Por Andrés Timoteo / columnista
AL RESCATE DE “LA LUZ”
Hace seis décadas, en 1960, el presidente Adolfo López Mateos les quitó a los estadounidenses la industria eléctrica nacional al expropiar la empresa Compañía de Luz y Fuerza del Centro, subsidiaria de la Mexican Litht and Power Company, para crear la paraestatal mexicana que hoy conocemos como Comisión Federal de Electricidad (CFE) que llegó a ser una de las más eficientes y poderosas del mundo.
La “mala prensa” que le hicieron a la CFE desde los años ochenta, cuando arribaron al poder los tecnócratas privatizadores, así como el descuido y el saqueo a la fue sometida para rebajar la calidad de sus servicios a la población, la convirtió en una empresa de gobierno que llegó a ser repudiada por la muchedumbre. El desprestigio y debilitamiento financiero y operacional era parte del plan para terminar vendiéndola a la iniciativa privada, nacional y extranjera.
Así lo hicieron con otras grandes paraestatales como Teléfonos de México (Telmex), Ferrocarriles Nacionales de México, las minas, los bancos, los ingenios azucareros, las autopistas y otras. A Petróleos Mexicanos (Pemex) se le sometió a esa misma estrategia, pero no lograron privatizarlo del todo, no les dio tiempo.
La CFE, a pesar de toda esa mala propaganda para demonizarla y sentar en el imaginario colectivo que era una empresa inservible y debería ser privatizada, llegó a ser una firma eficiente al grado que durante 30 años -de 1960 a 1992- cubrió totalmente la demanda nacional de energía eléctrica al 100 por ciento. No hubo necesidad de otras empresas privadas para generar el fluido.
Al ser una empresa que cubría la demanda total, que tenía la clientela asegurada -millones de consumidores- y que operaba en un País con todos los recursos suficientes para facilitar su operación se convirtió en un blanco apetitoso para todos los empresarios voraces y los gobiernos neoliberales -el neoliberalismo es el que antepone las ganancias de los de las empresas, incluso sobre las mismas personas- y desde 1982 se idearon formas para arrebatarle mercado. En el gobierno de Carlos Salinas se impulsaron leyes alternas a la Constitución para que empresas privadas pudieran generar energía eléctrica -construyendo presas, instalando paneles solares, grandes ventiladores y centrales termo y gasoelectricas- y vendérsela la CFE haciendo que su eficiencia se redujera a la mitad de lo que tenía en 1992.
Con la llamada Reforma Energética que impulsó el priista Enrique Peña Nieto, en el 2013 se modificó la Ley de la Industria Eléctrica que dio privilegios exorbitantes a las compañías privadas que generaban electricidad, incorporándolas al sistema nacional a la misma altura de la CFE a fin de que en corto tiempo absorbieran sus funciones y se tuviera el pretexto final para desmantelarla.
Sin embargo, al igual que en Pemex, no les tiempo de privatizarla del todo. Las elecciones presidenciales de julio pasado detuvieron -afortunadamente- esa tarascada. Ahora el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador va por su rescate. Lo anunció hace un par de días y plan de rescate incluye la reactivación de plantas generadores del fluido que fueron abandonadas, invertir en nuevas y optar por fuentes alternativas como la solar y la eólica.
‘HUACHICOL’ ELÉCTRICO
Y también como sucedió en Pemex, en la CFE hay ‘huachicoleros’ y no son aquellos que cuelgan un “diablito” para robarse la electricidad ni los obreros sindicalizados de la paraestatal que tienen subsidios hasta del 100 por ciento en sus recibos bimestrales ni siquiera al usuario moroso que por la crisis económica deja de pagar la factura.
No, los verdaderos ‘huachicoleros’ son de cuello blanco, altos funcionarios que saquearon miles de millones de pesos en la CFE. Son desde directivos de la compañía hasta los secretarios de Energía y los presidentes de la República en los últimos sexenios tal como lo denunció el director de la compañía, Manuel Barttlet. Ellos le hicieron un boquete financiero a la CFE que alcanzaría los 6 mil 270 millones de pesos.
Los saqueadores tienen nombres y Barttlet Díaz mencionó al menos nueve de ellos: José Córdoba Montoya, poderoso exjefe de la Oficina Presidencial con Carlos Salinas, los exsecretarios de Energía Jesús Reyes Heroles, Georgina Kessel Martínez, Jordy Herrera Flores, los exsecretarios de Comunicaciones y Transportes, Carlos Ruiz Sacristán y Luis Téllez Kuenzler, el exdirector de la misma CFE, Alfredo Elías Ayub y Alejandro Fleming Kauffman, ex jefe de la Unidad de Asuntos Jurídicos en la secretaría de Energía con Felipe Calderón Hinojosa.
Y ¡oh sorpresa!, el propio Calderón quien en su momento fue secretario de Energía durante el sexenio de Vicente Fox. Vaya tipo que cada vez que se destapa una cloaca aparece él como beneficiario del chanchullo. Esos exfuncionarios traficaron con información privilegiada, usaron sus cargos para beneficiar a empresas privadas para que compitieran ventajosamente con la CFE y una vez que concluyeron sus cargos públicos se convirtieron en consejeros -con sueldos millonarios- de las compañías extranjeras a las que beneficiaron desde el Gobierno. Claro, el nombre de Felipe Calderón está directamente ligado al ‘huachicoleo’ eléctrico -como lo estuvo con el ‘huachicoleo’ de gasolina- por haber sido titular de la Secretaría de Gobierno, pero también atentó contra la CFE cuando era mandatario Federal al igual que sus homólogos Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Peña Nieto que permitieron y participaron del saqueo. Todos ellos son los grandes ladrones de la nación y por supuesto deberían ser llevados ante los tribunales.
Lo malo del asunto es que López Obrador aparentemente les garantiza impunidad bajo los argumentos de que no castigará a los corruptos de antaño y que él “no es hombre de venganzas”. No obstante, el robo que cometieron no fue contra él sino contra los mexicanos y está obligado a castigarlos. No es cosa de voluntarismo sino de cumplimiento de la ley. En fin, lo bueno del caso es el rescate de la CFE y lo malo, que no habrá castigo para los que se llenaron los bolsillos con el “huachicol’ eléctrico.