La confianza que México ha generado en el mundo permitió en 2013 alcanzar una inversión extranjera directa (IED) de más de 35 mil millones de dólares, la más alta en la historia reciente del país. Estas cifras dan bases firmes para augurar que a más tardar a finales del año que comienza la economía mexicana estará creciendo a tasas de 5% y para mediados de 2015 crecerá a 6% o más, como en las mejores épocas del llamado Milagro Mexicano. Y a partir de ahí no será difícil desatar un círculo virtuoso que en dos décadas nos saque definitivamente del subdesarrollo, con sus manifestaciones de desocupación estructural y pobreza masiva.
El crecimiento económico de México se ha mantenido muy por debajo de su potencial. Esto ha sido factor decisivo en la acumulación de rezagos sociales y subocupación que contribuyen a la inseguridad y la violencia. Para reiniciar el crecimiento en una economía estancada, como la mexicana, cuyo dinamismo ha sido por años insuficiente para ocupar productivamente a su fuerza de trabajo, es indispensable provocar un shock del lado de la oferta al introducir modos innovadores de producción. Ese es el papel clave de la Inversión Extranjera Directa.
Estudios econométricos realizados por quien esto escribe, validados por la Universidad de Harvard y fundados en evidencia de más de 100 años del crecimiento económico de México (a partir de 1895) demuestran que es posible elevar la tasa de crecimiento del PIB mexicano, mediante un incremento sustancial en la Inversión Extranjera Directa (IED) que incorpore innovación, a través de la importación de maquinaria y equipo nuevos para plantas industriales avanzadas que se establezcan en México y se orienten a la exportación de bienes manufacturados y/o servicios de alto valor agregado. Un incremento anual de 30% en la importación de maquinaria y equipo, que equivale a 900 millones de dólares (0.9 mmd) adicionales por año, permitiría incrementar el crecimiento del PIB en 1.14 por ciento.
Esto quiere decir que si se consigue incrementar la IED que implique importación de maquinaria y equipo nuevos e innovadores en 2 mil 700 millones de dólares (2.7 mmd) al año, para llegar a casi seis mil millones de dólares (seis mmd) al año, se puede incrementar el crecimiento en alrededor de 3.3% para llegar a tasas de crecimiento del PIB cercanas a 6% anual. El efecto de estas inversiones demora alrededor de 18 meses para reflejarse cabalmente en el crecimiento del PIB. Por eso es razonable augurar que si ya en el primer semestre de 2013 México recibió IED por 24 mil millones de dólares, y si al menos una décima parte, es decir dos mil 400 millones de dólares consistieron en importación de maquinaria y equipo innovadores, eso implica un incremento de al menos 3% en la tasa de crecimiento anual del PIB. Si a eso se suma el crecimiento ya registrado en 2013 no resulta aventurado esperar que antes de que termine el año que se inicia, México crecerá a tasas cercanas a 5% anual.
Además, detonar un crecimiento de esta naturaleza no es algo que pueda lograrse sólo mediante la manipulación de los instrumentos tradicionales de la política macroeconómica. Éstos deberán ajustarse con la necesaria flexibilidad para preservar la estabilidad de precios mientras se crece aceleradamente. También se deberá cuidar de que el tipo de cambio real no reduzca la competitividad global de las exportaciones mexicanas. De manera convergente será necesario incrementar la oferta de trabajadores con escolaridad al menos media superior y/o técnica que les dé las destrezas necesarias para operar esas nuevas plantas industriales. Y la disponibilidad de ingenieros y técnicos que los dirijan y supervisen.
Así pues, educación de calidad e inversión innovadora son los pilares de la estrategia mexicana para crecer, los motores del nuevo crecimiento acelerado y sostenido que México reiniciará en 2014. Este es un augurio bien fundado.
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