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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Superiberia

Por Catón / columnista

Como en el pasado

“¡Te voy a comer!” –amenazó el Lobo Feroz a la abuelita–. “Eso es lo que le harás a Caperucita –replicó la abuela desde el lecho–. A mí me vas a hacer otra cosa”

Babalucas fue a la biblioteca pública a devolver un libro que su hijo había llevado a casa. El tal libro se llamaba “Escolios de Metafísica Epistemológica”. Vio el título la encargada y comentó: “Está muy abstruso el libro, ¿no?”. Respondió con enojo el badulaque: “Así estaba cuando se lo prestaron a mi hijo”

Ya conocemos a Capronio. Es un sujeto ruin y desconsiderado. Le reclamó a su suegra: “Es usted una mentirosa. Me dijo que si alguna vez le traía yo flores se caería muerta por la sorpresa. Se las traje, y nada que se cayó”

 Una chica le preguntó a otra: “La primera vez que hiciste el amor ¿fue por amor o por dinero?”. “Debe haber sido por amor –ponderó 
la otra–, porque el tipo me pagó 10 pesos, y 10 pesos no es dinero”

 “Ten cuidado con ese hombre –le advirtió la señora a su hija Dulciflor–. Va a querer montarse sobre ti, y eso marchitará tu virtud”. Cuando la muchacha regresó de la cita le contó alegremente a su mamá: “Antes de que él se me montara yo me le monté a él, y le dejé bien marchita su virtud”

 Yo, lo confieso sin rubores, soy un conservador. Eso me viene por parte de padre, pues la familia de mi mamá era liberal y revolucionaria. Don Mariano pensaba que Hernán Cortés, Iturbide, Maximiliano y don Porfirio Díaz –siempre anteponía el “don” al nombre del prócer oaxaqueño– eran grandes personajes injustamente denostados. Doña Carmen, por su parte, afirmaba que don Benito Juárez –siempre anteponía el “don” al nombre del prócer oaxaqueño– era el héroe mayor de la República, merecedor no sólo de loores, sino incluso de veneración. Yo salí a papá, contrariamente al atildado joven que decía: “Mi padre era muy macho, pero yo salí a mamá”. Como lo señalé ut supra soy conservador. He conservado la misma esposa por 55 años –más bien ella me ha conservado a mí–, conservo aún la casa que fue de mis padres y de mis abuelos, y cuando con mucha reticencia cambié al fin mi vieja máquina de escribir por la computadora sentí como si hubiera cambiado a mi mujer por una querida. Hay alguien, sin embargo, más conservador que yo: el presidente Andrés Manuel López Obrador. Algunos dicen que es de izquierda. Falso. Sus prédicas morales podrían ser las de un extremado derechista, y sus elogios al trapiche movido por un decrépito jamelgo, en vez de por un motor moderno, lo remiten a la Suave Patria, desaparecida ya, a la que tan bellamente cantó López Velarde: “Sé siempre igual, fiel a tu espejo diario”. Como se ve por esta y otras evidencias la cuarta transformación está resultando ser poco transformadora en materia de modernización. Carbón en vez de energía eólica o solar. Refinería como las de hace 50 años. Viejo aeropuerto remendado en vez de nuevo aeropuerto. Cartilla moral en lugar de cumplimiento de la Ley civil. Exaltación del evangelismo por encima de la tradición laica que ha privado en la República. No descartemos que se vuelva a implantar en las escuelas el sistema lancasteriano, y que las locomotoras del Tren Maya sean de vapor.

 Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, tenía en la sala de su casa una reproducción del David de Miguel Ángel. Un día se sorprendió al ver que cierta parte de la varonil figura no apuntaba ya hacia abajo, como en la estatua original, sino hacia arriba. La criadita de la casa confesó que ella había quebrado la susodicha parte, y la volvió a pegar con un líquido adhesivo. “Pero se la pegaste al revés” –le indicó doña Panoplia–. “Pos no sé –contestó la criadita–. Así es como las he visto siempre”

 FIN.

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