Por Andrés Timoteo / columnista
Mañana domingo se realizarán elecciones en seis entidades del País: Aguascalientes, Baja California, Durango, Quintana Roo, Puebla y Tamaulipas. En dos de ellas, Baja California y Puebla, se renovarán las gubernaturas. Son los primeros comicios de la era marrón, es decir, del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) como gobierno central y mayoría política el Poder Legislativo.
De esos seis estados, Puebla es llamada la “joya de la corona” porque fue disputada en el 2018 al panismo que derrotó a Morena con Martha Erika Alonso, quien sólo gobernó diez días pues murió en un accidente aéreo el 24 de diciembre junto con su esposo, el senador en funciones y exmandatario de la Entidad, Rafael Moreno Valle.
Las elecciones poblanas son extraordinarias y aunque las encuestas dan como favorito a Morena, el candidato Miguel Barbosa, experredista y exmiembro de la “Mafia del Poder” es un impresentable que se sostiene de los alfileres de la marca partidista y del mismo López Obrador. Al final de cuentas, dicen algunos, el resultado electoral podría ser sorpresivo, no con una derrota sino con una votación poco caudalosa que demuestre la caída de la popularidad de la corriente marrón por insistir con tal mal candidato.
Por cierto, en este contexto, el partido Morena esta semana emitió un castigo al consejero nacional, Alejandro Rojas Díaz-Durán, suspendiéndolo de sus derechos partidarios por tres años, con lo que se le ataja para buscar la dirigencia nacional del partido y, claro, es una suerte de “purga” para obtener una disciplina de corte estalinista: o estás con la nomenclatura o te vas a la taiga siberiana.
La impulsora de ese castigo es la actual presidenta de Morena, Yeidckol Polevnsky, de quien Rojas ha sido un crítico severo, así como de Barbosa. La sanción al disidente demuestra que el partido marrón no es diferente al tricolor ni al blanquiazul, donde las medidas disciplinarias históricamente han sido igual de burdas. Lo cuestionable es que en Morena decían ser diferentes.
Y hablando de ese partido, en Veracruz se tiene el mundo al revés, pues mientras que el PAN y el PRI realizaron elecciones internas para renovar sus dirigencias estatales aún con todos los bemoles que implicó -denuncias ante tribunales y sombrerazos entre los participantes- ir a la votación abierta de sus militantes, los morenistas optaron por la vieja usanza que criticaban a los de enfrente: desde el altiplano les designaron al líder.
¿Cómo se llama?, ¿alguien se acuerda quién suplió a Manuel Huerta Ladrón de Guevara? Ah sí, Un tal Hugo Martínez Lino que, a decir de sus malquerientes -incluidos los de Palacio de Gobierno que intentaron destituirlo localmente- salió de una tómbola. Nadie lo conoce, nadie lo respeta, nadie lo toma en serio. Es más, nadie lo ha visto desde febrero que fue nombrado. No se sabe nada él.
El señor Martínez Lino es tan gris que ni siquiera hace ruido mediático y vaya que se requiere del mismo porque al gobernante en funciones, Cuitláhuac García, lo tunden diariamente en la prensa y redes sociales sin que haya una voz partidista que lo defienda o por lo menos que sirva para contener a los detractores, sobre todo a los dirigentes de los partidos opositores. Al interior de Morena aseguran que Martínez Lino es dirigente de papel -membretado- ya que el que sigue mandando en el partido es Manuel Huerta, el tomatodo marrón. Eso lo explica todo.