Por: Andrés Timoteo / columnista
HISTORIAS DE CEMENTERIOS
En París los cementerios son también museos. En ellos, especialmente en dos de intramuros, Montparnasse y Père-Lachaise, están sepultados personajes históricos de todos los ámbitos, desde la política y las artes hasta la milicia, la religión y las ciencias. Montparnasse es el más antiguo, hace tres siglos era un descampado que luego se convirtió en panteón popular y más tarde en un sitio privilegiado para ser sepultado.
Actualmente tener una tumba en Montparnasse es un lujo de escasísimos, además de que no hay “lotes” disponibles. Los que raramente se ponen en venta se cotizan lo mismo que un edificio de alta plusvalía. Dos mexicanos están sepultados ahí, el exdictador Porfirio Díaz -cuya tumba es visitada por mexicanos que viajan a París, ya sea para escupirla o depositar una ofrenda, según sea el punto de vista sobre la historia- y el escritor Carlos Fuentes -junto con su esposa e hijo-. El mismo Fuentes dijo antes de morir que tenía en París un palacio para su retiro.
Cuando fue abierto el cementerio Père-Lachaise -que lleva el nombre de François La Chaise, confesor de Luis XIV, el Rey Sol-, al Este de la ciudad, la aristocracia parisina se rehusaba a sepultar a sus difuntos allí por considerarlo “del vulgo”, por lo que en 1804 el Gobierno realizó una ceremonia solemne para trasladar los restos de los escritores Molière y La Fontaine, así como los del filósofo medieval Pierre Abélard y su esposa Eloïse, y sólo así, con esos tres personajes ilustres inhumados en el sitio, fue aceptado.
Y, en esas historias de cementerios, muy al dedillo de estas fechas, una de las tumbas más famosas o mejor dicho de las más visitadas, es la del escritor inglés Oscar Wilde, sobre la cual se colocó una escultura rectangular en piedra, con el relieve de un ángel desnudo al frente y volando en horizontal. Pues bien, desde hace siete años el Ayuntamiento parisino colocó una valla de cristal alrededor para evitar los besos de las mujeres que acuden a visitarlo.
Hay la leyenda de que si una dama plasma un beso rojo o rosa sobre la piedra -por eso hubo un tiempo en que había vendedores ambulantes de lápices labiales cerca del lugar-, encontrará un amor apasionado y ardiente en su vida -entiéndase: con mucho sexo y de calidad-, pero además se conservará joven y bella como el personaje del Retrato de Dorian Grey, surgido de la pluma del novelista británico.
Por eso la tumba fue encerrada en un escaparate de cristal, pero aún así recibe miles de visitas y no falta la osada que plasme sus labios en el cristal, corriendo el riesgo de que si la detienen puede llegar a pagar hasta 2 mil euros de multa -44 mil pesos-. Otro escritor famoso en los cementerios parisinos es el argentino Julio Cortázar cuya tumba está en Montparnasse, pero localizarla es un verdadero reto.
La sepultura, pequeña y discreta -que sólo se distingue por una pequeña escultura de diez discos de piedra, uno sobre otro hasta formar una especie de nube ascendente- está prácticamente escondida y se llega a ella siguiendo las instrucciones para recorrer el laberinto de otras tumbas. Dice la leyenda que antes de morir, en 1984, el autor de Rayuela eligió estratégicamente el sitio de la tumba y la dificultad para ser localizada. Es más, en la web hay un mapa para guiar a los buscadores.
SUSPIROS, RISAS Y JUEGOS
Así, la sepultura de Cortázar es tan complicada como el mismo libro de Rayuela -¿alguien lo ha entendido a la primera lectura y sin seguir las instrucciones del prefacio?
En Père-Lachaise está la tumba de una dama que murió de amor a principios del siglo pasado, esperando a su prometido, un soldado que fue a la guerra y no volvió. La lápida tiene la efigie de la doncella durmiendo.
La figura reposa de costado y su cara pegada al piso y la larga cabellera le cubre parte de la desnudez del cuerpo. Los veladores cuentan que, en las escasas noches despejadas de París, cuando la luna ilumina la silueta, ésta se levanta y permanece sentada mirando al cielo, al menos esa es la ilusión óptica que se percibe a lo lejos. A veces se oyen suspiros, aunque estés lejos, puedes escucharla suspirar. Murió de amor, esperando, cuentan.
En Montparnasse está la tumba de un niño que no es famoso por lo que fue en vida sino por los relatos que algunos cuentan tras su muerte. El mausoleo tiene la escultura del pequeño junto con su perro -la mascota también fue sepultada en el mismo lugar-, y hay noches en que se oye al niño jugar con el cachorro, las risas y los ladridos. No asusta a nadie, dicen los veladores, es un niño que se oye feliz jugando con su perro.
Por cierto, hablando de mascotas, en Asnières-sur-Seine, un poblado al noroeste de París, está el Cementerio de Perros, también llamado Panteón de Mascotas, creado desde 1899 a iniciativa de la periodista Marguerite Durand, cuyo caballo de nombre Gribouille está sepultado allí. Hay 42 mil tumbas de animales, desde perros y gatos hasta conejos, loros, vacas, caballos, pollos, cerdos y changos.
