El Día del Médico se celebró en nuestro país en la más profunda de las ironías. Hace un par de semanas que conocimos la historia de Irma López, la mujer oaxaqueña que tuvo que dar a luz en el jardín de la clínica de su localidad. En aquel entonces tuve oportunidad de charlar con el titular de la Secretaría de Salud del estado, el evidente responsable de que las instituciones de salud de Oaxaca funcionen.
Germán Tenorio Vasconcelos me decía en ese momento, en el tono más ufano y desvergonzado posible, que no había pasado nada, que nadie había muerto; que el caso de Irma no hacía estadística, que cómo crecer tanto el asunto. Que su estado va muy bien en materia de salud, que sí, no hay recursos. Me dijo también que teníamos que entender que los médicos debían de descansar, que sus turnos son muy complicados (lo cual nadie ha puesto en entredicho), y que en ese sentido, había justificación a la falta de atención. O sea, cómo una mujer da a luz fuera de los horarios de atención.
Y es que, a todo este absurdo e inhumano episodio, todavía se le sumó el que le hayan cobrado la atención médica que requirió después. Algo evidente, dado que es la única clínica de la localidad. ¿A dónde más podría ir?
Y si eso nos pareció, repito, absurdo e inhumano, entonces ya no sé cómo llamarle a lo que sucedió en Sonora hace unos días, que envolvió de la peor forma el festejo del Día del Médico y el aniversario de la Secretaría de Salud.
La historia seguramente ya la habrá escuchado: José Sánchez, un hombre de 38 años, jornalero de oficio, murió a las afueras del Hospital General de Guaymas, en Sonora. Las autoridades de salud de dicho estado, encabezadas por Bernardo Campillo García, al igual que las de Oaxaca, a la Poncio Pilatos han hecho lo propio y se han dedicado a justificar lo sucedido. De la forma más ruin e inhumana han reducido la muerte de José Sánchez, han solapado la actitud de los encargados del hospital que le negaron el servicio.
No se le atendió por una razón: no tuvo el dinero para pagar la atención. Que no era derechohabiente, que era un indigente. De nuevo: que no hace estadística, por qué preocuparse por hechos aislados. En Oaxaca, el titular de la Secretaría de Salud argumentó falta de recursos para tener una planilla de médicos que pudieran atender a toda hora. En Sonora, los responsables de la muerte de José Sánchez reconocen que no pudieron hacer nada porque quién carajos iba a pagar su atención médica… ¿en verdad creen que el ejercicio médico va en función del dinero y no de la ética?
¿En verdad se vale que estos médicos venidos a menos se laven su irresponsabilidad de esa forma? Una persona murió, porque a pesar de su juramento a Hipócrates, limitan la atención médica a quien pueda pagarla, sin importarles ninguna otra condición. José Sánchez murió en la calle, afuera del hospital donde suplicaba por ser atendido. Ningún médico y/o enfermera acudió. El secretario de Salud de Sonora, Bernardo Campillo, dice que se le atendió una vez: claro, cuando primero le negaron un servicio que pudo haberle salvado la vida. Más que a Hipócrates, estos médicos le juraron a la hipocresía.