- Maestro del periodismo que reportó 27 revoluciones, soportó 40 arrestos y 4 sentencias de muerte.
Varsovia.- Para el polaco Ryszard Kapuściński, nacido el 4 de marzo de 1932, la escritura era una forma más de encontrar la libertad. Las guerras fueron algunos de los hechos trascendentales que marcaron la vida del autor polaco. A los pocos años de su nacimiento, el inicio de la Segunda Guerra Mundial obligó a su familia, compuesta por sus padres —un par de profesores de primaria— y su hermana a mudarse de su natal Pinsk a Sierakow, cerca del centro de Varsovia.
En 1945, convertido en un adolescente, se inició en una de sus primeras pasiones: el deporte e incursionó en el boxeo amateur y el fútbol. Sólo tres años después, en 1948, el joven polaco terminó la educación básica y se inscribió en la Organización de Jóvenes Comunistas (ZMP). Bajo el cobijo de la ZMP, debutó en los medios impresos, publicando un par de poemas en el semanario Odrodzenie.
La habilidad que Kapuściński había demostrado tener le ganó el reconocimiento de altos mandos en la ZMP y la comparación con figuras como Kazimierz Wierzynski y Vladimir Mayakovsky, ambos dedicados a la poesía y las artes dramáticas. En 1950, a la par de su ingreso en la Universidad de Varsovia, el poeta europeo comenzó a colaborar en el diario oficialista Sztandar Mlodych, órgano de comunicación del ZMP.
Durante la década de los cincuenta sucederían los eventos más importantes de la vida de Kapuściński. En 1951 viajó por primera vez al extranjero para participar en el Festival de la Juventud en la República Democrática Alemana; en 1952 conoció y se casó con quien sería su esposa de toda la vida, Alicja Mielczarek; en 1953 tuvo a su primera hija, Zofia, y se inscribió en el Partido Obrero Unificado Polaco (PZPR), sólo para distanciarse de ellos un par de años después.
En el verano de 1955 se graduó como historiador y en septiembre de este año publicó el que sería su primer gran texto: una crítica a la construcción de una zona conurbada a la que describió como “la primera municipalidad socialista de Polonia”. El texto, en el que criticaba las condiciones de trabajo de los enlistados en la construcción, atrajo la atención de diversos medios. Al año siguiente, el ahora periodista viajó a Kiev y la India, donde comenzó a reportar para medios europeos. Después visitó Afganistán, Rusia, China y gran parte de Asia. Con 24 años cumplidos, el polaco se había convertido en un viajero frecuente y firme observador de la realidad que vivían las sociedades en diversas partes del mundo.
En 1958, Kapuściński comenzó a trabajar para la Agencia Informativa Polaca y el semanario Polityka, de dónde saldrían una serie de artículos sobre la marginación en su país y algunas regiones de Europa que alimentarían a su libro Busz po polsku, publicado en 1962. En el último año de la década de los cincuenta, el polaco viajó a África para reportar el inicio de las revoluciones que atosigaron al continente durante esa época. Por las próximas décadas se convirtió en espectador del fin de las colonias europeas y el surgimiento de naciones enteras que parecían estar destinadas al colapso. De sus experiencias, que según sus propios datos abarcan 27 revoluciones, 40 arrestos y 4 sentencias de muerte, se obtuvieron los libros La guerra del fútbol y Ébano, este último es quizá su título más conocido.
Se desempeñó como corresponsal hasta 1981, habitando en países como Senegal, Chile, Honduras, México donde entabló amistad con Gabriel García Márquez; Guatemala, reportando el asesinato del embajador alemán Karl von Spreti; Etiopía, Angola, Irán, y la URSS, en lo que serían los últimos días de la Unión Soviética. Durante los últimos años del siglo XX e inicios del XXI, Kapuściński se consagró como un maestro del periodismo narrativo gracias a sus libros y sus múltiples reportajes, publicados en medios como Time, The New York Times, Frankfurter y La Jornada. Fue profesor en universidades alrededor del mundo y maestro de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, fundada por el Nobel colombiano.
A lo largo de su vida, el periodista, poeta y escritor trabajó en la frontera entre la realidad y la narrativa. En los últimos años de su carrera, muchas de las historias que el polaco capturó en textos como Un día más con vida, Viajes con Heródoto y El imperio, fueron puestos en duda por especialistas que detallan ciertas imprecisiones en el reportaje e incluso apuntaban que el autor había inventado fuentes y hechos que beneficiaban su escritura. Kapuściński siempre se defendió. Él no era un reportero, era un periodista narrativo.
Quizá para el autor polaco, fallecido el 23 de enero de 2007, este género era perfecto para desarrollar la literatura tomando los aspectos que más apreciaba: lo liberador de la poesía y lo revelador del periodismo. En alguna ocasión, Ryszard Kapuściński dijo que su trabajo no consistía en “pisar cucarachas, sino en prender la luz para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse”. Bajo esa idea, el oficio del polaco era tan disfrutable como necesario.
Con información de Gatopardo