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LA ANAVERSA FRANCESA

Superiberia

  Por  Andrés Timoteo  / columnista

Ya es oficial: hay alerta química en Francia. Los franceses viven algo similar a lo que los cordobeses padecieron hace casi tres décadas con la explosión de la fábrica de plaguicidas Agricultura Nacional de Veracruz S. A. (Anaversa). En la ciudad de Ruan, en la Normandía, la madrugada del pasado jueves se incendió la planta Lubrizol donde más de 5 mil toneladas de químicos se esparcieron a la atmósfera, agua y tierra, sin contar con la combustión de éstos y la generación de dioxinas.

 Las dioxinas, como bien se sabe, son compuestos altamente mutágenos que pueden generar enfermedades cancerígenas y malformaciones genéticas a mediano y largo plazo. La fábrica Lubrizol que elaboraba adictivos para gasolina y diésel, aceites de motor, pinturas y lubricantes industriales está catalogada en la “directiva Seveso”. Dicha clasificación es una gradación de riesgo químico dado por la legislación de la Unión Europea desde el 2005 a sitios que manejan productos peligrosos.

 El nombre se tomó de la ciudad de Seveso, en Italia, donde el 10 de julio de 1976 estalló la planta química que allí operaba y que generó dioxinas que provocaron enfermedades y malformaciones genéticas en sus habitantes. No hay que olvidar que el incendio de Anaversa ha sido equiparado a las catástrofes químicas de Seveso y Bhopal, en India. En esta última explotó una fábrica de insecticidas en 1984 provocando la muerte a 12 mil personas y secuelas físicas y genéticas en 150 mil más. Lubrizol se ubica en plena ciudad de Rúan con 110 mil habitantes y a orillas del río Sena a donde se estima fueron a parar muchos de los químicos derramados y entonces la contaminación química se extendería por la corriente alcanzando posiblemente a París y otras ciudades francesas por las que corre dicho afluente.

 Las imágenes difundidas en la prensa y redes sociales dieron cuenta de las enormes columna y nube de humo generadas por el incendio, lo que hace recordar la nube tóxica que se alzó en la colonia Las Estaciones de Córdoba el 3 de mayo de 1991 cuando el incendio de Anaversa. Inicialmente, las autoridades francesas dijeron que no había “peligro agudo”, pero poco a poco han ido reculando en los informes sobre la contaminación. Puede que no haya muertos o intoxicados al momento, pero la polución diezma a los organismos vivos desde su estructura celular y algunas dioxinas llegan a tener una vida activa de hasta un siglo. En Córdoba se tiene la amarga experiencia de miles de personas que silenciosamente han perecido de enfermedades cancerígenas a causa de la contaminación generada por Anaversa, así como la oleada de malformaciones genéticas de los años noventa, entre ellas la anencefalia en bebés -que nacen sin cerebro-.

 De acuerdo con la prefectura del Sena-Marítimo, 5 mil 253 toneladas se incendiaron o derramaron en Lubrizol y de ellas 3 mil 308 fueron químicos adictivos, y aunque las autoridades insisten que estos productos no son peligrosos, tuvieron que reconocer que el riesgo para la salud depende de la cantidad y el contacto con los humanos – por la piel, la inhalación o la ingestión-.

 Por lo pronto, hay alerta química en cinco departamentos y 200 poblados desde la Normandía hasta el norte de París donde se prohibió la recolección, consumo y la comercialización de frutas, legumbres, cereales, huevos y miel, además de leche, carne de bovinos, porcinos, caprinos, conejos, aves, así como la pesca, consumo y venta de productos acuícolas tanto del río Sena como de granjas piscícolas.

 Todos están contaminados desde el 26 de septiembre pasado por las partículas dispersadas por la enorme nube tóxica y se ha dicho que el 25 por ciento de las tierras agrícolas estarían tocadas por esta polución química.

 Cientos de habitantes de Ruan, ciudad turística donde está una de las catedrales góticas más bellas de Europa que fue la sede de uno de los juicios de Juana de Arco y donde está sepultado el corazón del rey inglés Ricardo I “Corazón de León”, han salido a las calles para exigir que el Gobierno transparente la información sobre el accidente e informe con la verdad sobre las posibles consecuencias a la salud pública. Ya van siete días del incendio y la magnitud de la catástrofe química apenas se va conociendo, con lentitud, pero la presión ciudadana crece también día a día. Lubrizol, de capital norteamericano, es la “Anaversa francesa”, aunque la diferencia entre Ruan y Córdoba es la insurgencia ciudadana que exige la verdad, acciones de remediación, atención a zonas y población contaminada, y castigos por el desastre ambiental.

 En Córdoba pudo más la complicidad de Estado para ocultar la magnitud de la catástrofe y se abandonó a las víctimas, muchas de las cuales murieron en silencio. El ejemplo actual más ignominioso es el edificio donde operaba Anaversa que hasta la fecha sigue sin ser encriptado para que deje de contaminar con dioxinas.

 No hay que olvidar que el exalcalde panista Tomás Ríos, quien en su primer gobierno municipal malversó los 100 millones de pesos que eran para ayuda de los enfermos de Anaversa, durante su segunda administración quiso utilizar el inmueble para abrir un supermercado. Los criminal nadie se lo quita al impresentable Ríos Bernal.

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