Soy un fanático de las energías limpias y renovables. Me molesta mucho que las personas se opongan a algo por intereses que desconocen, simplemente porque algún líder político, sindical o religioso busca detener el avance de la civilización, sobre todo cuando lo que se hace beneficia a México.
Tengo a la mano dos ejemplos de lo que es atacar buenos proyectos regionales, que generan inversión y empleo. El primero y más pequeño es el de la Central Energética de Atoyac.
Esta empresa puede producir etanol, pero Pemex por intereses particulares no le compra el etanol, que ayuda a disminuir la contaminación de sus gasolinas. Por ello produce alcohol, con la gracia de que a los cañeros que le surten, les paga mejor la tonelada de caña, que los ingenios de la región. Además produce energía eléctrica, tiene 520 trabajadores que son empleos directos, con el consiguiente impacto de empleos indirectos (se calculan cuatro por cada directo).
Los sindicatos azucareros no la ven con buenos ojos porque no tiene sindicato. Los ingenios tampoco porque compite con ellos, y las agrupaciones cañeras tampoco, porque no hay arreglos con los líderes para reducir pagos a los productores, y entregar la diferencia a esos liderazgos y organizaciones.
Total que por hacer bien las cosas, lograron infiltrar a un sindicato del STIARM, la Sección 50, y están a punto de colapsar la empresa mediante demandas laborales, con lo cual el propietario está considerando seriamente cerrar la factoría e instalarla en otro lado, dónde los obreros acepten una paga superior al promedio de la zona, pero no haya problemas laborales ni se use a los sindicatos como arma de competencia.
Así, mediante un problema laboral, todos aquellos enemigos de la factoría, todas las mafias, logran su cometido, aunque se perjudique a la región, al empleo y a México, pues la tecnología es de punta.
Por otro lado tenemos la inversión de la Hidroeléctrica Naranjal. Un proyecto de inversión de tres mil quinientos millones de pesos. Con un impacto ambiental mínimo. 70% del movimiento de agua será subterráneo. Y con una generación del 50% de la que produce la Yesca, pero con una cortina de 14 metros nada más, y con un impacto ambiental mínimo. 50 empleos directos cuando esté funcionando. 750 KW de generación eléctrica. Tres años de construcción con el consiguiente beneficio a la región, para prestadores de servicios, constructoras, restaurantes, materialistas, hoteles, etc. Desarrollo tecnológico en la región. Y todo parado porque un grupo de personas insisten en el daño ambiental, que es usado como pretexto para detener el desarrollo económico de la región. Incluso quien me ha informado al respecto, el Sr. Antonio Nieto, me comenta que hay un sacerdote involucrado que como de costumbre, quiere detener el progreso económico.
Generar electricidad mediante el uso de agua, es una manera muy eficiente de aprovechar recursos hídricos. Sobre todo cuando vienen de aguas como las del Río Blanco, un río totalmente muerto en su flora y fauna, ante la terrible contaminación que padece. Aquí no habría ni siquiera daño a peces, pues no existen.
Obvio se afecta el terreno circundante, pero los beneficios son muy superiores a los daños que se causan, sobre todo en un país con déficit de energía eléctrica, y que la produce en su mayoría en plantas de ciclo combinado, es decir quemando gas o carbón o petróleo que contaminan. La hidroeléctrica no contamina y funciona por cientos de años.
Lo curioso es que la Secretaría del Trabajo y en general el Gobierno del Estado no voltean a ver lo que esta región se pierde, y no hay intervención ni operación política. En el caso de la Central Energética de Atoyac se puede entender por los compromisos políticos con los líderes cañeros, ingenios y sindicatos, pero en el caso de la hidroeléctrica no se entiende la razón, pues sólo trae beneficios, salvo algún acuerdo en privado con la jerarquía católica.
He preguntado a opositores de la Hidroeléctrica cuáles son sus razones. Hasta la fecha nadie me ha dado razones, mucho menos válidas o de peso.