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El viento se las llevó

Superiberia

 Por: Catón  / columnista

Después del acto de amor, que celebraron en la alcoba a oscuras, la esposa encendió la luz y dijo: “Sí: eres tú”. Al marido lo sorprendió esa inusual declaración. Le preguntó a su mujer: “¿Por qué me dices eso?”. Explicó ella: “Es que lo hiciste tan bien que pensé que no eras tú”… Hamponito, el pequeño hijo del narco de la esquina, le contó a su padre: “Tuve un pleito con un niño, y me dio un puñetazo en la nariz, otro en la boca, uno más entre quijada y oreja, el siguiente en el plexo solar y el último en el estómago”. Don Hamponio inquirió, ceñudo: “Y ¿te vengaste?”. “Claro -respondió el chiquillo-. Si no me vengo me mata”… Una perrita de la calle le dijo a otra: “Sentémonos. Ahí viene el perro ése de la nariz muy fría”… Ya no hay vampiresas en el cine. Como fantasmas van por el olvido aquellas mujeres de principios del pasado siglo que en francés fueron llamadas “femmes fatales” y en inglés “vamps”. Misteriosas y sensuales, eran devoradoras de hombres, tan dispuestos siempre a dejarse devorar por una mujer. El prototipo de las vampiresas fue Theda Bara. Venida al mundo en Cincinnati, hija de un sastre, los publicistas de Hollywood la hicieron nacer en el Sahara, fruto ilegítimo de los amores de un artista francés y una princesa egipcia. Dijeron  que su nombre era anagrama de las palabras “Arab death”, aunque lo cierto es que se llamaba Theodosia. Tenía palidez lunar, ojos de noche y labios donde asomaba la lujuria. Solía recibir a los periodistas tendida a lo Cleopatra en un diván de terciopelo oscuro, acariciando a una serpiente y abanicada por “esclavos nubios” que eran en verdad musculosos negros sacados de las barriadas de Los Ángeles. Se le conoció como “The vamp” porque su primera película estuvo basada en un poema de Kipling: “El vampiro”. De ahí lo de vampiresa. Otras vinieron después de ella: Pola Negri (se llamaba Apolonia), Olga Petrovna, Anita Page; pero ese oscuro viento, el tiempo, se las llevó a todas. Ahora ya no hay mujeres fatales en el cine. En la vida, sin embargo, sí las hay. Una de ellas se llama democracia. Con sus caprichos fue capaz de convertir en Presidente de los Estados Unidos a un hombre como Donald Trump, que representa a lo peor y más abyecto de la especie humana. Lo que ese individuo sin razón ni corazón hizo con los niños hijos de migrantes fue una crueldad comparable sólo a las que puso en ejercicio Hitler contra los judíos. La xenofobia y racismo del Mandatario yanqui están inficionando a muchos de sus conciudadanos, y cada vez son más frecuentes los incidentes de discriminación contra las personas de piel morena, especialmente las de origen mexicano. ¿Cómo es posible, preguntamos, que la Nación más democrática del mundo haya elegido a ese demagogo populista, ignorante, incapaz de hilar dos frases seguidas, megalómano y autoritario? Cosas de esa mujer fatal –fatal mujer- llamada democracia. Quién sabe a nosotros a dónde nos conducirá. Ya la veo tendida en un diván de terciopelo oscuro y acariciando a una serpiente (Gulp)… Cuento triste. El niñito le preguntó a su madre: “Mami: en la escuela me dicen que eres prosti. ¿Qué significa esa palabra?”. Contestó la señora: “No me vengas con preguntas ahora que estoy tan ocupada. Dile al siguiente señor que pase”… Ya conocemos a Capronio. Es un sujeto ruin y desconsiderado. Su esposa fue al salón de belleza. Cuando salió la vio Capronio y dijo: “Bueno; la lucha se le hizo”… El doctor Duerf, célebre analista, le indicó a su paciente: “No llegaremos a ninguna parte, señor Nego, si cada vez que le pregunto algo usted me contesta: ‘Qué chingaos le importa’”… FIN.

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