Allí están inhumados animales famosos, como el perro Rintintin, que apareció en películas y programas de televisión y Barry, un San Bernardo que entre 1805 y 1812 salvó la vida de 40 personas al localizarlas en la nieve de Los Alpes cuando era parte del cuerpo de rescatistas de montaña. También reposan los gatos del escritor Alexandre Dumas.
En el cementerio de Montmartre está la tumba de la cantante Dalida, quien se suicidó en 1987. Los parisinos juran que algunas noches la oyen cantar y su escultura se mueve cuando hay tormentas eléctricas. Las sepulturas de judíos se distinguen porque quienes las visitan, colocan sobre ellas pequeñas piedras a guisa de ofrenda y en el cementerio de Passy, cerca de la Torre Eiffel, está la tumba de dos gemelos, una niña y un niño, que murieron hace casi dos siglos.
Nadie la visita y el mantenimiento del cenotafio lo hace la municipalidad, pues se dice que la familia de los pequeños se extinguió con el paso del tiempo, pero siempre aparecen pequeñas piedras y a veces canicas sobre ella. Los conserjes las retiran, pero días más tarde vuelven a aparecer sobre la lápida, a veces colocadas en hileras y otras en círculos. “Los gemelos estuvieron jugando otra vez”, cuentan los trabajadores sin sorpresa, pues ya están acostumbrados a que los ‘niños’ dejen las piedras-juguetes regadas sobre la loseta de mármol.
TILICA Y FLACA
En plena fiesta de los muertos y casi al ritmo de la canción “La calaca tilica y flaca”, se supo que le van a echar el guante a una que se pasó de vivilla. El Gobierno de México solicitó a su majestad, la reina Isabel II de Gran Bretaña, que detenga y entregue en extradición a su vecina, Karime Macías Tubilla, todavía esposa del exgobernador Javier Duarte de Ochoa, quien desde hace abril del 2017 huyó a Londres, luego de que su marido fuera detenido en Guatemala.
Noticia buena para los veracruzanos, agraviados por esta señora que hacía planas y planas con la frase: “Sí merezco abundancia” y que está acusada, en un principio, de malversar 100 millones de pesos del Sistema Estatal para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) de la que fue presidenta. Sin embargo, sus ilícitos son mucho mayores porque fue -según las delaciones de los cómplices- el ‘cerebro’ de la red de saqueadores del erario estatal durante casi seis años. Hay una segunda acusación por lavado de dinero que está en la Procuraduría General de la República (PGR), aunque también ese proceso es insuficiente para castigar todo lo que hizo. No obstante, se espera que ambos expedientes judiciales sean las vías para que sea detenida y sujeta a un proceso de extradición. Que pague por algo de todo lo que hizo, es la lógica.
La mala noticia es obviamente para, además de la propia Macías de Duarte, para los que van a encabezar los gobiernos federal y estatal, pues ese procedimiento les complica más su intención de darle impunidad al matrimonio Duarte Macías. El tilicazo debió ser un golpe para el gobernador electo, Cuitláhuac García y quien será su secretario de Gobierno, Patrocinio Cisneros, pactistas con los hampones del pasado y que han prometido enjuiciar primero al Fiscal del estado, antes que a Duarte o a sus secuaces.
Golpe también para todos aquellos que, siguiendo la línea de la añoranza y hasta de la complicidad, intentaron desacreditar lo hecho por el gobernador, para fincarle responsabilidad a Karime Macías, presentando denuncias ante la PGR y localizando a la prófuga en el barrio londinense, donde vive a costa de lo robado. La pesquisa hecha a nivel local dio resultados y puso en el plano nacional la oportunidad de escarmentar a esta señora.
Es cierto, falta un largo tramo por recorrer para que Macías de Duarte sea traída a México, y luego a Veracruz, para ser juzgada, y nadie dude que una vez que llegue Andrés Manuel López Obrador al poder se retire la demanda de extradición ante Gran Bretaña, y claro, que archive la gestión ante el gobierno de Guatemala para que autorice procesar a Javier Duarte por el delito de desaparición forzada de personas. Los compromisos de los próximos gobernantes de Morena con Duarte de Ochoa son muy fuertes, de muchos ceros, aunque como bien lo dijo Yunes Linares, los temas son institucionales y jurídicamente están obligados a seguir con el proceso para castigarlos penalmente y allegar justicia al pueblo veracruzano. Ahí están las carpetas con las acusaciones y el uso que le den en el nuevo régimen servirá para evidenciarlo, sobre todo si optan por la impunidad en lugar de la justicia.
Y la petición para que Karime Macías sea detenida y extraditada es gasolina sobre estopa ardiendo para los cuitlahuistas´ quienes seguramente con más ahínco buscarán atropellar el estado de Derecho a fin de destituir al fiscal Jorge Winckler para así poder cancelar todos los expedientes de investigación contra la esposa de Duarte y los demás coparticipes en el robo del dinero de los veracruzanos.
Por cierto, al gobernador le queda todavía un mes en el ejercicio del poder, tiempo suficiente para dejar bajo proceso penal a otro pillo que simula afecciones, el innombrable. Iniciar el trámite para enjaular al diablo, padre político de Duarte y responsable de la gran calamidad que castiga a Veracruz, es algo que le debe a todos los agraviados.