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La diferencia entre saber y tener prisa

Superiberia

El nuevo gobierno federal llegó con prisa. El presidente cree firmemente que esa entelequia que inventó como adversario, la “mafia del poder”, va a intentar frenar el cambio que según él significa la cuarta transformación para el país. Debido a ello, inició su gobierno con una prisa jamás vista para lograr esa transformación, que cada día vemos más lejana. 

El propio Andrés Manuel creyó que en verdad habría quinientos mil millones de pesos disponibles para sus programas sociales, con lo que inició la implementación de esos programas clientelares, que le garantizarían la continuidad de su proyecto, gracias al agradecimiento de veintidós millones de votantes, quienes con sus familias, resultan beneficiados. Con lo que no contaba era con la terca realidad, esa que le mostró desde el primer día que ese sueño de los miles de millones para repartir no existían salvo en su imaginación. ¿Qué hacer? Era la repetitiva pregunta en su mente. La solución llegó cuando de cada dependencia, de cada secretaría comenzaron a llegar reportes de corrupción. Esa misma que ofreció combatir, pero que por compromisos con Peña Nieto no podía judicializar. 

La solución fue ofrecer una amnistía, y con eso olvidar la corrupción y los robos al erario en el sexenio anterior, -con lo cual cumple su compromiso-, y al mismo tiempo tomar decisiones para reducir la corrupción. Si a un especialista se le pregunta cómo reducir la corrupción y el dispendio en un gobierno, la solución es relativamente simple, pues ya ha sido probada en otras latitudes: 

Iniciar un programa de cero tolerancia, responsabilizar barriendo de arriba hacia abajo, a los titulares de cada secretaría y cada área. Romper los métodos establecidos para saquear tanto de recursos económicos como materiales a cada dependencia. Darle uñas y dientes a los órganos tanto de fiscalización como de control, e iniciar de inmediato con sanciones ejemplares a los funcionarios que a partir de su toma de protesta, incurrieran en actos de corrupción. Con lo cual se envía un mensaje de nula impunidad durante el gobierno actual. 

Pero, había un gran pero. La cuarta transformación exigía también pagar a los inversionistas de Texcoco para no tener problemas económicos, y se requiere dinero para regalar a la clientela política, y se requiere dinero para el tren maya, y se requiere dinero para la nueva refinería, y se requiere dinero para cumplir todas las promesas que se hacen cada fin de semana a las poblaciones que visita el presidente. 

Como combatir la corrupción y lograr ahorros reales en el sector público sin reducir su capacidad de acción, implicaba tiempo, se tomó una decisión poco ortodoxa. Simplemente vamos a reducir el presupuesto de todo el sector público.   Pero, como tememos a los militares y a la marina, a ellos no, o muy poquito, algo simbólico. Así, en lugar de usar el bisturí y estudiar a fondo un sector público desconocido para la mayoría de los nuevos funcionarios, se pensó que la estrategia de cortar a machetazos sería la adecuada, siempre con la esperanza de lograr ahorros y reducir la corrupción.

En ese momento, la señora realidad se impuso, demostrando el fracaso del plan. Resulta que los funcionarios con capacidad de decisión siguen en las alturas, aunque ahora en mangas de camisa. Como no entienden/no saben/no pueden combatir la corrupción, decidieron cortar en lo más sencillo, como son pagos a proveedores, recorte de personal, reducción de insumos, y en tres minutos resolvieron el problema de la reducción de presupuesto. 

Salvo por un pequeño detalle, se les olvidó que el gobierno de México está para servir a los mexicanos. Más allá de los sueños del presidente en turno, incluso más allá de sus propios compromisos.  Lo más grave es que mientras el lema que permanece en el inconsciente de los mexicanos es ¨primero los pobres¨, éste se cumple, pues son los primeros afectados, aunque todavía no terminan de darse cuenta. 

Cero inversión implica cero empleos nuevos, cero crecimiento económico, posible desempleo e inflación. Los empleados del sector turismo, ya sufrieron una merma en sus plazas laborales. Las madres de familia no saben qué hacer con sus pequeños, quienes hoy ya no reciben un cuidado profesional.

Muchos obreros de la frontera norte, vieron cerrarse sus fuentes de trabajo. Setenta y cinco mil empleos ha perdido la industria de la construcción en la zona metropolitana de la ciudad de México.   Se incrementa el crimen.  Los proveedores del sector público están desesperados por la falta de pago, lo cual afecta a sus empresas y toda la cadena económica.  Los enfermos ahora esperan más tiempo para recibir atención y medicinas. Los más graves mueren durante la espera. Mujeres, hombres y niños que podrían salvarse con un diagnóstico temprano de algún tipo de cáncer con enorme incidencia en México, ahora ya no tienen posibilidad de diagnosticarlo a tiempo. Las mujeres violentadas ya no tienen acceso a albergues seguros. En fin, notas que separadas asustan, pero que vistas juntas muestran un panorama de terror, para esos que van primero, para los pobres. 

El no saber combatir la corrupción ha hecho que se tomen medidas desesperadas, como crear cuellos de botella en compras centralizadas, pero eso no evita que la corrupción siga tan campante como siempre.  Lamentablemente la cuarta transformación parece ser alérgica a los que saben, a los expertos, a los investigadores, y todo lo pretende resolver con ocurrencias, y con el escaso sentido común de quienes fueron escogidos para presidir las distintas dependencias.  

El cuidar a rajatabla que no exista déficit púbico, es muy bueno. No atreverse a decirle al presidente que sus ideas son inviables (cuando lo sean) es gravísimo.

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