FRENTE A LO FALLIDO
En octubre de 1999, luego de que un frente frío estacionario provocó que lloviera consecutivamente durante casi una semana y se desbordaran los ríos, inundando y destrozando todo el norte veracruzano, la fuerza ciudadana se hizo presente y superó en algunos lugares al Ejército y la Marina en las labores para rescatar y atender a las víctimas del desastre. En ese tiempo, el frívolo gobernador Miguel Alemán Velasco preparaba un espectáculo musical en la zona arqueológica de El Tajín, que se llamaría “El Festival del Milenio”, mismo que se efectuaría la última semana de diciembre para inaugurar el año 2000, el primero del nuevo milenio.
Sin embargo, los daños en la sierra del Totonacapan fueron de tal magnitud que intentó ocultarlos a la opinión pública para que la tragedia y el luto por la muerte de decenas de personas que fueron arrastradas por la corriente de los ríos desbordados o sepultadas en el lodo no estropearan su show. Alemán no quiso que se atendiera la sierra papanteca en un intento de minimizar el impacto mediático, agrandando la calamidad para cientos de comunidades que quedaron aisladas, con pobladores heridos, hambrientos, sin agua, sin medicina y algunos trepados en techos de casas, cerros y arboles. Fueron diez días de silencio en los que ni siquiera el Ejército llegó a esos poblados.
Frente a esa situación de “Estado fallido” –porque la autoridad falló a propósito en responder al pueblo en desgracia- la sociedad papanteca se volcó en ayuda. Médicos, maestros, estudiantes, trabajadores de Petróleos Mexicanos (Pemex), amas de casa, religiosos, activistas, secretarias y comerciantes se organizaron para recaudar víveres, agua y medicamentos. Instalaron un “cuartel general” en el parque central de Papantla y también formaron brigadas de rescate que lograron llegar a las rancherías devastadas a llevar ayuda. Una de ellas se hizo famosa en esos días y la apodaron “La Brigada Suicida” porque, literalmente, hicieron hazañas al llegar a los lugares más recónditos, donde los caminos y los puentes habían sido destrozados.
La “Brigada Suicida” estaba integrada principalmente por jóvenes, al igual que otras más que se formaron, y todos se convirtieron en verdaderos héroes, salvando vidas, llevando esperanza y sustituyendo a la fallida autoridad. La historia viene al caso porque Veracruz demostró en esa ocasión -como lo ha hecho en muchas otras- que la comunidad responde cuando la autoridad fracasa. Los papantecos salvaron a muchos con sus brigadas y su organización, en una causa de vía pacífica. Hoy hay un contexto distinto, pero también de tragedia. No son los ríos desbordados, sino los grupos criminales los que tienen desolados a poblados enteros.
Al igual que en 1999, hoy la población está en riesgo de muerte y el Estado –los gobiernos federal, estatal y municipales- no sólo está indiferente, sino que en muchos sitios es cómplice de los facinerosos que castigan al pueblo. El surgimiento de las llamadas “autodefensas” es eso: la acción de la sociedad cuando la autoridad es inexistente, y ellas ya están en su apogeo en Michoacán, donde están dando ejemplo a todo el país de lo que puede lograr la fuerza comunitaria. Están recuperando comunidades, rancherías, colonias y municipios bajo el dominio del crimen organizado. Han logrado expulsar de esos territorios a los líderes de los carteles, que salieron huyendo incluso con más temor que cuando llegaban los soldados.
Las “autodefensas” se convirtieron en un factor de esperanza para toda la colectividad.
¿Por qué el temor de los criminales hacia ellas y por qué no las pueden diezmar? Porque no son personas asalaridas para estar en una corporación policiaca o militar, sino gente dispuesta a defender a su familia, pues está harta de que los roben, extorsionen, violen a sus esposas e hijas, esclavicen a los hijos, secuestren y asesinen. Ante la voluntad de defender su vida y la de los suyos, no hay fuerza suficiente para detenerlos. La segunda razón por la cual han resultado exitosas ante los criminales es porque conocen el territorio.
Saben los caminos, las veredas, las rutas, atajos, escondites y, sobre todo, conocen a los lugareños que son sus vecinos. De esta forma, cuando los maleantes los intentan enfrentar, lo hacen en el mismo terreno, a diferencia de los soldados, y si las “autodefensas” tienen el apoyo logístico de los pobladores que no toman las armas, pero que los apoyan con información, escondites y alimentos, entonces adquieren ventaja frente a sus oponentes. Con el aparente éxito de los grupos de autodefensa en Michoacán, éstos se comenzaron a reproducir en otros estados.
