El petróleo no se vende, afirman López Obrador (padre e hijo) y sus seguidores. Están equivocados. Todos los días México vende dos millones y medio de barriles de crudo. Unos los transforma Pemex en gasolina y otros productos para su venta al público. Poco más de 800 mil barriles diarios se venden a Estados Unidos.
Pemex invierte cada año más recursos para tratar de revertir un declive en la producción y no quedarnos sin petróleo para vender. Sin embargo, no está pudiendo con los crudos difíciles que ahora tenemos que explotar, como son los de Chicontepec. La expansión de Pemex en la segunda mitad de la década de los años setenta fue posible por el descubrimiento de Cantarell, uno de los yacimientos más generosos y abundantes que ha descubierto la humanidad. Es un yacimiento relativamente fácil de explotar y muy productivo, por lo que los desperdicios y excesos de Pemex no importaban demasiado. Ahora las ineficiencias de Pemex se vuelven críticas dada la falta de experiencia de Pemex para explotar aguas profundas o hidrocarburos shale o de lutitas.
Lo importante no es sólo vender petróleo, sino lograr en el proceso la mayor utilidad posible de esta operación. Para la izquierda esto se logra haciendo que Pemex refine el crudo. Están equivocados. Entre más refine Pemex, más pierde. Algunas empresas saben ganar utilidades en ese proceso. Pemex no.
Para incrementar la renta petrolera se necesita un nuevo marco institucional que permita atraer inversión de calidad para poder extraer los crudos más difíciles que aún tenemos en el subsuelo. Estas reglas deben estar diseñadas para maximizar la renta petrolera, la cual le corresponde al Estado en representación de los dueños que somos todos los mexicanos.
La renta petrolera es la diferencia entre el precio de venta del crudo y el costo de extraerlo, sumado a este costo una utilidad razonable por el capital invertido, ya sea el de una empresa pública o privada. Si Pemex es improductivo, la renta petrolera es menor. Si por una mala regulación en la apertura se le permite a una empresa privada utilidades demasiado altas, perderíamos como sociedad una parte de la renta.
Uno de los problemas de una izquierda opositora que no da argumentos sino sólo adjetivos y cercos “pacíficos” es que no se generan las condiciones para una discusión seria sobre el cómo se debe abrir el sector energético. Esto le ha permitido al gobierno discutir los cómos de la reforma en lo “oscurito”, sin un debate público sobre los distintos modelos posibles y sus beneficios.
El mercado petrolero está cambiando tan rápido que no hay más tiempo que perder. Se nos está cayendo la venta de crudo a Estados Unidos porque consumen menos y producen más que antes (véase Adrian Lajous en Nexos http://goo.gl/qhwYCk). Además, el precio del petróleo podría bajar si Irak e Irán recuperan su capacidad productora de crudo.
Sin embargo, no basta reformar, tenemos que hacer muy bien la reforma para no arrepentirnos en un futuro. Gran Bretaña dejó de recibir unos 74 mil millones dólares de renta petrolera entre 2002 y 2008 por haber definido mal sus mecanismos de apertura en el sector petrolero. Estas son las conclusiones de Juan Carlos Boué y Philip Wright (http://goo.gl/bQTNgG). La pérdida es en comparación con quien lo hizo mejor: Noruega. Los británicos capturaron menos renta porque optaron por impuestos bajos para impulsar la producción, no convirtieron al Estado en accionista de los yacimientos que se entregaban para la explotación de empresas privadas, ni se quedaron con una empresa pública que aprendiera y compitiera con las grandes petroleras, y a la cual le pudieran extraer dividendos.
La apertura tiene que buscar obtener la mayor renta posible a partir de mecanismos de mercado, no a través de instrumentos discrecionales para apoyar a alguna empresa, ya sea Pemex o una privada. Es decir, se deben asignar las zonas a desarrollar con base en una subasta que determine quién está dispuesto a proveerle la mayor renta al Estado. La mejor figura para hacer esto es la concesión, pero parece que en el gobierno se resisten a introducirla. También se le debe dejar a Pemex que explote sólo lo que sí puede desarrollar solo. Es crucial una agencia gubernamental sólida encargada de tomar las decisiones, otra que regule bien, y una más que vaya administrando los recursos excedentes para no malgastarlos.
El mayor riesgo que tenemos como país es no hacer nada. En 1986 el secretario general del sindicato petrolero, dirigiéndose al entonces presidente Miguel de la Madrid, concluyó: “Si se hunde Pemex, se hunde usted, nos hundimos todos”. Si no hacemos una buena reforma Pemex se va a hundir y nos puede llevar de corbata a todos los mexicanos.
Si por no hacer nada la producción de crudo se colapsara, venderíamos menos petróleo y las finanzas públicas sufrirían un golpe fuerte. Hay veces que desearía que esto pasara. Son los recursos petroleros los que nos han permitido solventar todo tipo de excesos y corruptelas en el gasto público.
Sin embargo, aprovechar bien el crudo que tenemos en el subsuelo y usar la renta petrolera de una forma adecuada podría hacer de México un país más próspero, justo y más soberano. Desperdiciar otra vez la oportunidad sería imperdonable.
*Profesor investigador del CIDE
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