Nombrar y remover libremente a sus funcionarios es una de las principales prerrogativas que tiene un Presidente de la República.
En semanas recientes se ha especulado sobre posibles cambios en el gabinete presidencial.
Los observadores han estado a la caza de señales que muestren un cambio de rumbo en la estrategia del gobierno, que haría necesario un movimiento de piezas, y hasta de síntomas de desafecto del Presidente hacia algún colaborador.
Por ejemplo, se ha afirmado que la presencia de Pedro Joaquín Coldwell en la Secretaría de Energía ha dejado de ser necesaria porque, primero, su designación obedeció a la tradicional cortesía de los Presidentes de extracción priista de dar una posición en el gabinete a quien lideró el partido durante la campaña electoral y, segundo, porque ya fue aprobada la Reforma Energética y ahora se requerirá de otro tipo de funcionario para promover a México como destino de las inversiones privadas en el sector.
Fuera de que es verdad que dos ex líderes del PRI elevados al gabinete, Jorge de la Vega Domínguez e Ignacio Pichardo Pagaza, dejaron muy rápido sus posiciones, no existe información que respalde dicha especulación en el caso de Pedro Joaquín Coldwell.
Tampoco la hay sobre la especie de que el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, sería removido por los malos resultados en materia de seguridad. Y, sin embargo, se insiste en ella con base en un video en YouTube donde se observa cómo el presidente Enrique Peña Nieto evita saludarlo de mano (ver aquí http://goo.gl/F4FjQP). Quien sostiene esto no toma en cuenta, entre otros datos, que Osorio fungió como anfitrión de la cena que reunió al Ejecutivo con los senadores del PRI y el PVEM, el jueves pasado, luego de la aprobación de la Reforma Energética el mismo jueves.
Lo cierto es que la tradición establece que los cambios en el gabinete son un termómetro de qué tan bien marcha el gobierno y cómo se colocan las piezas rumbo a la siguiente sucesión presidencial.
En los trece periodos sexenales que van desde 1934, los cambios en el gabinete durante los primeros dos años han sido raros. Sólo dos presidentes, Lázaro Cárdenas y Ernesto Zedillo cambiaron, durante el primer tercio del sexenio, a un número sustancial de los funcionarios nombrados de arranque.
Cárdenas hizo cambios en ocho posiciones del gabinete, mientras que Zedillo lo hizo en diez.
El primer año del primer sexenio presidencial en la historia moderna del país (1934-1940) fue clave para definir lo que sería el sistema político en las siguientes décadas.
México vivía el llamado Maximato —caracterizado por el poder detrás del trono que ejercía Plutarco Elías Calles— cuando tomó posesión de la Presidencia el general Lázaro Cárdenas.
El primer semestre de 1935 se había hecho notar por el activismo sindical —había estallado una gran cantidad de huelgas—, así como por los enfrentamientos en el Congreso entre legisladores de las facciones callista y cardenista.
En mayo de ese año, Calles regresó al país después de someterse a un tratamiento médico en Estados Unidos. Estaba decidido a aprovechar la aparente crisis para seguir orientando a los grupos que pesaban en la política mexicana.
Por esas fechas, Lázaro Cárdenas escribió en sus Apuntes: “Distintos amigos del general Calles, entre ellos algunos de los que forman parte del gabinete, vienen insistiéndole en que debe seguir interviniendo en la política del país. Estas gentes lo perderán”.
El 12 de junio, la prensa nacional publicaba un artículo del ex Presidente en el que afirmaba: “Hace seis meses que la Nación está sacudida por huelgas constantes, muchas de ellas enteramente injustificadas… Vamos para atrás, para atrás, retrocediendo siempre”.
Así se iniciaba el conflicto entre Calles y Cárdenas, que terminaría con la expulsión del país de aquél, en 1936. Algunos esperaban que el michoacano resultara tan sumiso ante el sonorense como lo fueron Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez, pero Cárdenas tuvo otra reacción: convocó a su gabinete, en el que había varios callistas, y pidió la renuncia de todos.
Tras de esa decisión, ocho secretarías de Estado cambiaron de titular. Entre ellas, Gobernación, Relaciones Exteriores, Defensa y Hacienda.
Una reorganización tan abrupta del gabinete no volvería a darse sino 60 años después, en el difícil arranque de Ernesto Zedillo, como veremos mañana.