por: Andrés Timoteo/ columnista
Los tiranos siempre son noticia, aún después de muertos. España escribió el miércoles una página de oro en su memoria histórica, pues retirará del Valle de los Caídos los restos del dictador Francisco Franco quien gobernó el País durante 36 años -de 1939 a 1975- tras una cruenta guerra civil y fue un depredador de vidas, de muchas vidas. La cifra de víctimas de su dictadura, según diversos estudios históricos, van desde los 75 mil, los más moderados, hasta los 450 mil, los más aproximados.
Los franquistas tardíos solo reconocen 23 mil “fusilados” como en el 2016 lo declaró Alonso García, vicepresidente de la “Fundación Francisco Franco” quien asegura que se mataba “no por capricho, sino por una necesidad” para proteger la Patria. Ahora, tras un litigio de décadas que se fue bloqueado por los gobiernos de derecha del Partido Popular (PP) por fin los tribunales ibéricos ordenaron el retiro del féretro que contiene los restos del autócrata de la basílica del Valle de los Caídos donde también están las tumbas de unos 40 mil combatientes de la Guerra Civil
La permanencia de Franco en ese lugar de homenaje público contradice lo expuesto en la Ley de la Memoria Histórica. El esqueleto del tirano será expulsado e irá a una tumba en el cementerio de El Pardo donde están los restos de su viuda, Carmen Polo, pues a sus familiares se les negó también que lo re-sepultaran en la Catedral de la Almudena, el templo católico más importante de Madrid y sede de los poderes episcopales.
La exhumación de Franco es un acto de interés histórico, una dosis de justicia transicional tardía, pero que llegó. El asesino de masas ya no estará en un espacio de culto público como si fuera un héroe. Claro, remover el pasado para intentar hacer justicia, aunque sea simbólica, siempre causa conflicto y España es uno de los países más atrasados en cuanto a la justicia reparatoria y construcción de memoria histórica.
A casi medio siglo de la dictadura franquista, a los españoles les cuesta indagar el pasado porque hay muchas culpas tanto de los que participaron de la dictadura como de la población misma que estuvo silenciosa ante la barbarie de la misma. Aún así, es buena noticia y muy vendible mediáticamente, pues la exhumación será transmitida en vivo y en directo por decenas de medios de comunicación como si fuera un espectáculo.
Los espacios en los alrededores del mausoleo son peleados con uñas y dientes al igual que el cielo donde desplegarán desde helicópteros hasta drones para captar el momento cuando el sarcófago deje la basílica. No es poca cosa y no todos los días pasa eso, que un sangriento dictador sea echado fuera del monumento que él mismo planeó en vida para darse gloria post mortem. El Valle de los Caídos ya no será lugar de peregrinación para los nostálgicos del franquismo y los falangistas reeditados.
Cada nación tiene sus demonios y sus despojos incómodos, diría el historiador inglés Paul Preston, quien por cierto llegó a comparar a Franco con Adolfo Hitler por el número de víctimas que generaron, y México cuenta con el suyo, aunque con la ventaja de que no está en territorio propio sino en Francia: Porfirio Díaz, cuyos restos yacen en el cementerio Montparnasse de París.
Díaz murió en el exilio, en el 1915, y durante seis años estuvo sepultado en la iglesia Saint-Honoré-d’Eylau, cerca de la Plaza Víctor Hugo y de la avenida Campos Elíseos, en el acaudalado “triángulo de oro” de la Ciudad Luz, pero luego fue trasladado a un discreto mausoleo de Montparnasse. En el 2021 se vence el plazo de cien años para ocupar el lote y seguramente sus descendientes habrán de renovarlo porque el tirano no tiene a dónde ir. Repatriarlo suena a un imposible ya que a poco más de un siglo de que terminó su dictadura, el resquemor popular sigue vivo.
En fin, regresando al tema de Franco, en México quizás el único que lloró por la noticia de su expulsión del Valle de los Caídos es el exgobernante estatal Javier Duarte quien se declaró públicamente admirador del Generalísimo ya que a pesar de su voz chillona y su amorfa fisiología gobernó más de tres décadas y se hizo respetar a sangre y fuego. En sus sueños de opio, Duarte se veía reflejado en Franco y ahora desde su celda en el Reclusorio Norte el remedo de tiranuelo le habrá de rezar un novenario.