Por Andrés Timoteo / columnista
EL ÁNGEL DE LA MUERTE
El Ángel de la Muerte recorrió Veracruz la semana pasada dejando una estela de 50 vidas cegadas, un nuevo récord sangriento que se coronó el fin de semana -de viernes a domingo- con casi una veintena de asesinatos. La zona centro fue parte de ese recorrido de la muerte porque al menos siete personas fallecieron en ataques del crimen organizado.
Dos jóvenes fueron acribillados en las puertas del templo Santa María de Guadalupe en Fortín de las Flores y otros dos en Acultzingo -un estudiante universitario y un futbolista-. En el mismo Fortín de las Flores, otro hombre fue asesinado mientras conducía su vehículo en la colonia Melesio Portillo y en la colonia Linda Vista se localizó un cadáver decapitado y con huellas de tortura.
En el municipio de Huiloapan de Cuauhtémoc una mujer fue muerta por un comando de sicarios que irrumpió durante la madrugada a su domicilio del poblado San Cristóbal. Identificada como empleada de una gasolinera de la región, ella es la protagonista del feminicidio número 99 del actual sexenio -algunos conteos la ubica como la número 100- . En Veracruz se llega a la primera centena de homicidios de mujeres sin que nadie frene la ola de violencia contra la población femenina.
A esto se suma que ya son cuatro masacres en el presente año y que fueron perpetradas, la mayoría -tres de ellas-, por células del crimen organizado. La más reciente sucedió el jueves 16 de mayo en el poblado Tuzamapan de Coatepec, conurbado con Xalapa, donde un comando armado disparó contra productores citrícolas en un punto de venta matando a cinco de ellos.
El ataque se cometió a plena luz del día y sin que la policía hiciera algo para perseguir y capturar a los responsables, mucho menos impedir el delito. Es mismo método que se aplicó en la masacre la Masacre de Viernes Santo de Minatitlán y en el crimen de la munícipe de Mixtla de Altamirano, Maricela Vallejo. Todos perpetrados a la luz del día y acciones de la fuerza policíaca.
La primera masacre del año se cometió en Jalapa, el 28 de febrero, contra taxistas conocidos como “Los Caguamos”. Tres de ellos murieron. Esa fue la única matanza cometida de noche, aunque también los sicarios la hicieron sin que la policía los persiguiera ni detuviera. ¿El común denominador de estas cuatro masacres? La inacción policiaca y la tardanza del gobierno estatal para fijar una postura sobre los crímenes o siquiera dar las condolencias a los familiares de las víctimas.
Los funcionarios estatales están enfrascados en una guerra política con el fiscal general de la entidad, se culpan mutuamente y evitan la coordinación, algo insoslayable si se quiere combatir la ola de violencia, pero en lugar de trabajo coordinado hay espectáculos de bajo nivel y desidia para cumplir sus responsabilidades.
Lo más preocupante es que los números van creciendo. Antes se contabilizaban 4 o 5 homicidios por día y ahora llegan hasta los 15. ¿Qué significa? Que los criminales tienen la cancha abierta para hacer y deshacer, que no hay autoridad que los enfrente, que se extienden las zonas con ingobernabilidad.
Al ritmo que van las cosas, Veracruz no será pacificado ni en seis meses como lo prometió el presidente, Andrés Manuel López Obrador, ni en dos años como se comprometió el gobernante estatal en funciones. Indicativo son los pronunciamientos hechos por los prelados de las diócesis de Córdoba y Xalapa, Eduardo Patiño Leal e Hipólito Reyes Larios, respectivamente, en sus homilías dominicales.
Monseñor Patiño dijo que “en Veracruz la violencia no tiene límites ni horas ni lugares ni respeto alguno” mientras que el arzobispo Reyes Larios acusó que en la entidad “son la armas las que hablan”. Por supuesto, las posiciones de ambos jerarcas no son casuales, sino reacciones a la ‘ejecución’ de dos jóvenes en las puertas del templo Santa María de Guadalupe en Fortín de las Flores.
Casos como ese en que los delincuentes actúan sin importar que sean lugares de culto, solo sucedían en el sexenio de Javier Duarte. No hay que olvidar que un hombre fue ‘levantado’ cuando estaba en misa al interior del templo de Santa Rita del puerto de Veracruz y en la catedral de Nuestra Señora de la Asunción de Córdoba, ingresó un grupo de delincuentes persiguiendo una persona que intentó buscar refugio en el recinto sagrado.
Con en los días más oscuros del duartismo cuando los criminales no respetaban ni los templos, ahora la violencia está desbordada y las autoridades pasmadas e inactivas. Vaya, hasta pareciera que el Ángel de la Muerte tiene la complacencia oficial para volar sobre Veracruz.