Por Andrés Timoteo / columnista
De Orizaba a Córdoba se haría la transferencia de las Sardinillas Rojas. Digo, Tiburones Rojos según lo trascendido en la prensa deportiva. El impresentable orizabeño, Fidel Kuri, habría vendido la franquicia a un grupo empresarial de la ciudad -de acuerdo con la especie se trataría del encabezado por Jesús Acevedo Barriga sin ninguna experiencia en estas lides- luego del entuerto porque el equipo estuvo a punto de descender de la primera división en la Liga Mexicana de Futbol.
La noticia salió de la Reunión Anual del Futbol Mexicano, que se conocía como Draft o “mercado de piernas”, que se realiza en Cancún, Quintana Roo donde se reúnen los dueños, directivos y jugadores para hacer negocios en cuanto a transferencias de cartas, contratos, préstamo y más con miras a los torneos subsecuentes. Pues bien, de ahí saltó la versión que todavía que deberá confirmarse porque se necesita reportar a las instancias reguladoras los nombres de los dueños de los equipos.
No es un secreto que Kuri Grajales es una especie de apestado entre los hombres del negocio futbolístico quienes no lo quieren, lo ven como arribista y problemático. Lo han sancionado varias veces y apenas fue humillado al ordenar una investigación sobre el origen de los 120 millones de pesos que tuvo que pagar para que los Tiburones Rojos no descendieran de la primera división. Obviamente la pesquisa de la línea del dinero, aunque es algo normal en una transacción financiera de ese tamaño, se promocionó dando a entender que pudiera venir de bolsillos oscuros.
Tampoco es un secreto que Kuri Grajales pasará a la historia de ese mundillo como uno de los directivos que logró destrozar un equipo de futbol y enviarlo al sótano. De Tiburones los degradó a Sardinillas, un equipo que se mantiene no por sus méritos deportivos sino por el dinero pagado para conservar el lugar. Una posición comprada, degradante para quienes todavía consideran que los sitios en la escala alta de la liga futbolísticas se deben ganar a base de patadas y goles y no del campaneo de las monedas.
Y respecto a la venta de la franquicia, salta otro asunto de interés público, quizás el que más debe atraer la atención de la ciudadanía porque Fidel Kuri es dueño de las cartas de los jugadores, pero el equipo -nombre, marca, estadio Luis El Pirata Fuentes y demás complejos deportivos aledaños- son propiedad del gobierno estatal, es decir de todos los veracruzanos.
Se supone que para vender las Sardinillas…digo… los Tiburones, Kuri debería contar con el aval del Congreso Local y en su caso del mismo Ejecutivo de la Entidad pues lo que tiene es la concesión de un bien público, no es poseedor de un patrimonio privado. Ahí deberá entrar el Poder Legislativo y por supuesto los órganos fiscalizadores tanto para autorizar la transferencia como para levantar una auditoria sobre el estado y valor actuales de la franquicia.
Por cierto, no hay que olvidar que cuando el orizabeño Kuri se vio en aprietos porque tenía que pagar para evitar el descenso del equipo, éste pidió la intervención del presidente López Obrador y el gobernador García Jiménez. Más tarde, recriminó airadamente al Mandatario estatal -por medio de sus pendolistas- que coqueteara con las hermanas, Regina y Fabiola Vásquez Saut, ambas exdiputadas y exalcaldesas de Acayucan, la posible entrega de la franquicia futbolística.
Se enojó porque el Gobierno estatal dejó correr la versión de que las hijas del extinto Cacique del Sur -el pistolero Cirilo Vázquez Lagunes, asesinado en el 2006- podrían adquirir el equipo. Regina Vázquez, conocida como La Paloma del Sur y actual coproprietaria del equipo de beisbol Los Tobis de la Liga Invernal Veracruzana, salió a la prensa a decir que estaba dispuesta a comprar la franquicia futbolística.
Ante la posible venía del Gobierno estatal para que las acayuqueñas Vásquez Saut se hicieran del equipo, Fidel Kuri se abría adelantado para entregarlo a un empresario cordobés. Falta ver que se confirme la versión y que el gobierno de Veracruz, propietario de la marca, acepte dicha transacción anteponiendo -se supone- la salvaguarda del patrimonio de los veracruzanos.