Por José Miguel Cobián Elías. / columnista
Un simple alcalde que ganó su elección gracias a la compra de voto, aún a sabiendas de que no tiene de su lado la voluntad popular, asume el cargo, y en múltiples ocasiones actúa como si fuera dueño del municipio que gobierna. ¿Te has preguntado cómo te sentirías tú en el lugar de Andrés Manuel? Él ganó de manera legítima la presidencia, y no sólo eso, literalmente ganó también gubernaturas, senadurías, diputaciones federales y locales, e incluso las pluris.
López Obrador sabe el mérito que tiene en el triunfo de Morena y sus aliados. También sabe que su partido es nuevo y no tiene muchos cuadros para cubrir todo el espectro del servicio público, y está plenamente consciente que tiene que sustituir a muchos servidores públicos ante la simple sospecha de que puedan ser agentes encubiertos del pasado reciente. Así, sin una previa selección, se despide a personal de niveles altos y medios, y se suple con personajes que tendrán una larga curva de aprendizaje, misma que esperemos logren terminar antes de terminar el sexenio.
Por ello observamos una serie de pifias en algunos de sus colaboradores. AMLO los conoce en las trincheras de las campañas políticas. Y de allí los saca para ocupar diversos puestos públicos. En muchos casos el esposo ocupa un puesto importante y la esposa otro, e incluso los hijos otros más. Ni modo. Se podrá llamar nepotismo pero hay que gobernar con quien tiene tu confianza.
Los que conocen a AMLO afirman que no lee los periódicos, y que se desespera muy rápido ante explicaciones elaboradas que le pueden presentar sus colaboradores. A lo largo de toda su vida política ha sido reduccionistas, simplifica las cosas, y por eso se ha convertido en un gran comunicador. Sus argumentos hablan por sí mismos. Esto que es una cualidad en campaña se convierte en un defecto en el gobierno. Toma decisiones sin conocer a fondo las consecuencias de las mismas, y aparece ante un sector de la población como alguien mal informado, o peor aún, que decide en base a ocurrencias y no en base a un análisis serio de la realidad cotidiana.
El mejor ejemplo es el asunto de la cancelación del aeropuerto de Texcoco. Se habló de corrupción e impunidad. Muchos esperamos que haya una revisión exhaustiva de los contratos y los hechos. Ansiamos ver el día en que salga a la luz la tan mencionada corrupción y se corrijan los abusos en contra del pueblo bueno. Sin embargo, todo parece indicar que nos quedaremos esperando. Pero por el otro lado, las consecuencias en la economía nacional que ha tenido esa decisión nos afectan a todos y continúan sus efectos, sin que exista un control de daños adecuado. Al grado de que muchos tenemos la esperanza de que el presidente recapacite, y reanude su construcción por el medio que mejor le parezca, para evitar mayores descalabros. Los que votamos por AMLO creemos firmemente que antepondrá siempre el interés de México por encima de cualquier otra motivación que pudiera tener. Basados en la forma como gobernó la ciudad de México. Sólo que tenemos que con un equipo inexperto tarde mucho en darse cuenta de las consecuencias de esta y otras decisiones.
Tal parece que lo que se ha hecho en los pocos días que lleva la cuarta transformación, ha sido continuar una interminable campaña política, agradando a grupos de poder, en lugar de trabajar por México. Pongo ejemplos, siendo el primero el de la cancelación del NAIM, y continuando con la derogación de la Reforma Educativa, con lo cual yo también estoy de acuerdo pues robaba seguridad laboral a los profesores, pero por lo visto, dejamos de lado el interés de los alumnos, pues al no haber evaluación independiente (desaparece el organismo que la lleva a cabo), regresamos al estado en que estábamos cuando gobernaba Calderón, con gran poder para los aliados SNTE y CNTE, pero riesgos de no elevar el nivel educativo de una nación que está urgida de ello. Conste que no tocaré el tema de que es bueno copiar conforme a las palabras del secretario de educación, que quiero pensar no se expresó correctamente.
La idea de bajar sueldos en el sector público es buena, siempre que se reduzcan privilegios inmerecidos, pero también se convierte en un error, cuando se aplica a tabla rasa para todos. Es indudable que conforme a las leyes de la oferta y la demanda, hay personajes cuyo trabajo vale mucho, y por ello tienen derecho a una remuneración elevada. Limitar al salario del presidente es una ocurrencia, debería de limitarse acorde a un análisis de responsabilidad y capacidad de cada persona. Sin embargo, lo más grave es que la esposa de John Ackerman hoy titular de la función pública, proponga disminuir los salarios en el sector privado, para evitar la fuga de cerebros del sector público al privado. Con ello muestra un total desconocimiento del tema, y exhibe su absoluta ignorancia, que en alguien en un puesto de ese nivel representa un error de quien la seleccionó, es decir con su ignorancia exhibe al propio presidente y daña su imagen. La dama no entiende que el mercado de talento es mundial. Desconoce que mucho mexicano talentoso se ha visto obligado a salir del país para poder desarrollarse profesionalmente, y que si en México no encuentra un salario justo, haría lo mismo que los cubanos, irse del país a tener una vida que merecen, salvo el dolor de ser siempre extranjeros donde los acojan.
Treinta millones de votos legitiman acciones de gobierno, cuando se llevan a cabo de manera inteligente y con una visión de presente y futuro, -incluso en sus consecuencias-. Treinta millones de votos no autorizan ocurrencias, ni daños a la Nación. De esos treinta millones se calcula que alrededor de dieciocho millones son del hartazgo contra el criminal gobierno que sufrimos durante décadas, pero esos votos del hartazgo son volátiles, van por México no por Morena. Y si Morena no demuestra ser eficiente en el ejercicio de gobierno los va a perder, con lo que México perdería también una única oportunidad de cambiar para bien.
La responsabilidad de los funcionarios públicos es enorme. No deben mentirle a la población, no deben salir con ocurrencias, y no deben (aunque ya lo han hecho) ubicar en puestos públicos a personajes recomendados, sin el perfil adecuado para ocuparlo. Un funcionario público que se ocupa de nimiedades como de hablar tres días de puertas y ventanas blindadas pierde respeto de la población. Un funcionario público que miente respecto de su currículo pierde el respeto de la población y de sus subordinados. Un funcionario público que pasa los días en baños de pueblo en lugar de cumplir el encargo para el que fue contratado, creerá que está bien con el que manda, pero se le olvida que el que manda es el pueblo, no el Gobernador o el Presidente, y que ambos no dudarán en sacrificarlo si no cumple su función. Un funcionario publico que declara tonterías pierde y hace perder al gobierno en el que se encuentra, porque su prestigio y el de quien lo escogió se reducen ante la opinión pública.
Tres años o seis se pasan muy rápido. No se puede ser ineficiente. La curva de aprendizaje debe de ser muy corta. México demanda resultados pronto, en seguridad, en salud, en educación, en economía. Un elector desilusionado se vuelve rencoroso. Esa lección no la deben de olvidar los funcionarios públicos, ni los electos ni los designados.
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C. P. C. José Miguel Cobián Elias