Las fiestas de Día de Muertos dan el pretexto idóneo para recordar a los difuntos, sacar del clóset las tradiciones mexicanas y reflexionar sobre nuestro paso por el mundo. La muerte en México se vive entre el duelo, los rituales, las celebraciones y los homenajes. Hay respeto, pero también sentido del humor. Las frases: “Ya colgó los tenis”, “no andaba muerto, andaba de parranda”, “se me antoja una bien muerta”, “lo que le hizo falta al muerto… salud”, son ejemplos de cómo los mexicanos adoptan en su cotidianeidad a la “huesuda”.
Seguramente teniendo en mente que se acercaban el día de los difuntos, el Congreso de la Unión quiso hacerle un homenaje con la reforma hacendaria que finalmente se aprobó.
Desde que se dio a conocer la propuesta del Ejecutivo que contemplaba nuevos impuestos, el PAN señaló: “Sobre mi cadáver la homologación del IVA en la frontera y el IVA a las colegiaturas”. Sin embargo, este partido se quedó solo y “se quedó frío” del coraje cuando observó que el PRD se aliaba con el PRI.
Entonces el blanquiazul señaló: “Como te ves, me vi y como me ves, te verás…” y acusó a los perredistas de que “ya lo había chupado la bruja” y que había negociado cosas impronunciables con el Gobierno federal. “A mí no me cuelguen ese muertito”, dijo Miguel Barbosa, coordinador del PRD en el Senado, “primero muerto que vender mi alma al PRI”. Además, respondía a los panistas, “recuerden que el pez por la boca muere, ya los veremos en la reforma energética”.
Pero en algo sí tenían razón los panistas y es que “muerto el ahijado, se acabó el compadrazgo” y aquí “había estirado la pata” la alianza entre el PRI y el PAN. No, no hubo un “hasta que la muerte nos separe”. La reforma hacendaria terminó con el amor que se profesaban. ¿Cuándo durará la nueva relación entre el PRI y el PRD? Seguramente muy poco porque “el muerto y el diputado a los tres días apestan”.
Los gravámenes más polémicos fueron los impuestos a los refrescos y la comida chatarra. Es que “de gordos y tragones están llenos los panteones”, dijo el Gobierno federal y algunos perredistas decidieron poner en cintura a las refresqueras y a las empresas que venden productos procesados. Desde que se oyó el rumor de que se gravarían estos productos, los empresarios se empezaron a poner nerviosos porque “el miedo no anda en burro”, pero cuando en la Cámara de Diputados se aprobó el dichoso impuesto, los empresarios dijeron “se nos adelantó”, la Comisión de Hacienda.
La cosa no paró ahí, sino que dijeron “ya valió” cuando observaron cuando en la Cámara de Senadores se aumentaba de cinco a ocho porciento el IVA a los productos chatarra. Los legisladores piensan que “muerto el perro se acabó la rabia” y que poniendo los impuestos ya se acabó la obesidad. Sin embargo, ese es tan sólo un primer paso, falta que se apliquen políticas integrales de control, publicidad y etiquetado a las empresas a las que les gusta “nadar de muertito”.
Por supuesto, estos empresarios no se quedaron cruzados de brazos y fieles a su costumbre de “mátalas callando” y que “primero muertos que sencillos”, amenazaron con ampararse contra estos impuestos. “Asústame panteón”, contestaron desde la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, sólo recuerden que “el que a hierro mata, a hierro muere” y “cuando te toca, aunque te quites”.
Los detractores de la reforma fiscal comenzaron a “dar por muertos” al PRI y al PRD por haber aprobado la reforma hacendaria. “El que por su boca muere hasta la muerte le sabe”, le gritaban. Sin embargo, a los perredistas parece tenerlos sin cuidado esos presagios, pues en este momento están pensando en “el panista a la sepultura y el vivo a la travesura”.
Lo que a estas alturas ya saben todos los mexicanos es que “la muerte y los impuestos son lo único seguro” y que no queda otra que aceptar el “copelas o cuello”.