Por supuesto, los observadores han alertado sobre este tipo de organización –que nació en las llamadas “policías comunitarias”- que podría derivar no sólo en grupos paramilitares, sino también en grupos guerrilleros. Si logran triunfar sobre los delincuentes, después también podrán enfrentar al mal gobierno; por eso, muchos funcionarios y políticos los ven con temor. Empero, es inevitable la aparición de esos grupos, ya que el Gobierno ha fracasado en ofrecer seguridad a los pobladores y en combatir a los criminales.
Así como Veracruz no ha estado indiferente cuando la desgracia llega por cuestiones naturales, tampoco está exento de que sus lugareños se organicen y armen para hacer lo que las autoridades no quieren hacer: combatir la delincuencia. De acuerdo a los estudios efectuados por consultas internacionales sobre el mapa de la violencia en el país, la entidad veracruzana es tierra fértil para las agrupaciones de autodefensas. Es más, ya hay indicios en algunos puntos –uno de ellos Tlalixcoyan, el más ventilado mediáticamente- donde hay organizaciones incipientes.
Y no solo en sitios rurales, sino también hay zonas urbanas con alta probabilidad de que surjan para policías, como en las colonias de Xalapa, donde los vecinos se han organizado para vigilar y atrapar a los delincuentes que roban viviendas. Amenazan con lincharlos si los atrapan, o en el puerto de Veracruz, donde comensales enfrentaron a los integrantes de la famosa “Banda del Machete”, que en días pasados asaltaron a una cafetería, y que no ha podido ser desmantelada por la Secretaría de Seguridad Pública estatal.
Ante la ausencia de policías confiables -¿Quién en su sano sentido confiará en los policías de Arturo Bermúdez?-, ante el autismo del gobernante en turno, que repite sin parar que “Veracruz es otro y se recuperó la paz”, y ante la desidia de la Federación para aplicar la ley, la fuerza ciudadana es el único camino. Los observadores afirman que sólo es cuestión de esperar para que en Veracruz suceda lo mismo que en Michoacán. ¿Será posible?
MISIÓN CUMPLIDA
Este lunes 27 de enero, se cumple un año de que el gobernante en turno, Javier Duarte de Ochoa, viajó a España bajo el pretexto de participar en la Feria Internacional de Turismo (Fitur), y a la distancia, se puede decir que la misión se cumplió, pues el cordobés prometió realizar una “intensa promoción internacional de Veracruz”. Así fue, Veracruz es ampliamente conocido en Europa, pero no como destino turístico, ni por su crecimiento económico, sino por la inseguridad y la violencia.
Duarte promocionó a la entidad, para mal –con sus pifias y desatinos- pero lo hizo, es decir “haiga sido como haiga sido”; ahora, la entidad acapara los espacios mediáticos internacionales. Es más, ya se ganó dos alertas del Gobierno de España, una en marzo del 2013 y otra recién emitida el 14 de enero pasado, para que sus habitantes no visiten Veracruz, pues está considerado como uno de los sitios más peligrosos del país. España clasifica a Veracruz igual que Michoacán y Guerrero. Se vale aplaudirle…
De lo otro: de que era un polo ideal para invertir y turistear, pues ahí quedó a deber. Es más, trascendió que en los altos niveles del comité organizador de la edición número 24 de la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, ya se puso en tela de duda a Veracruz como sede para este 2014. La anfitrionía finalmente podría trasladarse a Cancún, Quintana Roo, o a Ensenada, Baja California, según las versiones que recorren Palacio Nacional en México y en los pabellones de los organizadores en España.
Todo dependerá de la evolución de la inseguridad en Veracruz, y especialmente, de la decisión de España, pues los diplomáticos de ese país señalan que resultaría incongruente alertar a sus turistas para evitar venir a Veracruz y correr el riesgo de traerse a los jefes de 22 naciones de habla hispana. ¡Vaya! Al parecer, a Duarte de Ochoa le sucederá lo mismo que con los Juegos Centroamericanos y del Caribe: le agarraron las prisas, pues la entidad no está lista ni para uno ni para el otro.
A Dionisio Pérez Jácome ya lo despidió como titular del comité organizador de la justa deportiva. ¿Cuándo hará lo mismo con Bermúdez y Amadeo Flores Espinosa, que son un verdadero desastre y siguen aportando pifias para el desprestigio internacional de Veracruz? Ese es el dilema.