Por: Andrés Timoteo / columnista
Todavía faltan cuatro meses para que se realice el cambio de Gobierno y tres para que el Mandatario electo, Cuitláhuac García Jiménez, haga públicos los nombres de las personas que lo acompañarán en la Administración, pero ya muchos se devanan los sesos por saber quiénes serán los integrantes del próximo Gabinete estatal. Es bien sabido que en Veracruz el cotilleo es un deporte y cuando lleva la carga política se vuelve pasión.
En cada coyuntura sexenal -bueno, en esta es bianual- pululan los politólogos de cafetería y sobremesa -algunos les llaman ‘futurólogos’ y otros ‘gabinetólogos’- que hacen y deshacen listas de los que serán llamados al Gobierno entrante. Y no sólo en los merenderos políticos sino también en la prensa se tejen futuros y se inventan cargos.
Muchos de los nombres barajados -algunos de tremendos impresentables- son con la intención de buscarles acomodo o al menos congraciarlos con el próximo gobernante. Los más indecibles son los remanentes de la fidelidad y del duartismo, que por medio de gacetillas se promocionan para incorporarse al gabinete cuitlahuista y seguir medrando del erario.
Es cierto que García Jiménez tiene acuerdos con los del pasado y que es probable que a su gabinete se cuele más de un personero de los exgobernadores, pero también es verdad que mucho de lo expuesto son meras elucubraciones porque hasta el momento el Gobernador electo no ha repartido más que un cargo, aunque de manera velada.
Se trata de la segunda posición más importante del gabinete, después de la suya, claro, que es la Secretaría General de Gobierno, la cual estaría reservada para un desconocido a nivel local, pero operador electoral muy eficaz, según se ha dicho, en el Movimiento Regeneración Nacional (Morena). Es Eric Patrocinio Cisneros Burgos, originario de Otatitlán, la tierra del Cristo Negro, al Sur de la Entidad.
Este señor, ingeniero agrónomo y cercano al mismo Andrés Manuel López Obrador, ya habría sido impuesto por el tabasqueño para ser el próximo secretario general de Gobierno, una especie de cuña para García Jiménez, pues no le rendirá cuentas a él sino al Presidente del País. La semana pasada Cuitláhuac García estuvo acompañado por Cisneros Burgos en dos reuniones icónicas por sus asistentes.
La primera fue con varios personajes ligados a los exgobernadores Javier Duarte de Ochoa y su impresentable antecesor -de la que dio cuenta el periódico El Financiero-, entre ellos el exsecretario de Turismo en la fidelidad -además es compadre y amigo personal del innombrable- y extitular del fideicomiso del Impuesto a la Nómina con Duarte, el notario Gustavo Souza Escamilla.
Para medir el nivel de cercanía de García Jiménez con ese personaje, anunció la reinstauración del Festival Internacional de la Salsa, un evento creado en el sexenio pasado para promocionar al entonces alcalde priista de Boca del Río, Salvador Manzur, como virtual sucesor de Duarte de Ochoa. Empero, el proyecto sucesorio se les agrió con escándalo conocido como “Ladrones de elecciones” en el 2013.
Manzur Díaz, siendo secretario de Finanzas y virtual delfín de Duarte de Ochoa, fue exhibido en un video coordinando las acciones mapachiles y diciendo que los programas de asistencia social eran “oro molido” para comprar votos a favor del PRI. Eso lo descarrilló de la sucesión en el 2016.
Ahora, en el próximo Gobierno regresará al Festival de la Salsa y también a Salvador Manzur, el bien amado del duartismo. En los hechos, Manzur ya está en la cancha morenista y en el proyecto de García Jiménez, pues ha incrustado a varios de sus personeros desde la campaña.
Y no es el único indecible que renace en marrón, pues en ese mismo convite estuvo otro fidelista radiactivo, el exsecretario de Comunicaciones, Guillermo Herrera Mendoza, a quien han ligado al crimen organizado en declaraciones emitidas en una corte de Texas -al igual que su exjefe el innombrable-. Ahora, Herrera Mendoza regresa al templete político con la aparente bendición de García Jiménez.
Lo anterior no es cosa menor ni que los veracruzanos deban banalizar, pues esos encuentros -y pactos- son señales de lo que podría venir, una mezcla del pasado (fidelista) con el futuro (morenista). “Va a pasar algo y no puede acabar bien” como dice Elena Garro en sus “Recuerdos del porvenir”.
En fin, tras pasearlo con los fidelistas, Cuitláhuac García pavoneó a Patrocinio Cisneros con los integrantes del Colegio de Notarios Públicos de Veracruz, ante los cuales los nombró “enlace” del futuro Gobierno Estatal con ellos. No hace falta ser un avezado analista para deducir que las áreas del Registro Público de la Propiedad y el Archivo de Notarías son manejadas por la Secretaría General de Gobierno.
