La Perla.- Son las 8:30 horas, en la localidad de Agua Escondida, municipio de La Perla, el sol apenas se asoma y derrite las capas de hielo formadas en las piletas, acaba con ese enorme panorama blanco que se escurre en los cultivos, en los techados, cunetas, por aquellos alcatraces que hoy yacen marchitos.
Las personas, aquellas de mejillas rojas, están trepadas en lo alto de sus casas; toman el sol, se abren la chamarra, pues su cotidianidad empieza. Las mujeres, cubetas de nixtamal en mano, caminan al lado de la carretera.
En las escuelas, decenas de niños estudian en las canchas para disfrutar los primeros rayos del sol, se frotan las manos y al ver llegar la camioneta de Protección Civil, corren hacia ella en espera de juguetes. Para muchos el Día de Reyes aún sigue vigente.
Así es el ascenso a las faldas del volcán Pico de Orizaba, marcado por bellas estampas que se pierden entre su miseria, entre las enormes casas de algunos afortunados que han logrado salir adelante.
El sonido de la motosierra acompaña en todo momento a la caravana; se convierte en un tétrico fondo si se toma en cuenta que esta zona es castigada anualmente con la deforestación de unas 7 mil hectáreas de pino.
El vapor negro, ya trepándose hacia el infinito, presagia lo que viene, más frío para La Perla y sus comunidades, que a decir de los pobladores, lucen olvidadas por los gobernantes.
Cultivos de papa, maíz, follajes y hasta el rústico campo de futbol de esta comunidad, luce bañado de esa hermosa sábana blanca que, para las diez horas había desaparecido, dejando sólo el mal recuerdo de la primera helada del 2014.
Las peticiones comienzan. Piden ayuda las familias del que es considerado otro de los municipios más pobres del país.
Hasta aquí, como ya es costumbre, el coordinador regional de Protección Civil, Luis Palma Déctor, recorre la zona y recaba datos de los daños. Constata lo que la naturaleza es capaz de fabricar cuando la temperatura alcanza los cuatro grados centígrados bajo cero.
NoÈ Carrillo
El Buen Tono