Por: Catón / columnista
“Con gusto daría 10 mil pesos por besar su maravilloso busto”. Así le dijo Libidiano, hombre salaz, a la bella mujer que se sentó a su lado en la barra de la cantina “La Hermana de Lord Byron”. Añadió luego con inspirado acento: “Un sólo beso el corazón invoca, que la dicha de dos me mataría”. Pechina, que así se llamaba la aludida dama, se sorprendió al oír esa insólita propuesta, pero luego meditó: “Vale la pena considerar la oferta. Aún con la depreciación del peso la cantidad citada no es para desestimarse, y menos aún en este tiempo de crisis, inflación, carestía y gasolinazos. Además la mercancía de que se trata no es de las que se lleva el comprador. Quien la vende la conserva, y puede hacerla objeto de nuevas transacciones. Por otra parte ¿qué es un beso? Es un madrigal sin palabras; una canción sin música; una promesa silenciosa. Y, viniendo al prosaico mundo del dinero, 10 mil pesos son una buena cantidad. Con ese dinero mi abuelita habría podido comprarse 20 mil tacos de pollo de a tostón. Ánimo, pues. No dejemos pasar esa oportunidad”. Todo eso dijo Pechina en su interior. Luego, uniendo la acción al pensamiento, se dirigió a Libidiano con laconismo comercial: “Vamos”. Salieron los dos del bar y fueron al estacionamiento. Ahí, a la luz de una farola, Pechina se desabotonó la blusa y dejó al descubierto la magnificencia de sus alabastrinos encantos (dos). Los contempló largamente Libidiano y luego dijo: “De veras, con gusto daría 10 mil pesos por besar su maravilloso busto. Ahora que lo he mirado veo que no estaba yo equivocado al externar aquella expresión admirativa. Muchas gracias, señorita, por habérmelo mostrado”. Y así diciendo volvió a entrar en el bar dejando a la asombrada Pechina con sus encantos al aire (dos)… Le avisaron al general rebelde que sería fusilado a las 6 de la mañana del siguiente día. El jefe de las fuerzas leales, hombre considerado, le ofreció: “Mi general: podemos traerle una mujer para que pase con ella la noche”. “Muchas gracias, pero no –declinó el mílite-. Mañana tengo que levantarme temprano”… El doctor Ken Hosanna le informó a su bella paciente: “Los exámenes médicos muestran que está usted embarazada”. “Imposible, doctor –negó la chica-. Soy señorita virgen”. “Más aún –siguió el facultativo-. Va usted a tener gemelos”. “¡Imposible! –protestó con vehemencia la paciente-. ¡Sólo lo hicimos una vez!”… FIN.