Por Andrés Timoteo / Columnista
NO A LAS INFILTRADAS
En el Congreso Local están en proceso para seleccionar a quien asumirá la dirección del Centro de Estudios para la Igualdad de Género y Derechos Humanos de la misma Legislatura. Es un cargo de suma importancia porque la tarea de ese organismo impactará -en teoría- la conducción del Poder Legislativo en cuanto a las iniciativas, reformas, adiciones y derogaciones del marco legal que tengan que ver con el sector femenino.
Siendo un tema tan sensible, la selección pulcritud y la responsabilidad suficiente para no enturbiar con intereses partidistas el desempeño del organismo. Por eso hay que advertir que de las doce aspirantes inscritas, al menos tres de ellas están inhabilitadas desde el punto ético para ser nombradas por sus nexos directos con partidos políticos. Dos de ellas son cordobesas y una porteña, radicada en Xalapa.
Esta última es Mónica Mendoza Madrigal, plenamente identificada con el Partido Revolucionario Institucional (PRI) al que ha servido desde diferentes áreas en los últimos diez años. Aunque no es militante formal -según se sabe- su cercanía es innegable, sobre todo en el último sexenio cuando fungió como vocera del priismo y enlace de prensa de las delegaciones federales en el Gobierno de Enrique Peña Nieto.
La señora Mendoza también fue operadora mediática de los dos últimos candidatos a la gubernatura, Héctor Yunes Landa y José Yunes Zorrilla. Entonces, designarla a ella al frente del Centro de Estudios para la Igualdad de Género y Derechos Humanos sería un despropósito y macularía el proyecto desde el inicio. Lo mismo con la panista Martha Lilia Chávez González, quien fue diputada local por ese partido y funcionaria federal y municipal -en Córdoba- en administraciones del ‘blanquiazul’.
Chávez González ha representado durante años los intereses de la corriente política liderada por el cordobés Juan Bueno Torio, quien desde que era panista estuvo muy ligado a la fidelidad y al duartismo. En la misma zaga está la exdiputada local por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), Juana María Toriz, también oriunda de la Ciudad de los Treinta Caballeros y militante desde hace años de esa expresión política.
Por congruencia ética, Toriz Javier debería retirar su postulación a ese cargo que requiere imparcialidad. Y para blindar a dicho centro de todo sesgo partidista, las integrantes de las comisiones para la Igualdad de Género y de Derechos Humanos y Atención a Grupos Vulnerables debería rechazar ipso facto a Mendoza Madrigal y Chávez González, infiltradas del priismo y el panismo, respectivamente. La inscripción de esas tres aspirantes es un desacierto y una afrenta a la ética y el decoro.
LO QUE ATES EN LA TIERRA…
A principios de la semana el Papa Francisco levantó el castigo canónico al poeta y monje trapense, Ernesto Cardenal, uno de los faros de la Teología de la Liberación en América Latina, quien fue despojado del ministerio sacerdotal desde 1984 por el entonces pontífice Juan Pablo II, quien lo consideraba un “cura rojo”, distorsionador del Evangelio al que -decía el pontífice- mezclaba con el marxismo.
Cardenal fue una de las figuras intelectuales y denunciantes más destacadas de la Revolución Sandinista en Nicaragua que derrocó al dictador Anastasio Somoza en los años setenta. Como Cardenal, el monasterio del archipiélago de Solentiname se convirtió en un centro intelectual para la izquierda y los revolucionarios. El poeta escribió un libro llamado “El Evangelio de Solentiname” en el que habla del Dios de los pobres que luchaba al lado del pueblo nicaragüense alzado en armas contra el tirano.
Su activismo político y sobre todo su opción preferencial por los pobres desató la furia de Juan Pablo II y su prefecto para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger – quien después sería el Papa Benedicto XVI- por lo que el Vaticano lo castigó aplicándole el Artículo 1333 del Código Canónico que lo suspendía del sacerdocio ‘A divinis’ que significa: lejos de la divinidad. O sea, lo apartaba de todo lo divino.
Durante 35 años, Ernesto Cardenal tuvo prohibido celebrar misa, consagrar la hostia e impartir cualquier sacramento. El 18 de febrero, la Santa Sede levantó la sanción y le regresó al monje trapense su ministerio. Lo volvió a acercar a lo divino, pues. Así se cumple lo que dijo Jesús al apóstol Pedro, el encomendado para ser el primer pontífice y cabeza de la Iglesia, según el evangelista Mateo: “Todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.
Lo que desató el Papa Francisco para Cardenal llega a tiempo pues el poeta acaba de cumplir 94 años el pasado 20 de enero y es un hombre enfermo. De hecho, la notificación papal la recibió en la cama de un hospital donde se encuentra internado por una infección renal. Hasta allí acudió el nuncio apostólico en Nicaragua, Stanislaw Waldemar, para informarle de la decisión de Roma y concelebrar junto a él su primera misa, tras el levantamiento del castigo.
Ernesto Cardenal tiene nexos muy estrechos con México. Estudio Filosofía y Letras en la UNAM y estuvo muy ligado a la Diócesis de Cuernavaca en tiempo de monseñor Sergio Méndez Arceo, otros de los faros de la Teología de la Liberación. Además, es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. A Veracruz ha venido en varias ocasiones, invitado a la Feria Internacional del Libro Universitario de la UV.
El poeta fue ministro de Cultura en Nicaragua entre 1979 y 1987 luego del triunfo del sandinismo, pero se alejó del mismo cuando éste perdió el rumbo democrático y el presidente Daniel Ortega se convirtió en dictador. “Ortega no es demócrata ni cristiano, ha declarado, lo que le valió la persecución del Estado en los últimos años”.
El diario nicaragüense ‘La Prensa’ -uno de los pocos que no ha mandado a cerrar Ortega- publicó hace días una entrevista con la poeta mexicana Lina Zerón, amiga de Cardenal y quien ha estado al lado del poeta en el nosocomio donde convalece. Ella contó que le hizo esta pregunta al monje reivindicado: – Ernesto, ¿en verdad crees en Dios?” La respuesta fue: “-Dios duerme conmigo en la hamaca”. El poeta acostumbra dormir en una hamaca tejida desde hace años. “El (Cardenal) tiene la idea de que Dios es un concepto y que es semejante a lo que llevó Jesucristo, porque él cree en él. Y que el reino de los cielos es lo mismo que una revolución”, narró Zerón. Luego de conocer la absolución papal, el poeta la agradeció y se dijo listo “para regresar a casa”. No se refería al domicilio terrenal.