En México, el PIB, con dificultades, aumentó en 1.3%, tres décimas por encima del crecimiento demográfico, mientras que la falta de empleos abrió el camino a la inestabilidad social y violencia que padecemos en muchas regiones del país. Una creciente brecha entre ricos y pobres nos dividió cada vez más. Este problema no sólo es mexicano.
No hay sino hojear las lujosas revistas que publicitan fabulosas joyas, relojes barrocos, autos finísimos, yates impresionantes y, desde luego, ropa exageradamente cara para ver que, como siempre, los muy adinerados viven satisfechos en su estrato, aunque no necesariamente tranquilos.
La contrastante realidad que los rodea está en la violencia callejera que cunde por todo el mundo. En muchos países, la ciudadanía se lanza a las calles protestando contra medidas de austeridad vueltas más amargas por la impudicia e insensibilidad de políticos y empresarios corruptos.
Estas tensiones, dejadas a su suerte, se alían con grupos de revancha social para luego fundirse en operaciones decididamente criminales, como las que aquí conocemos.
Se generaliza el diabólico fantasma de las guerras intestinas que recorre el mundo, azuzado por la pobreza extrema. Sin educación y ocupación productiva habrá siempre intranquilidad y peligro de disolución social. Tratar de remediar estos males requiere cooperación entre autoridades y grupos empresariales de peso.
Para el 44 Foro Económico de Davos, por reunirse la semana entrante, la disparidad de ingresos entre ricos y pobres es una de las diez mayores preocupaciones mundiales del momento.
El tema de la reunión es “La Remodelación del Mundo; Consecuencias para la Sociedad, la Política y los Negocios”. Se abarcarán crisis financieras en grandes países, problemas del agua, las disparidades de ingresos, los retos a la gobernanza, el subempleo, cambio y desastres climáticos, la crisis alimentaria. También se examinará la profunda inestabilidad que aqueja la relación ciudadanos-gobiernos.
Davos, de nuevo, será el escenario de contactos personales entre grandes poderes políticos y “fácticos” del mundo. Ahí se darán cita 40 jefes de Estado, incluyendo a los de Rusia, China, Estados Unidos, Brasil, Reino Unido y Alemania. Una vez más, el Presidente de México estará ahí, además de dos mil 500 participantes de 100 países, los que pagarán cuotas estratosféricas por participar y más por sentarse a tomar café con alguna personalidad. Está todavía por verse si las discusiones en aquel nevado refugio alpino generan fórmulas para calmar tensiones sociales internas, como las enquistadas en México. Seguramente se resaltará que el gobierno no es el único factor de solución.
El gran empresariado mexicano, que repetidamente ha participado en el foro, no así los funcionarios de gobierno que van asistiendo, sabe de la grave responsabilidad que a su gremio le corresponde.
Por ahora, la tarea de las autoridades es devolver paz y seguridad a todas las regiones infestadas por el crimen organizado. La siguiente fase corresponderá a los empresarios y consistirá en la sistemática realización de programas sectoriales, con acciones mancomunadas con el gobierno, para que jamás la población trabajadora de México tenga que sufrir los terribles estragos del subdesarrollo culposo. Aquí la coordinación empresarial internacional, fruto de la globalización, es requerida.
El Foro de Davos y los terribles dramas que vive Michoacán y otros estados de la República están, pues, estrechamente ligados.