El debate sobre la reforma energética entra a su etapa final. Las negociaciones entre el PRI y el PAN se intensificarán en los próximos días, al igual que los cuestionamientos y protestas en su contra. Era un escenario perfectamente previsible, y lo cierto es que nadie puede llamarse a sorpresa por la posición del PRD. Anunciada desde un inicio, responde no sólo a principios ideológicos, muchas veces dogmáticos, sino sobre todo a las delicadas implicaciones y los altos costos políticos para este partido si dejara libre este campo de batalla a Andrés Manuel López Obrador. Exigir otra cosa a los dirigentes y legisladores del PRD es tanto como pedirles una capitulación política a favor del político tabasqueño.
En términos estratégicos y técnicos discrepo de la posición del PRD. Desde el punto de vista del crecimiento económico y la competitividad, existen evidencias sobradas —financieras, tecnológicas, productivas y operativas, entre otras— sobre la necesidad de abrir este sector a la inversión privada para evitar que, en abierta contradicción con el discurso soberanista de los críticos de la reforma, México sufra un rezago aún mayor, hasta perder en los siguientes años, en forma irreversible, su autosuficiencia energética, con todas las consecuencias que esto tendría para el desarrollo del país en las próximas décadas.
En términos tácticos y políticos, sin embargo, entiendo enteramente la decisión del PRD de mantener ocupado el terreno de la oposición a la reforma, en la medida en que su abandono y, en efecto, el desplazamiento de la izquierda reformista y dialogante por la izquierda populista y radical, sería desastroso para la consolidación de la gobernabilidad democrática.
Se puede, pues, discrepar de su posición. Pero ni en términos ideológicos ni en términos políticos el PRD ha engañado a nadie. Se puede también, desde luego, desear una izquierda con mayor apertura y visión ante los grandes desafíos y oportunidades de México en el escenario global, como lo han sido en su momento las izquierdas de Francia, España, Chile o Brasil, por citar casos de partidos democráticos, o incluso China y Rusia, por hablar de las viejas izquierdas comunistas y autoritarias, hoy metidas de lleno en las reglas y dinámicas de la competitividad en los mercados internacionales.
Se puede, en suma, lo uno y lo otro. Pero lo cierto es que la izquierda representada hoy en el PRD ha mostrado responsabilidad y ha sido una pieza clave para el diálogo y la construcción de acuerdos que, en la actual legislatura, han permitido la aprobación de importantes reformas. Por ello, también, el PRI y el PAN deben hacer esta reforma estratégica sin medias tintas o ambigüedades, y sin reclamar ni esperar el silencio o la gracia del PRD.
*Socio consultor de Consultiva
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