De esta forma, el próximo mandatario estatal ‘destapó’ al señor Cisneros Burgos tentativamente como su segundo de a bordo. Hasta donde se sabe, si bien no tiene experiencia en cargos de Gobierno sino partidistas, tampoco tiene señalamientos de corrupción -bueno, al menos no se los han ventilado, hasta la fecha-.
Si Cisneros llega al cargo será el regreso de los ‘negritos’ y ‘bembones’ al tendedero público -y no es discriminación ni mucho menos porque así es conocido un grupo político en Boca del Río que durante años hizo de la suyas-. El segundo estigma que lo acompaña, si es que se le puede llamar así, es su origen cuenqueño porque el pasado está a flor de piel y su terruño hace referencia al innombrable, originario también de la misma zona. Ojalá y no salga como su indecible paisano -Vade Retro Satanás-.
Y mientras llega el momento de integrar el próximo Gabinete, las conjeturas seguirán como la comidilla diaria. Algunos vaticinios rayan en la hilaridad con tanto fidelista y duartista que acomodan, desde ahora, en Palacio de Gobierno. Claro, da risa, pero es mejor no invocarlos porque en una de esas se hace realidad el pronóstico dada la magia pontificada en Morena para perdonar a los pecadores, purificar a los corruptos y hacer que el pasado retorne. Ya lo dijo Elena Garro: “El porvenir era un retroceder veloz hacia la muerte y la muerte el estado perfecto (para algunos)”.
AFFAIRE BENALLA
En temas internacionales, los franceses fueron despertados abruptamente del sueño mundialista y hoy se agolpan indignados contra su presidente Emmanuel Macron, al que aparentemente ya se le acabó la magia a poco más de un año de haber asumido el poder -tomó posesión el 15 de mayo de 2017- a causa del llamado Affaire Benalla, dado a conocer en primicia por el periódico Le Monde.
¿De qué se trata el asunto? Alexandre Benalla, jefe de seguridad del Presidente, fue identificado como uno de los agresores contra manifestantes en el desfile obrero del pasado Primero de Mayo en París. El funcionario se mezcló con la Policía y se lanzó contra los marchistas que protestaban por la política laboral del Gobierno. En un video difundido en las redes sociales se ve a Benalla tomando del cuello, empujando y pateando a los manifestantes, sin que los demás policías hicieran algo para impedirlo, más bien lo protegían a él.
Benalla no es policía, se sumó al cuerpo de seguridad como diversión para aporrear a los protestantes. El 19 de julio, más de un mes después de los hechos, Le Monde dio a conocer la identidad del funcionario captado en el video y cercano a Macron -también fue su jefe de seguridad personal desde la campaña electoral- y sólo hasta ese momento, el Palacio del Eliseo -la residencia del gobernante- decidió separarlo del cargo.
Tanta es la indignación popular que el lunes pasado tuvieron que acudir a la Asamblea Nacional -la Cámara de Diputados- el ministro del interior Gérard Collomb y el prefecto de la Policía de París, Michel Delpuech para comparecer ante los legisladores por la protección que la casa presidencial dio a Benalla. Allí la oposición acribilló con preguntas y reclamos a los dos funcionarios, mientras que los parlamentarios oficialistas -del Partido la República en Marcha, creado por Macron- no pudieron defenderlos.
El martes fue el turno en el Senado donde comparecieron ambos funcionarios, además de Patrick Strzoda, director de Cabinet del Eliseo -algo así como el Estado Mayor Presidencial- y Alexis Kohler, el secretario general de la casa presidencial. Además, se le dio seis meses y presupuesto suficiente a la Comisión Legislativa para indagar a fondo el Affaire Benalla y recomendar castigos.
Las comparecencias acabaron tan mal que los legisladores pidieron la presencia en la Asamblea Nacional del presidente Macron, quien hasta la tarde del lunes había guardado silencio -por casi dos meses- pero por la noche emitió una declaración en la que asumió su responsabilidad como jefe directo de Benalla, a quien consideró como un “traidor” de su confianza. Claro, lo hizo en una reunión con legisladores de su partido, no en un Mea Culpa ante la Nación. Todo mientras la oposición amenaza con impulsar una moción de censura en su contra.
Macron, el que hizo posible una elección histórica hace un año ganándose la admiración de los galos y del mundo entero, ya tiene su primer gran crisis que ha roto la ‘luna de miel’ con los franceses, pues acá la cultura de la protesta es muy fuerte, una herencia desde la Revolución Francesa, y cuando se arremete contra los manifestantes es atacar al pueblo, la esencia misma de la República.
Imagínense entonces que el jefe de la seguridad presidencial haya usado su posición para disfrazarse de agente policiaco y golpear a la multitud por mero placer. Con este caso, el carismático Gobierno macronista hace agua a un año de haber iniciado y se confirma que nada es perfecto ni para siempre.
En México, aporrear a los que protestan contra el Gobierno más que un delito es una cualidad para la clase política. Tal affaire nunca hubiera llegado al Legislativo mexicano, al contrario, al tal Benalla lo hubieran hecho diputado o secretario de Estado en lugar de enjuiciarlo como pretenden los complicados franceses.