Esta pregunta requiere precisiones: En lo personal, pienso que lo primero, ineludible, es vigilar la legislación. Ya lo sabemos, en la Constitución, las grandes promesas y en la legislación secundaria, todos los candados posibles para que las promesas queden así, en puras buenas intenciones. De cualquier manera, creo que México es tan país de humanos como cualquier otro, y que esperar escaparnos de los poderosos (y subrayo el masculino) es un maravilloso sueño. Las mujeres podemos contar la historia (o historias) de las mil y un mentiras, no sólo de la Historia (con mayúscula) sino también, de las pequeñas historias (locales, municipales y hasta personales).
Pesimista me dirán, y sí, el pesimismo marca hoy mi biografía. Saber que todas estamos en la cuerda floja, que a la vuelta de la esquina nos espera la traición, puede llamarse pesimismo. Pero según mis propios saberes, sería mejor llamarme realista. Basta con mirar la lucha sostenida por las “féminas” para darse cuenta de que ponen todo su ser y apuestan todo su futuro y al final, las consabidas frases: “Las mujeres llegaron tarde a … —la educación, la modernidad, el sujeto—”. Siempre “estamos tarde” según la lógica masculina. Ni duda, la lógica del poder. (Y si lo hay, en el peor sentido de la palabra).
Pensar que las y los políticos harán lo que “le conviene a México” es volver a colocarnos en el cómodo lugar de “todos son iguales” y “no saben hacer nada bien”. México somos las mujeres y los hombres que aquí nacimos y aquí habitamos. Si no decimos claramente qué queremos, los y las políticas interpretarán nuestro silencio, dándole el contenido que mejor les convenga. Por eso, hay que expresarnos. De cualquier manera, decidirán según les convenga, pero habrá testimonios de que eso no era lo que esperábamos.
Sé perfectamente que aunque digamos, como lo hemos hecho las mujeres, con todas sus letras: queremos la paridad, ellas y ellos escucharán e interpretarán cualquier otra cosa. Por eso, tanto en la educativa, en la de telecomunicaciones, en la energética o política, es importante repetir lo que queremos, con todas sus letras y más de mil veces, aunque no quieran ponernos atención.
La paridad nos importa, y nos importa mucho. Es la prueba fehaciente de que en este país vale tanto la palabra de un hombre (no importando si se “encuera” en la Cámara) como la de una mujer (sin que valgan sus títulos académicos o su “pureza virginal”). La palabra de cualquiera tiene valor. Es la representación de su dignidad (aunque cometa errores ortográficos hasta ¡oralmente!).
Las mujeres (en plural, porque somos muchas, distintas y diferentes) seguiremos vigilando que lo acordado por las senadoras de la República se cumpla y que no en las mil peripecias que tiene que pasar el dictamen, se pierda lo valioso: la paridad en los puestos de representación en el Congreso federal (senadores y diputados) y en los congresos locales.
Por eso, hoy alzo la voz (aunque la fecha no ayuda, pero en cuestiones de poder, cualquier fecha es igual de fatídica) para que todas estemos pendientes de que la reforma constitucional en materia de género exprese nuestra voluntad: 50% y 50%. Ni más ni menos, simplemente iguales. Y si es así, sé que 2014 será un año trascendente para la historia (de mujeres y hombres en este país). Mis mejores deseos para 2014.
*Licenciada en pedagogía y especialista en estudios de género
clarasch18@hotmail.co