El año que comienza —y en ello coinciden diversos analistas— está marcado por la incertidumbre.
Nos dicen que puede irnos, como país, extraordinariamente bien o catastróficamente mal.
¿De qué depende? En un contexto global —y en este espacio se ha dicho muchas veces—, de la capacidad de México de mostrar que tiene algo que vender, una ventaja competitiva sobre otras naciones.
En ese sentido, con las reformas aprobadas el año pasado apenas se comenzaron a retirar los obstáculos que impedían el desarrollo de algunos potenciales del país, pero ello no garantiza que México aproveche las oportunidades que el mundo ofrece.
¿Cuáles son éstas? Principalmente la exportación de bienes y servicios mexicanos y la atracción de inversión extranjera directa.
Aprobadas las reformas —y en espera de que las leyes secundarias las vuelvan de aplicación sencilla—, buena parte de su éxito o fracaso recae en los hombros de la Secretaría de Relaciones Exteriores y la red de 75 embajadas y 68 consulados del país.
Inició en las instalaciones de la SRE, en Avenida Juárez, la vigésimo quinta reunión anual de embajadores y cónsules, quienes recibirán la indicación —me dijo ayer en entrevista el canciller José Antonio Meade— de convertirse en “espejo de las prioridades que tenemos en materia interna” y “hacer suya la agenda del presidente Peña Nieto”.
En suma, enviar el mensaje a los confines del planeta de que “México se está transformando”.
Un reto nada fácil de cumplir, pues aunque se ha sembrado la semilla del cambio, nada asegura que haya cosecha.
Máxime cuando en muchos terrenos México es —hay que decirlo— un páramo de desolación donde sólo han brotado la inseguridad y la miseria.
Reportes recientes publicados por este diario, y originados en Estados Unidos y Europa, pintan de rojo varias regiones del país, como señal de que ahí no existe el cambio del que habla el gobierno sino se mantienen, persistentes, la violencia y la desigualdad.
Sin embargo, tiene razón Meade —en la entrevista que usted puede leer en esta misma edición— cuando dice que México no es sólo eso.
Y agrega que será deber del Servicio Exterior Mexicano destacar en el extranjero lo que el país ha hecho bien y las ventajas que tiene frente a otras naciones, al tiempo que ofrezca datos para convencer a los escépticos de que los problemas serán remontados, en parte con ayuda de las reformas.
Señal de la importancia del papel que desempeñará el servicio exterior es la duración de la reunión —cinco días, en lugar de dos— y la gran cantidad de foros y talleres que incluirá. La Cancillería quiere que sus embajadores y cónsules vayan bien armados a la batalla por la promoción del país.
Este año será, igual que 2013, uno de intensa actividad en el plano internacional.
La Cancillería tratará de abarcar y apretar simultáneamente.
Sabe, por ejemplo, de la escasa presencia de México en Oriente Medio y buscará subsanarla con una intensificación de relaciones con los países de la región, comenzando por Arabia Saudita, reino con el que quiere firmar varios acuerdos de cooperación.
No existe región del mundo que carezca de importancia, en la visión de Meade.
“Hay muy pocos diálogos de importancia global donde no tengamos algo que aportar”, afirma. Y agrega que el objetivo de los próximos meses es que México se proyecte como actor global.
Pero también apunta que Norteamérica es un espacio donde México concentrará esfuerzos.
Describe: “Vamos a tratar de volver a poner sobre la mesa el concepto de Norteamérica. Vale la pena destacar que hay elementos en Norteamérica que deben alentar y generar de nuevo emoción. Debemos seguir moviéndonos en una agenda de integración, en una agenda de construcción de mercados comunes, donde dejemos la frontera como un área de oportunidades de ventaja competitiva”.
Para ello será el escaparate de la reunión de líderes de América del Norte que se celebrará en febrero, y seguramente en Toluca, terruño del Presidente (aunque la confirmación de la sede de la cumbre se guarda con gran celo).
Y antes de llegar a él, estará en México, en visita oficial, el primer ministro canadiense Stephen Harper, con quien buscará destrabarse el embarazoso tema de la visa de entrada impuesta por ese país, pero, sobre todo, apuntalar esta idea de Norteamérica.
El año político comienza, pues, con una reunión de la infantería diplomática, integrada por muchos elementos nuevos, cuyos nombramientos habían estado largamente congelados en el Senado.
Ahí, los 143 representantes del país recibirán la orden de ir a la carga, de ser el espejo de la política interna y de convencer a los de afuera que las reformas del año pasado —y sus ventajas, que ahora México vende— son reales y no espejitos.