pero algunos la interpretan como la derrota al proyecto de Dios que preconiza la vida de acuerdo con las escrituras judeocristianas.
Es cierto, cada uno tiene derecho de creer y adorar a quien le plazca, pero hay que tener precaución de no mezclar una fiesta tan bella como la del Día de Muertos con la devoción a un símbolo oscuro. En Europa muchos confunden que el festejo de Todos los Santos en México es la adoración a la muerte. No lo es, pero el enredo se alimenta con la creciente narco-cultura.
A la “Santa Muerte” se le identifica por antonomasia con los grupos criminales. Los que delinquen atropellando o arrebatando la vida a los demás recurren a lo demoniaco que ahora tiene una máscara diferente, pero su significado es el mismo de siglos: la maldad que extermina la vida. Cuidado con eso.