- Sin más oportunidad de verificar macro datos, hemos de confiar al 100% en los vertidos por la cuestionada Autoridad Electoral, que, según Pew Research, era dirigida por quien hasta hace un mes sólo gozaba del 7% de las simpatías nacionales.
- Cómo no van a estar de plácemes los financieros cuando les aseguraron que la economía de mercado monopolizado seguirá rigiendo los destinos de la Patria, administrada con un régimen barato
Alejandro Solís
Columnista
Esta columna editorial nació hace un año y medio para dar fe sobre el relevo del régimen neoliberal dominante en México, por el gatopardo socialdemócrata cristiano dirigido mediante un gerente eficiente, pues la hegemonía no aceptaría un caudillo populista.
¡Fuera AMLO por errático! Fallamos por tantito. Por analista errático despedimos de esta columna a Aleluya Moreno Lorenses Oropesa (AMLO) sustituyéndolo por quien hoy la rúbrica, con el propósito de continuar teorizando la documentada instalación del nuevo Gobierno predestinado a lograr la cuarta renovación de la República, terminando con la corrupción, impunidad e inseguridad origen de todos los males sociales y personales, según el rosario del Presidente Virtualmente Electo.
Expectativa y realidad. Gran error de Aleluya fue haber omitido que el gatopardismo incluye cambios personales, como son los propios de quienes en campaña ofrecen lo contrario a lo que harán una vez sentados en la silla presidencial.
De ser la cosa socio-económica una piñata infantil, bienvenido el compás del beneficio y duda metódica dándole tiempo al Gobierno reciclado de instalarse oficialmente, más unos 100 días de gracia.
Pero, lástima, los intereses económico políticos trazados transexenalmente a favor del capital financiero, imponen más programas de continuidad patronal que ocurrencias populacheras, pues su reclamo de ganancias no tiene pausa, ni limitaciones, como vimos en los abrazos apresurados de quienes en campaña se zurraban en nuestro virtual Señor presidente.
Legitimada la legalidad impuesta. Sobre la importancia legal de quienes ocupan puesto de Gobierno, en la sociedad contemporánea su más caro anhelo es ser legítimamente aceptados.
Más que un deseo moral, se trata de una exigencia para la estabilidad del mercado financiero pues nada molesta tanto al prestamista que el pago impuntual de sus dividendos, asegurando el pronto reembolso de sus fondos invertidos, sin riesgo de que a cualquier Taibo se le ocurra expropiárselos.
Manipulando conciencias. Con excepción del estado de Puebla, como otros casos más silenciados de violación de urnas, olvidando los más de 124 crímenes de candidatos y operadores durante la campaña electoral, omitiendo los millones de pesos de origen dudoso destinados al proceso, más los cientos de candidatos que por el temor de ser violentados prefirieron salirse de campaña, llegándose al caso de Guadalajara donde ganó Morena la Presidencia Municipal sin candidato en firme, los resultados numéricos de las elecciones de 2018, así como el extraño clima de amor y paz en que se desarrollaron, dejan mucho que desear sobre su naturaleza democrática liberal.
Huele a elecciones de Estado. El trato mediático del proceso experimentado que incluye desde cantar a destiempo el triunfo esperado, hasta las prisas por reconocerlo, corresponde más a nuevos secretos de Estado que al avasallamiento montado para lograr la legitimidad del Gobierno, del Estado y del Sistema, pieza fundamental del ajedrez económico ideológico mundial.
La geo-política operó a favor del ungido. Sin más oportunidad de verificar macro datos, hemos de confiar al 100% en los vertidos por la cuestionada Autoridad Electoral, que, según Pew Research, era dirigida por quien hasta hace un mes sólo gozaba del 7% de las simpatías nacionales.
De tal manera: cantar legitimidad del triunfante resulta fake new, sobre todo en medio de una corte política acostumbrada al doblez, la traición, el olvido de principios, la componenda y venta de cabildos y cabildeos.
Numeralia del INE. AMLO obtuvo 30 millones 47 mil 700 de votos, mientras que el resto de partidos pulverizados alcanzaron 24 millones 826 mil 732. La diferencia de 5 millones 210, 962 entre el ganador y los perdedores no es tanta, sobre todo si consideramos que tres millones –en realidad, pocos- se los pusieron al través del PT y el PES, partidos rémoras en vías de extinción.
