Por: Verónica Carbajal García / columnista
Vivimos hoy un momento histórico que debería quedar registrado en ‘negritas’. Confluimos cuatro diferentes generaciones en una sociedad de “modernidad líquida”, como le llamó Sygmunt Bauman. Todos, en un planeta hermoso, pero sobreexplotado y disfuncional en muchos aspectos.
Si bien es cierto que aun somos más la gente buena en nuestro País y en el planeta; tenemos esa gran capacidad de imaginar “cosas chingonas” como dijo Javier Hernández “Chicharito”, no significa que no debamos, como eternos guerreros, dejar de luchar por mejorar y reparar lo roto, caótico, o descompuesto.
Para empezar, recordemos que hoy la población mundial está repartida en diferentes generaciones, empezando por los Baby Boomers, nacidos luego de la Segunda Guerra Mundial, entre 1945 y 1964, la mayoría son abuelos y bisabuelos, muchos de ellos trabajaron toda su vida o la mayor parte en un mismo lugar; viajar estaba bien, pero no les quitaba el sueño, se casaban para siempre y trataban de mantener rígidas reglas en el hogar y la sociedad.
Luego, estamos la Generación X, nacidos entre 1965 y 1981, los que vimos de cerca la transición, la llegada del Internet y avances tecnológicos, algunos trabajamos duro para estar al día y mantener la capacidad de lograr vida social -presencial- activa, y en equilibrio con la tecnología; a algunos se les ha dificultado mucho y por eso también hay quienes nos llaman ‘generación perdida’ o ‘generación Peter Pan’. Laboralmente, todavía nos ha tocado estar en trabajos por más de una docena de años.
Siguen los Millennials o Generación Y, nacidos entre 1982 y 1994, quienes conocen desde muy pequeños la vida virtual, las nuevas tecnologías y el Internet, pero mantienen ciertas conductas y códigos de privacidad en relación con lo que suben a sus redes sociales; desarrollan varias habilidades, no son adictos al trabajo, aman viajar y mostrarlo en gráficas; laboralmente no son tan estables, un corto tiempo en un lugar luego en otro; amantes de la tecnología.
Por último, la Generación Z o Centennials, también llamados “nativos digitales”, nacieron de 1995 a la fecha; capaces de aprender con tutoriales, grandes consumidores de información y entretenimiento, pueden estar horas en la pantalla de casa o de su Smartphone, siempre buscan innovar lo que existe; en estos momentos son niños, estudiantes, o jóvenes que inician su vida laboral.
Ahora, observemos, analicemos cómo cada una de esas generaciones, ha vivido lo “moderno” y comprendamos, en este momento, juntos, somos contemporáneos en esta modernidad líquida, como decía el sociólogo y filósofo polaco fallecido el año pasado, Bauman, quien nos legó su pensamiento y dijo que vivimos con esa preocupación de que las cosas se queden fijas, tan sólidas que no puedan cambiar en el futuro, porque lo de hoy, es lo cambiante.
“Estamos acostumbrados a un tiempo veloz, seguros de que las cosas no van a durar mucho, de que van a aparecer nuevas oportunidades que van a devaluar las existentes. Y sucede en todos los aspectos de la vida. Con los objetos materiales, con las relaciones con la gente; con la propia relación que tenemos con nosotros mismos, cómo nos evaluamos, qué imagen tenemos de nuestra persona, qué ambición permitimos que nos guíe. Todo cambia de un momento a otro, somos conscientes de que somos cambiables y por lo tanto tenemos miedo de fijar nada para siempre”, dijo en una entrevista en Europa dos años antes de fallecer. Y es que todo se flexibiliza, se está listo para el cambio de sintonía, creando una situación líquida, “como un líquido en un vaso, en el que el más ligero empujón cambia la forma del agua. Y esto está por todas partes”.
Esa analogía de lo líquido, está en la modernidad, en el amor, en los tatuajes, en la educación, en el comercio electrónico sentimental, como el mismo Zygmunt lo explicó, pero ¡aguas! porque también reflexionó en cuanto a la red, que si bien sirve para mejorar la calidad de la integración humana, la cooperación, la solidaridad; de igual forma, la red facilita el aislamiento, la separación, la exclusión de los seres humanos.
Las cuatro generaciones que hoy convivimos en este mundo, aunque con diferentes características, somos finalmente una sola, la generación líquida de la que el filósofo hablaba, porque todos, desde abuelos a pequeños, estamos aquí y ahora, compartiendo esta vida líquida.
Otro filósofo, José Ortega y Gasset, ya mucho antes había hablado sobre la convivencia entre generaciones diferentes, y decía que el punto crucial era precisamente esa contemporaneidad: “Todos somos contemporáneos, vivimos en el mismo tiempo y atmósfera —en el mismo mundo—, pero contribuimos a formarlos de modo diferente.”
Y todos podemos imaginar cosas chingonas, pero también nos debemos ocupar, en tomar las mejores decisiones para nuestra vida en este planeta, en no dejar de luchar, en comunicarnos, en hacer vida social presencial y no sólo digital; que no haya separación, menos conflictividad; que los cambios a velocidad vertiginosa no nos traguen como si fueran un hoyo negro, y seamos capaces de mantenernos humanos, quizá líquidos, sí, porque no lo podemos evitar, pero que no se pierda la humanidad, es decir, la sensibilidad, la compasión y bondad hacia los semejantes. Porque cada segmento generacional tiene el compromiso moral de transmitir y legar valores a la generación sucesora. Que eso, no se pierda, y no nos ahogue la vida líquida.
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