El robo de vehículos es una constante en la vida del país y representa un verdadero negocio, incluyendo modelos no muy comerciales, como es el caso de transportes utilitarios de carga.
Hace un par de días se suscitó uno que no hubiera sido nota de los medios periodísticos impresos y digitales si no fuera porque el vehículo robado llevaba un equipo médico de desecho y éste, material radiactivo.
Lo anterior fue informado bajo el rubro de Radiactividad, respaldado por la nota oficial del siniestro, emitida en un boletín (1) de la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardias (CNSNS).
De acuerdo con los protocolos internacionales en la materia, suscritos por nuestro país, esa comisión debe informar al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) cualquier incidente, y así sucedió, por lo que el organismo emitió un comunicado (2) alusivo.
Este tipo de informes forma parte de las medidas preventivas de carácter internacional para salvaguardar la seguridad de las personas, en casos de situaciones riesgosas por exposición a la radiactividad. En el caso que nos ocupa, el peligro consiste en la radiación que emite el elemento activo del equipo médico, que es el radioisótopo Cobalto-60 (Co60).
Por los informes oficiales, se sabe que el dispositivo en desuso fue enviado a un depósito, que la autoridad nacional antes aludida (CNSNS) tiene habilitado ex profeso.
De acuerdo con la normatividad nuclear aplicable, el equipo debió ser embalado con el blindaje correspondiente y colocado dentro del transporte para su deposición final. Es de señalarse que estas actividades son regulares, pues la vida útil de ese material radiactivo es finita, por lo que se desecha para su reposición cada 8 años, aproximadamente.
Independientemente del robo en sí, el peligro radica en que la caja que contiene el dispositivo puede ser abierta, desmantelado el dispositivo y dejar la fuente radiactiva al descubierto, con el consiguiente daño por radiación a las personas que hicieran las maniobras y las que estuvieran expuestas directamente. De no entender el contenido de la caja, el artefacto podía ser vendido para su fundición, agravando el riesgo, pues se diseminaría el problema; sin embargo, si los autores del robo identificaran el elemento radiactivo como valioso lo extraerían, poniendo en riesgo su salud en todas las maniobras necesarias para su venta, iniciando con el desarmado del blindaje. Y otra pregunta, ¿quién se los compraría y para qué?
Los usos del Cobalto-60 se circunscriben al uso médico para diagnóstico clínico, radioterapia y esterilización de ropa e instrumental quirúrgico; en el ámbito industrial, se utiliza fundamentalmente para radiografía y determinación de espesores de materiales metálicos. En todos los usos se aprovecha la penetración de la radiación gamma, a través de la materia que se emite con la desintegración del radioisótopo en comento.
Así las cosas, la comercialización de la cápsula de Co60 es muy restringida por el peligro inherente a su manipulación y por lo restringido de los usuarios potenciales, quienes conocen los riesgos del uso y por ello utilizan equipos comerciales calibrados y certificados.
En el momento de escribir esta nota, me entero de que el dispositivo fue encontrado sin saber aún si el blindaje de plomo fue retirado y la cápsula extraída. ¡Vaya problema! La fuente radiactiva estaría al descubierto y podría causar daño a las personas situadas enfrente de ella. Se dice que en la zona hay alto grado de radiación, por lo que es de suponerse que la fuente está cerca, ya que no se volatiliza, pues es un metal. No tengo más elementos de juicio para opinar al respecto y sólo señalo que es un asunto delicado.
Lo que queda claro es que la autoridad nacional (CNSNS) en conjunto con el OIEA deberán abocarse a revisar los procedimientos de desecho de ese tipo de equipos, pues, como se señalaba en párrafos precedentes, su utilización es práctica común, tanto en la medicina como en la industria.