Por andrés timoteo / columnista
EL LLANO DE LA VÍBORA
Mucho de lo revelado por testigos protegidos en el juicio que se realiza en Nueva York al capo del cártel de Sinaloa, Joaquín Guzmán Loera, alias “El Chapo”, no causa sorpresa en Veracruz. Una de esas revelaciones es que el pozarricense, Ignacio Morales Lechuga, exprocurador general de la República durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, recibió sobornos del narcotraficante para operar el trasiego de droga desde Colombia.
Eso ya se sabía localmente desde hace más de veinte años. No hay que olvidar aquel episodio en el que militares y policías judiciales -éstos al mando de Morales Lechuga- se enfrentaron a balazos por un avión cargado de cocaína que en noviembre de 1991 aterrizó en una pista clandestina en el poblado Llano de la Víbora del municipio de Tlalixcoyan. La refriega dejó como saldo siete policías judiciales, quienes tenían la encomienda de cuidar el cargamento de droga, mientras que los soldados llegaron a decomisarlo.
Varios priistas veracruzanos estuvieron involucrados en el suceso, entre ellos el notario público, exdiputado y dirigente partidista, Francisco Montes de Oca, quien en ese entonces era delegado de la PGR en Veracruz. Y el escándalo generado en Tlalixcoyan que evidenció la colusión de la PGR y la Policía Judicial con los cárteles del narcotráfico provocó la caída de Morales Lechuga de la dependencia.
El enfrentamiento del Llano de la Víbora con sus muertos, el cargamento de cocaína en disputa, los hilos de complicidades y hasta el jaloneo por los cadáveres de los agentes policíacos fue narrado por el desaparecido periodista Miguel Ángel López Velasco en su libro “Todo está adentro”, que hoy –a 27 años de distancia– vuelve a ser referencia para comprender hechos y conocer personajes.
Tampoco hay que olvidar que Morales Lechuga fue secretario general de Gobierno con Agustín Acosta Lagunes (1980-1986), uno de los sexenios más sangrientos en la historia de la Entidad cuando el crimen operaba libremente y algunos líderes delictivos estaban ligados familiarmente con el gobernante en turno. Además, Morales Lechuga también fue candidato a la Gubernatura en 1998, elecciones ganadas por el priista Miguel Alemán Velasco.
En esos comicios pudo haber triunfado el pozarricense, quien inicialmente iba a ser abanderado de una coalición de izquierda –del PT y PRD– y había pronósticos a favor, anticipando incluso una derrota histórica del tricolor. Sin embargo, de último momento Cuauhtémoc Cárdenas vetó a Morales Lechuga y el Sol Azteca le retiró su apoyo nominando como candidato emergente a Arturo Hérviz, exsenador y hoy alcalde de Ángel R. Cabada.
Lo que son las cosas, ahora habrá que darle gracias a Cárdenas Solorzano y a los perredistas que evitaron que Veracruz tuviera un narco-gobernador en aquella coyuntura. Claro, los que vinieron después como Javier Duarte y el innombrable son historia aparte. En fin, la terca memoria sirve para empatar datos nuevos con lo que ya se sabía del personaje cuyo nombre salió a relucir en los juzgados neoyorquinos.
NARANJAS Y LIMAS
Llegó la época más bella del año, aunque para algunos sea la más nostálgica e incluso hasta triste debido a crisis o ausencias familiares y porque en cada cierre de año es ineludible el balance personal. No obstante, lo anterior es llevadero, en la medida posible, con el folclor y la alegría que en México se imprime a las fiestas navideñas. Y desde el sábado anterior estas comenzaron con las tradiciones Posadas y el paseo de la engalanada Rama de casa en casa.
La romería para transportar las figurillas de los peregrinos por excelencia –María, casi parturienta de Jesús, y José su marido–, caminantes en la noche hacía Belén o para llevar una rama adornada con faroles, esferas, flores y listones que representa al Mesías que nacerá -haciendo referencia a la profecía isaística sobre la rama que brotará del árbol genealógico de Jesé- encierra valores históricos que nadie debe olvidar: la generosidad con el necesitado y el asilo-tolerancia para con el extranjero.
Ofrecer posada al peregrino y dar parte de lo que uno tiene al que toca tu puerta solicitando comida -ahora son dulces o dinero, a los que llaman “aguinaldo” en los cánticos de La Rama-, son actos que cada año se recuerdan en esas procesiones vestidas de religiosidad, pero que en sí tienen un significado más allá del credo, apelar a la solidaridad histórica hacia los que son diferentes a nosotros, a los que caminan en tierra ajena, a los que necesitan ayuda para continuar su ruta.
No es, por lo tanto, difícil entender el mensaje traducido a tiempos actuales cuando la gente huye a oleadas de sus países para sobrevivir y requiere de esa solidaridad comunal. México es tierra de necesitados y de migrantes, a la par que es ruta de estos mismos que vienen del Sur, de Centro y Sudamérica. En este contexto se requiere, hoy más que nunca, hacer realidad lo que se clama en villancicos y festejos: tolerar y dar asistencia humanitaria a los caminantes. Que no se olvide lo anterior. Hay que disfrutar las fiestas sin ignorar el mensaje de fondo.