Si consideramos que oficialmente no votaron 24 millones 826,732 mexicanos, en realidad 3.5 de cada 10 mexicanos lo hicieron a favor del presidente electo virtualmente. Mayoría que no le da para cambiar la Carta Magna.
Juntos haremos histeria. En medio de la algarabía Nacional por el triunfo cantado de antemano, así como la cargada de los oportunistas de siempre llenando la nave del perdón y del olvido, voces críticas del concierto nacional empiezan a ponerle números a las promesas derramadas durante la morena campaña, y, las cuentas no darán, a reserva de golpear económicamente a la parte débil del aparato armando durante décadas para controlar al pueblo.
La historieta nos juzgará. Habrá que controlar en todas las regiones de México a quienes fueron afectados por la refundación del viejo PRI en la robusta morena, convertida en una exitosa franquicia comercial empoderada, pero con la expectativa de bajos salarios y reducidas prestaciones.
¡Nadie ganará más que el modesto presidente! A ver qué dicen los ministros de la Suprema Corte.
Juntos haremos prehistoria, PRIMOR. Durante años, el Estado destrozó vanguardias revolucionarias, sindicatos, agrupaciones no partidarias, universidades críticas, cacicazgos regionales, faltándole liquidar al regionalismo partidista creado por la propia puja de los grupos de poder local, demostrados incapaces en el arte de controlar y conducir mayorías a las urnas.
Innecesarios para el Sistema, los partiditos han entrado en proceso de sustitución por nuevas agrupaciones dóciles para conformar al cantado gobierno de coalición típico de la democracia social, con las simpatías representadas debidamente de la parte más dura de la naturaleza humana: la oligarquía.
¿Luna de miel entre sentidos opuestos? Cómo no van a estar de plácemes los financieros cuando les aseguraron que la economía de mercado monopolizado seguirá rigiendo los destinos de la Patria, administrada con un régimen barato, decente, transparente, incapaz de abusar de su mayoría absoluta para modificar leyes, sin su venia.
¿Qué capitalista avieso rechaza una selfie con quien le tiende la mano cargada de dinero recuperado al gasto público y la nómina corrupta, inyectado al mercado interno, además de un sutil control del pueblo?
Bienvenido el ciclo del capital reactivado con dinero recuperado del Estado santificado y adelgazado. No es poca monta diez mil millones de pesos mensuales predestinados a becas de estudiantes incorporados al trabajo bajo un régimen especial laboral sin cargo a pasivos, así como a la pingue manutención de viejitos terceristas entre los que se listan Fox, Calderón, Zedillo y Echeverría, prestos a cobrar sus mil quinientos pesos, sobre todo si sumamos además del subsidio a los procesos productivos, su aporte a la valorización de mercancías, más el gasto básico diario concentrado en la Banca, tan dada a la inmediata bursatilización de todo activo.
Administración barata. ¿De dónde provendrán los recursos, si por promesas del Gobierno electo ya no aumentará la carga de la deuda, ni los impuestos?
Del sacrificio de la aristócrata burocracia gobernante. Del plan de austeridad, adelgazamiento físico y nominal del Estado y el Gobierno, incluida la reducción de las prerrogativas a partidos y montos hacendarios destinados al Instituto Nacional Electoral. De hecho, se impone un decreto presidencial para finiquitar el subsidio a los partidos.
Una cosa es populismo y otra concesión privada. El gobierno austero prometido se remite a liquidar al estamento político de excepción deformado por huestes familiares y mafias entorno de la vida partidista pulverizada, de la manipulación convenenciera del gasto público mediante la cesión directa o corrupta de contratas, en proceso de liquidación; dándole paso a menos agrupaciones sociales, pero ponderadamente coaligadas, facilitadoras de cierre del caduco modelo neoliberal, incapaz de garantizar la acumulación de capital en un mundo endiabladamente endeudado.
De la democracia parlada, a la democracia social retórica. Así, el beneficio de la duda otorgado al nuevo Gobierno se reduce a dos opciones de una salida histórica: a sabiendas de saberse ungido para darnos papilla con el dedo electoral, ¿podrá sorprenderse, cuando el dinero destinado no le alcance?