Por: Yuriria Sierra / columnista
Susto. Quedó en un tremendo susto. Lo ocurrido antier con el vuelo 2431 de Aeroméxico queda como un antecedente que generará revisiones en cada avión de la flota nacional, privada o del sector público. Es lo mínimo. Desde la llegada de este tipo de transporte se considera que los accidentes son muy poco probables, pero, cuando ocurren, resultan trágicos. Ayer, los pasajeros y la tripulación del Embraer 190 accidentado en Durango salieron por su propio pie, nos informaron las autoridades. Los heridos están hospitalizados, pero no hubo muertes que lamentar. Habrá, sin duda, una investigación exhaustiva. La industria aérea es tan precisa que poco espacio para la duda deja tras un acontecimiento como el de ayer. Son imperdonables los accidentes. El Concorde quedó confinado en los hangares luego de que se estrellara a las afueras de París, murieron 113 personas. Taesa, en nuestro País, no se recuperó tras la caída de uno de sus aviones que salía de una escala en Uruapan, en 1999, ahí murieron 18 personas.
La estadística dice que hay un accidente cada 1.3 millones de vuelos. Así de poco probables; pero también así de catastróficos los accidentes en este sector. Las pérdidas humanas son imperdonables y las consecuencias de los accidentes llegan incluso a golpear las acciones y la operación de las aerolíneas. Y si eso sucede en la iniciativa privada, ¿qué sucede cuando ocurre en el sector público?
Hace unos días, Enrique Peña Nieto tuvo que cambiar el avión en el que llegaría a la Cumbre de la Alianza del Pacífico. El nuevo y polémico avión José María Morelos y Pavón presentó una falla en su computadora. Viajó en el viejo avión. Llegó a tiempo y todo en orden. Andrés Manuel López Obrador ha dicho, desde antes de ser siquiera precandidato (oficialmente, claro), que este avión (el que “no tiene ni Obama”), ya revisado, sería vendido. Su política de austeridad cruza peligrosamente la línea cuando de seguridad (y hablo de su seguridad personal, que ya hoy es un asunto de seguridad nacional) se trata.
“Pues no llegué…”, contestó en campaña cuando le preguntaron qué sucedería si no llega a la ONU porque su vuelo comercial se retrasó. En redes, su respuesta se convirtió en memes, pero fuera de internet, este supuesto generó preguntas que siguen sin encontrar respuestas. Tras hechos como el de antier, el tema debe resolverse: no se trata sólo de gastar menos para, así, enviar un mensaje de austeridad, es cuestión de seguridad nacional, de la estabilidad de una Nación entera.
¿Qué habría ocurrido si la semana pasada nadie se percata de las fallas en el Morelos y Pavón? No queremos ni pensarlo. Un golpe de este tamaño en la vida política de un País quita el aliento en todos sentidos y en todos los sectores. AMLO debería pensar mejor cuál será su estrategia de transporte una vez que inicie su mandato. Y no sólo es cuestión de resolver los traslados, que anunció que se harán en vuelos comerciales, sino qué sucederá con su cuidado. Dentro y fuera de su equipo de trabajo le han pedido que reconsidere el uso del Estado Mayor Presidencial y, con él, el uso de las facilidades de transporte que ofrece. No es cuestión de protocolo ni de signos caducos de poder: es una cuestión de estabilidad nacional. Punto. El Presidente de Estados Unidos (o de cualquier otro país) no decide si quiere tener o no seguridad personal. El Presidente de EU (o de cualquier otro país) no decide en qué avión, coche o tren viajará. El Presidente de México tampoco puede darse ese lujo, y mucho menos tratándose, éste, de un País que se ha convertido en casi rehén del crimen organizado. Por mucho que Andrés Manuel se sepa querido y “protegido por el pueblo”, no puede poner en riesgo así su vida, su integridad y la tranquilidad de un País entero.
Él sabe perfectamente bien lo que implicaría para México, su tranquilidad social, sus mercados, su gobernabilidad y su viabilidad del País que algo (tocamos madera) llegara a ocurrirle. En tierra o en el aire. Y, por lo pronto -antier lo vimos-, los accidentes no entienden de voluntad popular, voluntad política o fuerza de voluntad. Andrés Manuel: si quieres a tu pueblo como ese 53% de tu pueblo te quiere a ti (y como quieres que te quiera el otro 47%), no lo mandes a volar y dale la tranquilidad de saber que te estás cuidando y dejando cuidar.