Perdimos en la recaudación del IVA, que se desplomó 8%, confirmando la debilidad del consumo. Con la negociación de la reforma fiscal perdimos la oportunidad de recaudar 1.4% del PIB para reforzar la hacienda pública en 2014.
En el último año México lleva un récord de pérdidas preocupantes para un gobierno que ha prometido una gran transformación y una democracia de resultados. En los diferentes reportes nacionales e internacionales nuestro país aparece como uno en el que todos los días perdemos algo.
Las mediciones sobre salud, seguridad, educación, medio ambiente, ingresos y empleo nos sitúan entre los peores lugares tanto de los países de la OCDE como de los países llamados emergentes (Cómo va la Vida, OCDE, El Economista 06/11/13). Durante 2013 perdimos más de 2.5% de las expectativas económicas al ajustar la tasa de crecimiento esperado de 3.5% a menos de uno por ciento. La economía mexicana prácticamente no creció en el primer trimestre del año y en el segundo se contrajo 0.7% en términos reales. A pesar de que el Ejecutivo solicitó al Congreso una ampliación del déficit de 0.4% del PIB para este año, el gasto neto total presupuestario bajó casi 3% y el ejercido por las dependencias cayó 4% en comparación con el mismo periodo del año pasado. Perdimos también en la recaudación del IVA que se desplomó 8% confirmando la debilidad del consumo. Con la negociación de la reforma fiscal perdimos la oportunidad de recaudar 1.4% del PIB para reforzar la hacienda pública en 2014. Perdimos en la generación de empleos formales pasando de 500 mil en 2012 a 300 mil 500 en 2013 (STPS). Perdimos en las exportaciones de crudo que presentan su nivel más bajo desde 1989 (Sener/INEGI). Perdimos en los ingresos de la clase media, mientras que los segmentos más pobres (y los más ricos) tuvieron un crecimiento (INEGI). Finalmente, perdimos dos sitios en el Índice de Competitividad Global (WEF, 2013) y seguimos retrocediendo en tres de los indicadores más frecuentemente citados como obstáculos para hacer negocios en México: corrupción, crimen y robos e ineficiencia de la burocracia gubernamental.
Desde otro mirador, perdimos en el Índice de Corrupción de Transparencia Internacional ubicándonos en la posición 105, cuando hace tres años ocupábamos el lugar 89. Paralelamente avanzamos en la percepción de corrupción, pasando de 67 a 77% de mexicanos que creemos que hay mucha corrupción en el gobierno. Perdimos en materia de justicia, pues aumentó la percepción de impunidad hasta llegar a 47% (Reforma 26/0813). Seguimos perdiendo también en la percepción sobre seguridad con 43% de los ciudadanos afirmando que la situación de seguridad de los mexicanos ha empeorado respecto al año anterior (Excélsior BGC 21/1013).
La última pérdida la registra el Informe de Latinobarómetro 2013 y resulta preocupante. México es el país más escéptico respecto a la democracia como la forma de gobierno preferible, el segundo más insatisfecho con su funcionamiento y uno de los que presenta menores niveles de apoyo tanto a las instituciones políticas como al gobierno. En todos estos indicadores el país aparece muy por debajo de la media latinoamericana.
La reacción inmediata a estos últimos indicadores ha sido que todo se debe a la difícil situación económica por la que atraviesa el país. Sin embargo, el Informe Latinobarómetro encuentra que los indicadores económicos y de bienestar no parecen ser los factores explicativos de este desencanto, que no hay una correlación entre crecimiento y apoyo a la democracia y que las crisis económicas no necesariamente se ven reflejadas en una disminución de la convicción democrática como lo demuestran países como Argentina, que tiene uno de los índices más altos en actitudes positivas hacia la democracia.
Plantea, en cambio, que sí hay una relación directa entre el aprecio a la democracia y la imagen que los ciudadanos tienen sobre el papel de los partidos y el Congreso. De todos los países de América Latina, México es en el que más ciudadanos afirman que la democracia puede funcionar sin partidos políticos y sin Congreso: 45 y 38%, respectivamente, contra la media de América Latina que es de 31 y 27 por ciento. Esta creencia va aparejada con la mala opinión que los mexicanos tenemos de estas dos instituciones: 91% de los mexicanos considera que los partidos políticos están afectados por la corrupción y 83% opina lo mismo de los diputados y de los senadores (Transparencia Internacional).
Las pérdidas en los indicadores en el desempeño económico pueden facturarse, al menos en el discurso, a la situación global de la economía y a la ausencia de las reformas estructurales que todavía no empiezan a rendir frutos o que están por ser aprobadas. Pero las pérdidas en el ámbito de la política no tienen más que explicaciones endógenas: la conducta de los políticos en el gobierno y en la oposición. Son ellos los responsables directos y de ellos depende la solución. La gravedad de estas pérdidas no puede soslayarse, pues lo que revelan es una tendencia que se ha venido agudizando en México en los últimos años: la existencia de un sistema político que cada vez presenta menores signos de legitimidad y mayores dificultades para representar a la población y encauzar sus demandas por las vías institucionales.