El gobierno de Venezuela, de despropósito en despropósito: el posicionamiento de Nicolás Maduro sobre el jet de matrícula mexicana —que ya se sabe no derribaron, sino que “obligaron” a aterrizar— y que posteriormente fue calcinado como parte del protocolo de seguridad de aquel país para aeronaves no identificadas dentro de su espacio aéreo.
Y es que el gobierno de Maduro se ha limitado a decir —siempre de viva voz del Presidente y en eventos públicos, no en informes oficiales como lo dictan los protocolos— que el avión tuvo ese final por transportar montones de kilogramos de cocaína. La cosa es que en el material gráfico difundido no hay rastro alguno de ello, por lo que es evidente que el gobierno mexicano pide lo lógico: una investigación que confirme que había droga al interior, la lista de tripulantes y su nacionalidad. Que se sepa, sin ninguna duda, que todo lo que viajaba en la aeronave era de origen mexicano. Porque lo que se ha difundido parece no tener sentido. ¿O en verdad Venezuela espera que el gobierno de México se conforme con la declaración de su Presidente?
El asunto va más allá de los varios disparates de Maduro, y es que se comienza a tensar la relación entre México y Venezuela, países que no han tenido mayores dificultades en el pasado. En el intento del gobierno venezolano para dar por cerrado el tema, están presentes muchas dudas, inconsistencias y absurdos:
¿Cocaína de Mexico rumbo al sur del continente? Generalmente viaja al revés, del sur llega a nuestro país, para posteriormente cruzar la frontera con Estados Unidos, su destino final, pues es el país de mayor consumo. Justo el lunes me decía esto Gabriela Cuevas, presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores, en la Segunda Emisión de Cadenatres Noticias: “No tiene ningún sentido que una aeronave viaje de México a Sudamérica, porque no se explica el porqué transportar droga hacía una zona donde lo único que encontraría sería la depreciación, no se observa —añadió— que haya habido ni información ni procedimientos jurídicos que nos tengan al tanto a los mexicano de qué fue lo que sucedió. Me parece que lo que escuchamos de palabras del presidente Maduro es un tema donde la política se confunde con la seguridad…”.
No tiene lógica nada de lo que asegura Nicolás Maduro —y no sería la primera vez—: una aeronave llena de droga a la que se le forzó el aterrizaje; sus tripulantes “huyeron” (¿a toda velocidad sin que nadie pudiera detenerlos?), corrieron con destino incierto en cuanto pisaron tierra. Hay fotografías de la aeronave ya destruida, pero ni una sola imagen de la mercancía que, asegura Maduro, era transportada.
La información que comienza a filtrarse, curiosamente no viene de parte del gobierno de Venezuela, que es lo preocupante, pues Maduro no está siguiendo las vías políticas y diplomáticas. El expediente se va llenando con datos que vienen de otros lugares como Estados Unidos, desde donde nos aseguran que el avión sí seguía una de las varias rutas del narcotráfico de las que tienen conocimiento desde hace unos años. Pero finalmente quedamos en las mismas, porque el gobierno de Nicolás Maduro no ha dado pie al esclarecimiento del caso. Se ha limitado a cerrarlo y a restringir la información al respecto que el Presidente hace de forma pública, jamás vía institucional, ni dejando la puerta abierta para que se investigue más.
Hay aún vías diplomáticas para que este caso se resuelva bien para ambas partes, lo difícil es encontrar voluntad del gobierno de Venezuela para lograrlo, lo cual parece no llegar. Por lo pronto, los senadores mexicanos ya pidieron que México retire el apoyo a la candidatura de Venezuela como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Presionar de esa forma ante la posición de Venezuela de no responder por la vía adecuada a un caso en el que la omisión de información está yendo en contra de la soberanía de nuestro país. Más aún, porque en la versión venezolana con la que esperan que nos conformemos, nada cuadra.